Llegaron
las navidades y no habían resultado buenas para nadie. Remus estaba que se
consumía porque le hacía falta Hermione, y Sirius seguía en las mismas
condiciones.
Hermione
por una parte se alegraba de pasar algún tiempo con sus padres, pero echaba de
menos a Remus tanto como él a ella.
Por
primera vez Harry se había atrevido a hablarle a Ron de la situación con
Hermione y su amigo se había limitado a decir que si ella se disculpaba, él
estaba dispuesto a que las cosas siguiesen como antes. De modo que Harry veía
difícil el asunto, porque en su opinión, en realidad Hermione no tenía nada de qué
disculparse.
Dos
días antes de navidad, Bill tuvo una discusión con Fleur porque él y Jason
debían marcharse ese día y no estaba muy seguro de cuándo regresarían.
Realmente a Bill no le gustaba discutir, pero la sangre francesa de Fleur hacía
explosión con suma facilidad y lamentaba en verdad no poder decirle a dónde
iba, por qué o cuándo regresaría. Según Jason podía ser que tuviesen suerte y
pudiesen llevar a cabo el asunto con rapidez pero también existía la
posibilidad de lo contrario.
A
Molly tampoco le hizo mucha gracia el asunto, pero más acostumbrada a los
asuntos de la Orden protestó mucho menos, aunque no dejó de hacerlo.
-
Cielo
-- le dijo a Jason --
¿Estás seguro que este viaje no puede esperar hasta después de navidad?
-
Sí tía, estoy seguro y de verás lo
lamento
Después
de una lacrimosa despedida, los chicos partieron. Tal y como Jason había dicho
lo más cerca que podían aparecerse era en la base de la montaña, y apenas lo
hicieron comenzaron el ascenso. Era un paisaje hermoso, pero el frío a medida
que ascendían se hacía brutal.
Más o
menos a mitad de camino, tanto Bill como Jason tuvieron la misma sensación,
estaban siendo observados, la pregunta era por “quién” o por “qué”.
-
No es humano --
dijo Jason después de un rato
-
Eso no me dice mucho --
contestó Bill aferrando su varita
Avanzaron
un buen trecho sin dejar de sentirse observados, pero sin ninguna señal de la
presencia. Al cabo de una hora aproximadamente ambos escucharon claramente un
gruñido.
-
Eso no sonó muy amigable --
dijo Bill
-
Y no lo es --
contestó Jason señalando a un punto más allá
A
pesar de que aún era de día, la espesura de la vegetación y el hecho de estar
en pleno invierno, hacían de la luz algo escaso, y varios pares de ojos se
hicieron visibles en la oscuridad.
-
Lobos
-- dijo Jason
-
Una pena que Lupin no venga con
nosotros -- se lamentó Bill
-
No seas necio Bill, eso no haría ninguna
diferencia
-
El necio estás siendo tú, porque sabes
tan bien como yo que ellos reconocerían enseguida a un macho Alfa, y Remus
desde luego lo es.
-
Bien, pero su instinto también les indica
cuando están en presencia de una especie superior y sin duda nosotros lo somos.
Mientras
ellos hablaban y avanzaban como si no hubiesen visto nada, los lobos habían ido
reduciendo la distancia.
-
Tal vez haya un par de ellos no muy
convencidos de eso -- ironizó Bill
-
Pues para qué diablos tienes una varita,
te aseguro que eso los convencerá.
A
Jason la sola mención de Lupin lo ponía de un humor catastrófico, y muy mal
podía irle a quien se atravesara en su camino en momentos así. Hecho que quedó
demostrado al instante siguiente
-
¡EXSTINTUM!
Bill
apenas si alcanzó a ver el rayó que voló hacia la figura que se acercaba, lo
que vio fue el cuerpo gris del animal volar por los aires y aterrizar
ensangrentado unos metros más allá. Pero tal y como había dicho Bill, había
unos cuantos que necesitarían ser convencidos.
-
¡DISFRACTUM! -- el
hechizo de Jason dio en otro de los animales dividiendo su cuerpo a la mitad
-
¡OBSTUPEFIO! -- el
de Bill solo aturdió al lobo
-
¡No seas estúpido! --
exclamó Jason -- Se levantará y te atacará de nuevo -- ¡EXSTINCI! -- el
animal quedó tendido en el suelo
Luego
de esto, los demás parecieron pensarlo mejor y no se acercaron.
-
Sabes que a veces eres sangriento
¿verdad? -- dijo Bill
-
Agradécelo, no me gustaría tener que
llevarte a casa en una bolsa, tía Molly me mataría, aunque eso sería mejor que
escuchar el irritante llanto de tu novia
-- dijo de malos modos
Bill
comprendió algo tarde que había sido una pésima idea mencionar a Remus, ya que
con ello solo había conseguido poner a Jason del peor humor.
Después
de eso, avanzaron en relativa calma, salvo por algunos gnomos y otras criaturas
féricas, nada más los molestó. Bill calculaba que no faltaba mucho para llegar
a la cima, pero antes de que pudiese poner en palabras sus pensamientos, Jason
se detuvo.
-
Vigila
-- le dijo -- voy
a subir
-
¿Subir?
-- preguntó Bill confundido --
¿Qué no es eso lo que hemos estado haciendo?
-
Voy a subirme al árbol --
aclaró Jason señalando un enorme roble que se alzaba ante ellos
Bill
miró hacia arriba y vio el muérdago que se adhería al tronco en la parte superior.
-
¿Y por qué simplemente no lo cortas desde
acá?
-
Bill, eres muy hábil con las lenguas,
pero eres extraordinariamente obtuso para otros asuntos --
dijo mientras sacaba una hoz de oro del bolsillo de su chaqueta
-
¡Vaya! Y tú eres ostentoso --
dijo al ver el material de la herramienta
-
Según nuestros antepasados celtas, la
planta solo conserva sus propiedades mágicas si es cortada con una hoz de oro y
en esta fecha.
Comenzó
a treparse al árbol mientras Bill vigilaba el entorno. Cortó con extremo
cuidado el muérdago y antes de pasárselo a Bill le hizo una advertencia.
-
Ten la bondad de no dejarlo caer -- le
dijo
-
¿Por qué?
-
No tengo idea, pero si toca el suelo, ya
no nos servirá
Después
que recolectó una buena cantidad con la que consideró sería suficiente, comenzó descender.
-
Bien, larguémonos de aquí --
urgió a su primo
Comenzaron
a caminar pero a los pocos minutos comenzó a soplar un viento gélido y unos
segundos después se desató una tormenta de nieve que apenas los dejaba mirar.
-
¡Tenemos que buscar refugio! --
gritó Jason tratando de hacerse oír por encima del rugido del viento.
Bill
asintió pero no teniendo idea de hacia dónde caminar se limitó a seguir a su
primo. Jason ya había estado allí en su época de estudiante, por supuesto el
viaje de estudio fue programado en verano, pero el profesor se aseguró de
indicarles los puntos en dónde se encontraban los refugios de invierno. Solo
esperaba acertar con el lugar, o de lo contrario la furiosa tormenta se los
tragaría. Por supuesto, consideró innecesario decirle esto a Bill y se limitó a
concentrarse y dejarse guiar por su instinto. Alrededor de veinte minutos
después localizó lo que buscaba. Era una cueva tallada en la roca. Entraron
apresuradamente y se tiraron en el suelo.
-
¡Diablos!
-- exclamó Bill -- Ya
no soportaba más
-
Es una suerte que tenga buena
memoria -- bromeó Jason
Cuando
recuperaron el aliento, hicieron fuego para calentarse, mientras escuchaban
rugir la tormenta en el exterior. Atendieron a la necesidad de alimentarse y
después se tiraron de nuevo en el piso.
-
Espero que pase pronto --
dijo Bill refiriéndose obviamente a la tormenta
-
Bueno, es posible que sí y es posible que
no --
contestó Jason de manera enigmática, y como Bill lo miraba, agregó -- Las
tormentas pueden durar unas pocas horas o varios días ¿sabías eso no?
-
¿Días?
-- preguntó Bill alarmado -- Si
es así creo que no llegaré a saber lo que es estar casado, porque Fleur se irá
a Francia furiosa -- agregó abatido y Jason rió
-
Tal vez resulte un bien disfrazado -- dijo riendo más aún
-
No me digas que te unes al Club de mamá.
-
No seas pesado Bill, no me uno a ningún
club, pero no me negarás que en ocasiones Fleur es cargante.
-
Traidor
-- dijo Bill y Jason rió aun con
más ganas
Después
de un rato, el sanador se puso de pie.
-
Yo haré la primera guardia -- le
dijo --
en teoría ningún animal debería acercarse, pero siempre hay algún
“aventurero”, aparte de otras criaturas menos amistosas.
Bill
se mostró de acuerdo y en seguida se quedó dormido. Jason se situó cerca de la
entrada de la cueva y se protegió con su capa. Aunque pasó esas horas con los
pensamientos muy lejos de allí, sus ojos permanecían vigilantes. Sin embargo,
para cuando Bill lo relevó no había sucedido nada, salvo que algunos pequeños
animales intentasen entra a la cueva.
Cuando
amaneció la tormenta continuaba, aunque el viento ahora soplaba con menos
fuerza.
-
Mal asunto --
dijo Jason
-
Lo imagino --
estuvo de acuerdo Bill -- confiaba en que arrastrara esas nubes lejos
de aquí.
Jason
asintió, y se prepararon para pasar otro día allí encerrados.
Entre
tanto Hermione había despertado sintiéndose mal y pensó que definitivamente
algo no estaba bien. Se levantó y fue hacia su escritorio, tomó pluma y
pergamino y se dispuso a escribirle a Remus. En su última carta él le decía que
todo estaba bien y que haría lo posible por verla un rato el día de navidad.
Después que terminó la carta la dobló cuidadosamente, se fue a bañar, se vistió
y fue en busca de su madre, necesitaba hablar con ella.
Bill
había hecho aparecer un ajedrez mágico, ya iban por la tercera partida y tenía
deseos de asesinar a su primo, el muy desgraciado no le daba ni una
oportunidad. Sin embargo, en esa ocasión Bill vio con asombro que había movido
mal una pieza.
-
Siiiii
-- exclamó con regocijo -- ¡Al
fin! ¡Jaque! Maldito arrogante.
Pero
Jason no lo estaba escuchando y tenía la vista fija en un punto de la
distancia.
-
Coge tu varita -- le
dijo con urgencia -- Tengo un mal presentimiento
Bill
notó dos cosas. La primera y más obvia que estaban en serio peligro, y la
segunda que la tormenta parecía haber amainado. No obstante no tuvo ocasión
para alegrarse por ello, porque enseguida sintió los pasos que se acercaban.
-
Pero… ¿qué demonios…? --
comenzó Bill
Unos
seres de aspecto horripilante cuya piel era de un morado desagradable, y de sus
bocas salían unos tentáculos, se acercaban con paso seguro.
-
Que no se te acerquen -- urgió Jason e informó de manera
sucinta -- Son ILITHIDS,
su poder es la telepatía, te volverá loco y luego se alimentará de tu
cerebro -- y sin perder un segundo -- ¡FLAGRATUM!
El
hechizo fue lanzado con la mayor violencia, de modo que el fuego alcanzó a dos
de ellos. Bill imitó a su primo porque en esa ocasión no iba a ponerse delicado
con aquellos repugnantes seres que encima podían volverlo loco, de modo que les
lanzó el mismo hechizo. Pero Jason notó que la cantidad era muy superior y
estaban en verdaderos apuros, de manera que se dejó de delicadezas.
-
¡Apártate! -- le
gritó a Bill -- ¡CONFLAGRO!
Unas
enormes llamas comenzaron a consumir a aquellos bichos, pero si Bill no lo
hubiese escuchado pronunciar el hechizo, habría estado seguro de que Jason
había convocado un Fuego Maldito por
la velocidad y la violencia con la que estaba destruyendo a los Ilthids. Sin
embargo, actuó con ligereza y buen juicio.
-
¡DEXTERA
ABSOLUTUS!
Una
vez que convoco el escudo protector, arrastró a Jason con él en dirección a la
salida. Afortunadamente y como ya habían notado antes de ser atacados por
aquellos asquerosos bichos, la tormenta no había cesado del todo pero había
amainado bastante.
-
Aún puede ser peligroso si arrecia --
dijo Jason -- pero intentemos largarnos de aquí
Como
Bill no podía estar más de acuerdo, iniciaron el camino de regreso.
El día
de navidad en La Madriguera se había desarrollado con relativa normalidad, y si
no se contaba con las lágrimas de Fleur por la ausencia de Bill, todo podía
considerarse normal.
Pero a
la hora de la comida, cuando apenas acababan de sentarse, la puerta se abrió
dando paso a los dos chicos y un grito jubiloso inundó el comedor. La señora
Weasley se levantó para abrazarlos, y un segundo después fue hecha a un lado
por Fleur que se colgó al cuello de Bill mientras Jason lo miraba con
diversión, y por supuesto no pudo callarse.
-
Después de todo parece que sí vas a
saberlo -- y riendo fue a sentarse al lado de Harry
-
¿Qué cosa? --
preguntó Fleur
-
Nada mi amor --
dijo Bill mirando a Jason con ganas de apalearlo -- ya
sabes que es un payaso.
Cuando
estaban por finalizar la comida, otra sorpresa se hizo presente, nada más y
nada menos que Percy, pero no venía solo sino en compañía del nuevo Ministro.
La señora Weasley abrazó y besó a su hijo, mientras Harry era objeto de la
atención del Ministro. Tuvieron una breve y nada agradable charla en el jardín,
y Harry esperaba que no se repitiera.
Abigail
Llewellyn era una joven estudiante que le había sido asignada a Jason cuando
inició sus prácticas en San Mungo, junto con otro estudiante de nombre Silver
Stone. Ambos sentían veneración por Jason, no solo porque era un gran sanador,
sino porque no era nada egoísta a la hora de compartir sus conocimientos y no
daba nada por supuesto, como se quejaban otros de los compañeros de los
practicantes, cuando les contaban a sus amigos como eran tratados por otros
sanadores.
Aquella
fría mañana de diciembre, los dos jóvenes se encontraban en el Hospital y
tenían una enorme cantidad de trabajo.
-
¿Será que toda la comunidad decidió
enfermarse hoy? -- se quejaba Silver
-
Deja de protestar, nadie dijo que el
trabajo sería fácil -- dijo Abigail
-
Claro, pero mientras los sanadores están
en sus casas con sus familias, nosotros estamos metidos aquí de cabeza y…
-
Buenos días -- lo
interrumpió una voz conocida -- ¿Deseando ir a casa Silver?
El
chico mudó de expresión al escuchar a Jason y Abigail tuvo que ahogar la risa.
-
Señor… no… yo…
-
Déjate de payasadas Silver ¿Desde cuándo
me llamas señor? -- dijo Jason mientras se quitaba la chaqueta y
tomaba la verde de su uniforme
Eso
también era cierto, desde el inicio Jason se había negado rotundamente a ser
llamado de otro modo que no fuese por su nombre.
-
¿Cuántas horas llevan haciendo
guardia? -- preguntó Jason
-
Yo voy por doce -- le
contestó Silver -- pero Abigail está cercana a las veinticuatro
Jason
se giró y elevó una ceja.
-
Vete a casa Aby -- le
ordenó
En
cuanto terminó de colocarse el uniforme, extendió la mano y Silver le entregó
un fajo de pergaminos.
-
¿Qué tenemos?
-
Nada muy grave hasta dónde he podido ver,
pero aún nos falta revisar a unos
cuantos, y no paran de llegar.
-
Sí, ya sé que piensas que todo el mundo
decidió enfermarse justo hoy -- dijo Jason sin levantar la vista de los
pergaminos, para enorme vergüenza de Silver
-- Bueno vamos --
pero al llegar a la puerta se volvió
-- Tú vete a casa -- le
repitió a Abigail y salió
Y la
chica miró a Silver con verdaderos deseos de asesinarlo.
-
Por más tiempo que pases a su lado, no te
querrá más y lo sabes bien -- le dijo Silver con disgusto -- ese
hombre solo tiene ojos para una chica, así que haz caso y ve a descansar.
Aquel
comentario solo aumento el deseo de Abigail de ahorcar a su compañero, y cada
vez que decía algo como aquello ella se arrepentía de haberle confiado sus
sentimientos por el sanador, pero ya no podía hacer nada. Se quitó la chaqueta
del uniforme, se arregló un poco y salió. Sin embargo, cuando llegó a la altura
de la recepción se encontró de justo con
la persona a la que consideraba la más afortunada del mundo.
Hermione
aferró el brazo de su madre mientras se detenía frente al deslucido escaparate
que servía de entrada de visitantes del Hospital.
-
Hermione, esto es una tienda --
dijo la señora Granger mirando con preocupación a su hija -- ¿Te
sientes bien?
-
Créeme mamá, es la entrada al Hospital.
Mientras
la señora Granger la seguía mirando con preocupación, la chica se dirigía al
maniquí para que les franqueara la entrada. Después de seis años, la madre de
Hermione estaba acostumbrada a algunas cosas que consideraba extrañas, pero
aquello ya era como demasiado y estaba convencida de que su hija estaba
realmente mal.
Aquel
día se habían levantado muy temprano para ir al Hospital donde trabajaban los
Granger, pero luego de salir de allí, Hermione había insistido en ir al
Hospital mágico. En cierta forma la señora Granger se sintió un tanto ofendida
al interpretar la actitud de su hija como de muy poca confianza en la medicina muggle, como ella la había llamado. La
señora Granger estaba muy aliviada de que el médico al que habían consultado,
no hubiese encontrado nada en su hija, y aquel empeño de la chica le parecía
absurdo. Sin embargo, y para no contrariarla porque desde hacía días había
estado muy alterada, había accedido a acompañarla, aunque ahora no estaba
segura de si lo que necesitaba Hermione era un Psiquiatra.
No
obstante, y mientras pensaba en todo aquello, Hermione la tomó por un brazo y
atravesaron el escaparate. La señora Granger abrió mucho los ojos al
encontrarse en la recepción del Hospital, pero decidió guardar prudente
silencio. Caminaron hacia el mostrador de recepción y Hermione se detuvo ante
él.
-
Buenos días señorita --
saludó a la recepcionista -- ¿Se encuentra el sanador Jason Prewet?
-
Sí, pero tendrá que esperar si quiere ser
atendida por él, porque está…
-
Yo me haré cargo Carol, gracias -- la
interrumpió una voz a sus espaldas y Hermione se giró --
Buenos días Hermione -- la saludó la chica
Hermione
buscaba frenéticamente en su memoria, sabía que la conocía pero no recordaba su
nombre.
-
Abigail
-- dijo la joven -- soy
una de las estudiantes en prácticas del sanador Prewet.
-
Oh claro, disculpa Abigail --
contestó Hermione apenada
-
Descuida, vengan conmigo.
Siguieron
a la joven por el pasillo que conducía al consultorio de Jason y se detuvieron
ante la puerta.
-
Esperen un momento aquí, probablemente
esté atendiendo a algún paciente.
-
Pero no es necesario que lo interrumpas,
puedo esperar.
-
Me costaría muy caro no avisarle -- le
aseguró la chica y entró sin agregar nada más
Pero
no habían transcurrido ni un par de minutos cuando Jason salió con la alarma
pintada en el rostro.
-
¡Hermione! --
exclamó sujetándola por los hombros
-- ¿Estás bien?
-
Sí, no quise interrumpir Jason. Termina
de atender a tus pacientes, yo puedo esperar.
-
De ningún modo, Silver se hará cargo -- y tomándola
por un brazo la condujo hacia otro cubículo y por el camino recuperó sus buenos
modales -- Señora Granger --
dijo a modo de saludo, entraron y se volvió hacia ellas -- ¿Y
bien? ¿Qué te sucede?
Sin
embargo, antes de que ella abriese la boca él sintió un vacío en el estómago,
pero se negó a ello.
-
Jason…
-- comenzó Hermione --
creo… creo que estoy embarazada.
Ese
día y en ese momento Jason se graduó en el arte del autocontrol, porque todo lo
que deseaba era gritar, pero por encima
de todo, quería asesinar a Remus Lupin. No obstante, de la forma más
profesional y con la mayor serenidad extendió su mano y la condujo hasta una
camilla indicándole que se reclinara en ella.
-
¡CONFESSUS
SUM INFANTIS! -- murmuró mientras pasaba su varita por encima
de la zona abdominal
Nadie
lo notó pero su mano tembló de forma imperceptible mientras hacía la
comprobación. Una luz plateada con un brillo intenso salió del cuerpo de
Hermione, y él cerró los ojos con fuerza durante unos segundos aun negándose a
creerlo, aunque sabía perfectamente que no había posibilidad de error. Los
abrió de nuevo y volvió a pasar la varita.
-
¡REVELIUM
ET TEMPORIS!
Ahora
ante sus ojos apareció una tablilla en forma de regla, y un punto de luz
titilaba en una zona específica de la tablilla. Luego de eso bajó la varita y
miró a la chica.
-
Puedes suprimir el “creo” -- le
dijo --
tienes dos semanas de embarazo
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