Al filo de la navaja

Al filo de la navaja
Nuestro pasado no determina nuestro futuro, son nuestras decisiones y nuestras acciones las que lo hacen. Así como tampoco somos responsables por lo que nuestros antepasados hayan hecho o pretendido hacer de nosotros, pero sí lo somos de lo que decidamos hacer con ello. El pasado es un hecho, el presente lo construimos segundo a segundo, y el futuro es un lugar incierto que siempre nos mantendrá… Al Filo de la Navaja

domingo, 29 de junio de 2014

Cap. 26 Sorpresas y desastres



Llegaron las navidades y no habían resultado buenas para nadie. Remus estaba que se consumía porque le hacía falta Hermione, y Sirius seguía en las mismas condiciones.

Hermione por una parte se alegraba de pasar algún tiempo con sus padres, pero echaba de menos a Remus tanto como él a ella.

Por primera vez Harry se había atrevido a hablarle a Ron de la situación con Hermione y su amigo se había limitado a decir que si ella se disculpaba, él estaba dispuesto a que las cosas siguiesen como antes. De modo que Harry veía difícil el asunto, porque en su opinión, en realidad Hermione no tenía nada de qué disculparse.

Dos días antes de navidad, Bill tuvo una discusión con Fleur porque él y Jason debían marcharse ese día y no estaba muy seguro de cuándo regresarían. Realmente a Bill no le gustaba discutir, pero la sangre francesa de Fleur hacía explosión con suma facilidad y lamentaba en verdad no poder decirle a dónde iba, por qué o cuándo regresaría. Según Jason podía ser que tuviesen suerte y pudiesen llevar a cabo el asunto con rapidez pero también existía la posibilidad de lo contrario.

A Molly tampoco le hizo mucha gracia el asunto, pero más acostumbrada a los asuntos de la Orden protestó mucho menos, aunque no dejó de hacerlo.

-         Cielo  --  le dijo a Jason  --  ¿Estás seguro que este viaje no puede esperar hasta después de navidad?

-         Sí tía, estoy seguro y de verás lo lamento

Después de una lacrimosa despedida, los chicos partieron. Tal y como Jason había dicho lo más cerca que podían aparecerse era en la base de la montaña, y apenas lo hicieron comenzaron el ascenso. Era un paisaje hermoso, pero el frío a medida que ascendían se hacía brutal.

Más o menos a mitad de camino, tanto Bill como Jason tuvieron la misma sensación, estaban siendo observados, la pregunta era por “quién” o por “qué”.

-         No es humano  --  dijo Jason después de un rato

-         Eso no me dice mucho  --  contestó Bill aferrando su varita

Avanzaron un buen trecho sin dejar de sentirse observados, pero sin ninguna señal de la presencia. Al cabo de una hora aproximadamente ambos escucharon claramente un gruñido.

-         Eso no sonó muy amigable  --  dijo Bill

-         Y no lo es  --  contestó Jason señalando a un punto más allá

A pesar de que aún era de día, la espesura de la vegetación y el hecho de estar en pleno invierno, hacían de la luz algo escaso, y varios pares de ojos se hicieron visibles en la oscuridad.

-         Lobos  --  dijo Jason

-         Una pena que Lupin no venga con nosotros  --  se lamentó Bill

-         No seas necio Bill, eso no haría ninguna diferencia

-         El necio estás siendo tú, porque sabes tan bien como yo que ellos reconocerían enseguida a un macho Alfa, y Remus desde luego lo es.

-         Bien, pero su instinto también les indica cuando están en presencia de una especie superior y sin duda nosotros lo somos.

Mientras ellos hablaban y avanzaban como si no hubiesen visto nada, los lobos habían ido reduciendo la distancia.

-         Tal vez haya un par de ellos no muy convencidos de eso  --  ironizó Bill

-         Pues para qué diablos tienes una varita, te aseguro que eso los convencerá.

A Jason la sola mención de Lupin lo ponía de un humor catastrófico, y muy mal podía irle a quien se atravesara en su camino en momentos así. Hecho que quedó demostrado al instante siguiente

-         ¡EXSTINTUM!

Bill apenas si alcanzó a ver el rayó que voló hacia la figura que se acercaba, lo que vio fue el cuerpo gris del animal volar por los aires y aterrizar ensangrentado unos metros más allá. Pero tal y como había dicho Bill, había unos cuantos que necesitarían ser convencidos.

-         ¡DISFRACTUM!  --  el hechizo de Jason dio en otro de los animales dividiendo su cuerpo a la mitad

-         ¡OBSTUPEFIO!  --  el de Bill solo aturdió al lobo

-         ¡No seas estúpido!  --  exclamó Jason  --  Se levantará y te atacará de nuevo  --  ¡EXSTINCI!  --  el animal quedó tendido en el suelo

Luego de esto, los demás parecieron pensarlo mejor y no se acercaron.

-         Sabes que a veces eres sangriento ¿verdad?  --  dijo Bill

-         Agradécelo, no me gustaría tener que llevarte a casa en una bolsa, tía Molly me mataría, aunque eso sería mejor que escuchar el irritante llanto de tu novia  --  dijo de malos modos

Bill comprendió algo tarde que había sido una pésima idea mencionar a Remus, ya que con ello solo había conseguido poner a Jason del peor humor.

Después de eso, avanzaron en relativa calma, salvo por algunos gnomos y otras criaturas féricas, nada más los molestó. Bill calculaba que no faltaba mucho para llegar a la cima, pero antes de que pudiese poner en palabras sus pensamientos, Jason se detuvo.

-         Vigila  --  le dijo  --  voy a subir

-         ¿Subir?  --  preguntó Bill confundido  --  ¿Qué no es eso lo que hemos estado haciendo?

-         Voy a subirme al árbol  --  aclaró Jason señalando un enorme roble que se alzaba ante ellos

Bill miró hacia arriba y vio el muérdago que se adhería al tronco en la parte superior.

-         ¿Y por qué simplemente no lo cortas desde acá?

-         Bill, eres muy hábil con las lenguas, pero eres extraordinariamente obtuso para otros asuntos  --  dijo mientras sacaba una hoz de oro del bolsillo de su chaqueta

-         ¡Vaya! Y tú eres ostentoso  --  dijo al ver el material de la herramienta

-         Según nuestros antepasados celtas, la planta solo conserva sus propiedades mágicas si es cortada con una hoz de oro y en esta fecha.

Comenzó a treparse al árbol mientras Bill vigilaba el entorno. Cortó con extremo cuidado el muérdago y antes de pasárselo a Bill le hizo una advertencia.

-         Ten la bondad de no dejarlo caer  --  le dijo

-         ¿Por qué?

-         No tengo idea, pero si toca el suelo, ya no nos servirá

Después que recolectó una buena cantidad con la que consideró sería suficiente, comenzó  descender.

-         Bien, larguémonos de aquí  --  urgió a su primo

Comenzaron a caminar pero a los pocos minutos comenzó a soplar un viento gélido y unos segundos después se desató una tormenta de nieve que apenas los dejaba mirar.

-         ¡Tenemos que buscar refugio!  --  gritó Jason tratando de hacerse oír por encima del rugido del viento.

Bill asintió pero no teniendo idea de hacia dónde caminar se limitó a seguir a su primo. Jason ya había estado allí en su época de estudiante, por supuesto el viaje de estudio fue programado en verano, pero el profesor se aseguró de indicarles los puntos en dónde se encontraban los refugios de invierno. Solo esperaba acertar con el lugar, o de lo contrario la furiosa tormenta se los tragaría. Por supuesto, consideró innecesario decirle esto a Bill y se limitó a concentrarse y dejarse guiar por su instinto. Alrededor de veinte minutos después localizó lo que buscaba. Era una cueva tallada en la roca. Entraron apresuradamente y se tiraron en el suelo.

-         ¡Diablos!  --  exclamó Bill  --  Ya no soportaba más

-         Es una suerte que tenga buena memoria  --  bromeó Jason

Cuando recuperaron el aliento, hicieron fuego para calentarse, mientras escuchaban rugir la tormenta en el exterior. Atendieron a la necesidad de alimentarse y después se tiraron de nuevo en el piso.

-         Espero que pase pronto  --  dijo Bill refiriéndose obviamente a la tormenta

-         Bueno, es posible que sí y es posible que no  --  contestó Jason de manera enigmática, y como Bill lo miraba, agregó  --  Las tormentas pueden durar unas pocas horas o varios días ¿sabías eso no?

-         ¿Días?  --  preguntó Bill alarmado  --  Si es así creo que no llegaré a saber lo que es estar casado, porque Fleur se irá a Francia furiosa  --  agregó abatido y Jason rió

-         Tal vez resulte un bien disfrazado  --  dijo riendo más aún

-         No me digas que te unes al Club de mamá.

-         No seas pesado Bill, no me uno a ningún club, pero no me negarás que en ocasiones Fleur es cargante.

-         Traidor  --  dijo Bill y Jason rió aun con más ganas

Después de un rato, el sanador se puso de pie.

-         Yo haré la primera guardia  --  le dijo  --  en teoría ningún animal debería acercarse, pero siempre hay algún “aventurero”, aparte de otras criaturas menos amistosas.

Bill se mostró de acuerdo y en seguida se quedó dormido. Jason se situó cerca de la entrada de la cueva y se protegió con su capa. Aunque pasó esas horas con los pensamientos muy lejos de allí, sus ojos permanecían vigilantes. Sin embargo, para cuando Bill lo relevó no había sucedido nada, salvo que algunos pequeños animales intentasen entra a la cueva.

Cuando amaneció la tormenta continuaba, aunque el viento ahora soplaba con menos fuerza.

-         Mal asunto  --  dijo Jason

-         Lo imagino  --  estuvo de acuerdo Bill  --  confiaba en que arrastrara esas nubes lejos de aquí.

Jason asintió, y se prepararon para pasar otro día allí encerrados.

Entre tanto Hermione había despertado sintiéndose mal y pensó que definitivamente algo no estaba bien. Se levantó y fue hacia su escritorio, tomó pluma y pergamino y se dispuso a escribirle a Remus. En su última carta él le decía que todo estaba bien y que haría lo posible por verla un rato el día de navidad. Después que terminó la carta la dobló cuidadosamente, se fue a bañar, se vistió y fue en busca de su madre, necesitaba hablar con ella.

Bill había hecho aparecer un ajedrez mágico, ya iban por la tercera partida y tenía deseos de asesinar a su primo, el muy desgraciado no le daba ni una oportunidad. Sin embargo, en esa ocasión Bill vio con asombro que había movido mal una pieza.

-         Siiiii  --  exclamó con regocijo  --  ¡Al fin!  ¡Jaque! Maldito arrogante.

Pero Jason no lo estaba escuchando y tenía la vista fija en un punto de la distancia.

-         Coge tu varita  --  le dijo con urgencia  --  Tengo un mal presentimiento

Bill notó dos cosas. La primera y más obvia que estaban en serio peligro, y la segunda que la tormenta parecía haber amainado. No obstante no tuvo ocasión para alegrarse por ello, porque enseguida sintió los pasos que se acercaban.

-         Pero… ¿qué demonios…?  --  comenzó Bill

Unos seres de aspecto horripilante cuya piel era de un morado desagradable, y de sus bocas salían unos tentáculos, se acercaban con paso seguro.

-         Que no se te acerquen  -- urgió Jason e informó de manera sucinta  --  Son ILITHIDS, su poder es la telepatía, te volverá loco y luego se alimentará de tu cerebro  --  y sin perder un segundo  --    ¡FLAGRATUM!

El hechizo fue lanzado con la mayor violencia, de modo que el fuego alcanzó a dos de ellos. Bill imitó a su primo porque en esa ocasión no iba a ponerse delicado con aquellos repugnantes seres que encima podían volverlo loco, de modo que les lanzó el mismo hechizo. Pero Jason notó que la cantidad era muy superior y estaban en verdaderos apuros, de manera que se dejó de delicadezas.

-         ¡Apártate!  --  le gritó a Bill  --  ¡CONFLAGRO!

Unas enormes llamas comenzaron a consumir a aquellos bichos, pero si Bill no lo hubiese escuchado pronunciar el hechizo, habría estado seguro de que Jason había convocado un Fuego Maldito por la velocidad y la violencia con la que estaba destruyendo a los Ilthids. Sin embargo, actuó con ligereza y buen juicio.

-         ¡DEXTERA ABSOLUTUS!

Una vez que convoco el escudo protector, arrastró a Jason con él en dirección a la salida. Afortunadamente y como ya habían notado antes de ser atacados por aquellos asquerosos bichos, la tormenta no había cesado del todo pero había amainado bastante.

-         Aún puede ser peligroso si arrecia  --  dijo Jason  --  pero intentemos largarnos de aquí

Como Bill no podía estar más de acuerdo, iniciaron el camino de regreso.


El día de navidad en La Madriguera se había desarrollado con relativa normalidad, y si no se contaba con las lágrimas de Fleur por la ausencia de Bill, todo podía considerarse normal.

Pero a la hora de la comida, cuando apenas acababan de sentarse, la puerta se abrió dando paso a los dos chicos y un grito jubiloso inundó el comedor. La señora Weasley se levantó para abrazarlos, y un segundo después fue hecha a un lado por Fleur que se colgó al cuello de Bill mientras Jason lo miraba con diversión, y por supuesto no pudo callarse.

-         Después de todo parece que sí vas a saberlo  --  y riendo fue a sentarse al lado de Harry

-         ¿Qué cosa?  --  preguntó Fleur

-         Nada mi amor  --  dijo Bill mirando a Jason con ganas de apalearlo  --  ya sabes que es un payaso.

Cuando estaban por finalizar la comida, otra sorpresa se hizo presente, nada más y nada menos que Percy, pero no venía solo sino en compañía del nuevo Ministro. La señora Weasley abrazó y besó a su hijo, mientras Harry era objeto de la atención del Ministro. Tuvieron una breve y nada agradable charla en el jardín, y Harry esperaba que no se repitiera.

Abigail Llewellyn era una joven estudiante que le había sido asignada a Jason cuando inició sus prácticas en San Mungo, junto con otro estudiante de nombre Silver Stone. Ambos sentían veneración por Jason, no solo porque era un gran sanador, sino porque no era nada egoísta a la hora de compartir sus conocimientos y no daba nada por supuesto, como se quejaban otros de los compañeros de los practicantes, cuando les contaban a sus amigos como eran tratados por otros sanadores.

Aquella fría mañana de diciembre, los dos jóvenes se encontraban en el Hospital y tenían una enorme cantidad de trabajo.

-         ¿Será que toda la comunidad decidió enfermarse hoy?  --  se quejaba Silver

-         Deja de protestar, nadie dijo que el trabajo sería fácil  --  dijo Abigail

-         Claro, pero mientras los sanadores están en sus casas con sus familias, nosotros estamos metidos aquí de cabeza y…

-         Buenos días  --  lo interrumpió una voz conocida  --  ¿Deseando ir a casa Silver?

El chico mudó de expresión al escuchar a Jason y Abigail tuvo que ahogar la risa.

-         Señor… no… yo…

-         Déjate de payasadas Silver ¿Desde cuándo me llamas señor?  --  dijo Jason mientras se quitaba la chaqueta y tomaba la verde de su uniforme

Eso también era cierto, desde el inicio Jason se había negado rotundamente a ser llamado de otro modo que no fuese por su nombre.

-         ¿Cuántas horas llevan haciendo guardia?  --  preguntó Jason

-         Yo voy por doce  --  le contestó Silver  --  pero Abigail está cercana a las veinticuatro

Jason se giró y elevó una ceja.

-         Vete a casa Aby  --  le ordenó

En cuanto terminó de colocarse el uniforme, extendió la mano y Silver le entregó un fajo de pergaminos.

-         ¿Qué tenemos?

-         Nada muy grave hasta dónde he podido ver, pero aún  nos falta revisar a unos cuantos, y no paran de llegar.

-         Sí, ya sé que piensas que todo el mundo decidió enfermarse justo hoy  --  dijo Jason sin levantar la vista de los pergaminos, para enorme vergüenza de Silver  --  Bueno vamos  --  pero al llegar a la puerta se volvió  --  Tú vete a casa  --  le repitió a Abigail y salió

Y la chica miró a Silver con verdaderos deseos de asesinarlo.

-         Por más tiempo que pases a su lado, no te querrá más y lo sabes bien  --  le dijo Silver con disgusto  --  ese hombre solo tiene ojos para una chica, así que haz caso y ve a descansar.

Aquel comentario solo aumento el deseo de Abigail de ahorcar a su compañero, y cada vez que decía algo como aquello ella se arrepentía de haberle confiado sus sentimientos por el sanador, pero ya no podía hacer nada. Se quitó la chaqueta del uniforme, se arregló un poco y salió. Sin embargo, cuando llegó a la altura de la recepción se encontró de  justo con la persona a la que consideraba la más afortunada del mundo.

Hermione aferró el brazo de su madre mientras se detenía frente al deslucido escaparate que servía de entrada de visitantes del Hospital.

-         Hermione, esto es una tienda  --  dijo la señora Granger mirando con preocupación a su hija  --  ¿Te sientes bien?

-         Créeme mamá, es la entrada al Hospital.

Mientras la señora Granger la seguía mirando con preocupación, la chica se dirigía al maniquí para que les franqueara la entrada. Después de seis años, la madre de Hermione estaba acostumbrada a algunas cosas que consideraba extrañas, pero aquello ya era como demasiado y estaba convencida de que su hija estaba realmente mal.

Aquel día se habían levantado muy temprano para ir al Hospital donde trabajaban los Granger, pero luego de salir de allí, Hermione había insistido en ir al Hospital mágico. En cierta forma la señora Granger se sintió un tanto ofendida al interpretar la actitud de su hija como de muy poca confianza en la medicina muggle, como ella la había llamado. La señora Granger estaba muy aliviada de que el médico al que habían consultado, no hubiese encontrado nada en su hija, y aquel empeño de la chica le parecía absurdo. Sin embargo, y para no contrariarla porque desde hacía días había estado muy alterada, había accedido a acompañarla, aunque ahora no estaba segura de si lo que necesitaba Hermione era un Psiquiatra.

No obstante, y mientras pensaba en todo aquello, Hermione la tomó por un brazo y atravesaron el escaparate. La señora Granger abrió mucho los ojos al encontrarse en la recepción del Hospital, pero decidió guardar prudente silencio. Caminaron hacia el mostrador de recepción y Hermione se detuvo ante él.

-         Buenos días señorita  --  saludó a la recepcionista  --  ¿Se encuentra el sanador Jason Prewet?

-         Sí, pero tendrá que esperar si quiere ser atendida por él, porque está…

-         Yo me haré cargo Carol, gracias  --  la interrumpió una voz a sus espaldas y Hermione se giró  --  Buenos días Hermione  --  la saludó la chica

Hermione buscaba frenéticamente en su memoria, sabía que la conocía pero no recordaba su nombre.

-         Abigail  --  dijo la joven  --  soy una de las estudiantes en prácticas del sanador Prewet.

-         Oh claro, disculpa Abigail  --  contestó Hermione apenada

-         Descuida, vengan conmigo.

Siguieron a la joven por el pasillo que conducía al consultorio de Jason y se detuvieron ante la puerta.

-         Esperen un momento aquí, probablemente esté atendiendo a algún paciente.

-         Pero no es necesario que lo interrumpas, puedo esperar.

-         Me costaría muy caro no avisarle  --  le aseguró la chica y entró sin agregar nada más

Pero no habían transcurrido ni un par de minutos cuando Jason salió con la alarma pintada en el rostro.

-         ¡Hermione!  --  exclamó sujetándola por los hombros  -- ¿Estás bien?

-         Sí, no quise interrumpir Jason. Termina de atender a tus pacientes, yo puedo esperar.

-         De ningún modo, Silver se hará cargo  --  y tomándola por un brazo la condujo hacia otro cubículo y por el camino recuperó sus buenos modales  --  Señora Granger  --  dijo a modo de saludo, entraron y se volvió hacia ellas  --  ¿Y bien? ¿Qué te sucede?

Sin embargo, antes de que ella abriese la boca él sintió un vacío en el estómago, pero se negó a ello.

-         Jason…  --  comenzó Hermione  --  creo… creo que estoy embarazada.

Ese día y en ese momento Jason se graduó en el arte del autocontrol, porque todo lo que deseaba  era gritar, pero por encima de todo, quería asesinar a Remus Lupin. No obstante, de la forma más profesional y con la mayor serenidad extendió su mano y la condujo hasta una camilla indicándole que se reclinara en ella.

-         ¡CONFESSUS SUM INFANTIS!  --  murmuró mientras pasaba su varita por encima de la zona abdominal

Nadie lo notó pero su mano tembló de forma imperceptible mientras hacía la comprobación. Una luz plateada con un brillo intenso salió del cuerpo de Hermione, y él cerró los ojos con fuerza durante unos segundos aun negándose a creerlo, aunque sabía perfectamente que no había posibilidad de error. Los abrió de nuevo y volvió a pasar la varita.

-         ¡REVELIUM ET TEMPORIS!

Ahora ante sus ojos apareció una tablilla en forma de regla, y un punto de luz titilaba en una zona específica de la tablilla. Luego de eso bajó la varita y miró a la chica.

-         Puedes suprimir el “creo”  --  le dijo  --  tienes dos semanas de embarazo


Nunca unas palabras que suponían felicidad en la mayoría de los casos, le habían causado a Jason tanto dolor.

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