Aunque Jason había querido levantarse su tía se
lo impidió, lo que ocasionó una incómoda discusión entre ellos, donde él
argumentaba que estaba en perfectas condiciones para hacerlo y Molly decía que
era tan necio como su padre. Finalmente, Jason había tenido que ceder después
de una acalorada discusión entre él, su tía, Bill y Hermione.
-
Si es
necesario te amarraré a la estúpida cama, Jason Prewet --
dijo como amenaza final la castaña
No pudo levantarse hasta el día anterior a la
partida de los chicos de vuelta a Hogwarts, día en que recibió la visita de
Dumbledore que había pedido a Molly que los dejase solos.
-
¿Y
bien? --
preguntó el chico mirando a Bill y a Dumbledore --
Díganme que todo esto valió la pena.
Bill sonrió, extrajo un pergamino de su bolsillo
y se lo entregó.
El que cruce este arco deja
atrás su vida, esto representa el olvido y la nada. Ninguna magia te traerá de
vuelta, ningún hechizo te devolverá lo perdido. Tienes una oportunidad de
retroceder, pero solo el Viscum Album y el tiempo serán tus aliados.
Jason
leyó con detenimiento la traducción y repitió su lectura un par de veces.
Varias cosas le quedaron claras. La primera, que Sirius sin duda había tenido
mucha suerte, ya que no había llegado a cruzar el arco por completo. La
segunda, que necesitaban con urgencia conseguir Muérdago Blanco, y la tercera, que era probable que aún tuviesen
que enfrentar otro problema que solo el tiempo ayudaría a solucionar.
-
¿Es útil la información? --
preguntó Bill
-
Sí
-- contestó el chico -- pero plantea un par de asuntos que debemos
resolver.
-
¿Y serían? --
ahora fue Dumbledore el que preguntó
-
Primero, debemos conseguir Muérdago
Blanco, lo que no será fácil, ni pronto
-
¿Por qué?
-- preguntó Bill con
extrañeza -- No es tan difícil…
-
Sí lo es
-- lo interrumpió Jason
-
No es cualquier muérdago ¿no? --
dijo Dumbledore
-
No
-- reconoció Jason --
Tendremos que hacer un “agradable” viajecito hasta los Highland, específicamente ascender el Ben Nevis.
-
No veo el problema --
dijo Bill
-
Créeme
-- dijo Jason --
“es” un problema. El ascenso no es sencillo, el frío es devastador y hay
toda clase de criaturas de naturaleza nada amigable.
-
De acuerdo --
asintió Bill -- pero en primer lugar ¿por qué tendríamos que
ascender como muggles? ¿No podemos
aparecernos allí coger el Muérdago y ya?
-
No
-- esta vez fue Dumbledore quien intervino --
supongo que estás al tanto de que hay lugares mágicos que están
protegidos de forma natural contra las intromisiones forzadas.
-
Sí
-- asintió Bill -- y supongo que este es uno, y que no sirve el
Muérdago de otro lugar ¿no? -- finalizó mirando a su primo
-
Así es. Y aparte de eso, no podemos ir en
cualquier momento, porque el Muérdago ha de ser recogido durante el Solsticio
de Invierno, es decir, debemos esperar hasta diciembre.
-
¡Diablos!
-- exclamó Bill
Guardaron
silencio durante unos momentos, luego de los cuales Dumbledore se dirigió a
Jason nuevamente.
-
Hablaste de “un par” de asuntos. Ya
planteaste uno ¿Cuál es el otro?
-
Es algo que debo confirmar --
dijo él -- Verán, después que extraje el brazo del arco,
a los pocos segundos perdí toda la sensibilidad en él, era como si simplemente
no estuviese allí.
Dumbledore
y Bill se miraron llegando aparentemente a la misma conclusión, aunque Bill
pensó en algo más.
-
Bien, eso explicaría de cierta forma ese
sueño de Sirius ¿no? -- dijo Dumbledore
-
Y explica también que no hubieses notado
que te habían herido, y que te hubiesen herido en realidad --
agregó Bill
-
Lo noté, créeme -- aseguró Jason --
solo que no sentí ningún dolor, y ciertamente no podía mover el brazo,
lo que les facilitó acertarme. Y sí, también explica el sueño de Sirius y la
ausencia de respuesta a los estímulos de cualquier especie.
-
Pero ya has recuperado la sensibilidad y
los movimientos ¿no?
-
No del todo --
reconoció Jason -- no siento dolor aún y los movimientos son
bastante torpes todavía. Suponiendo que
ese sea uno de los efectos del arco, yo solo lo deslice en su interior unos
pocos segundos y todavía estoy sufriendo los efectos. Sirius permaneció allí
durante un tiempo mucho mayor, así que sin ninguna ayuda es probable que
despertase en algún momento dentro de varios años, con la ayuda del Muérdago es
posible que lo haga antes pero no puedo decir cuánto tiempo antes, así como no
puedo garantizar las condiciones en las que despierte.
-
¿Qué quieres decir? --
preguntó Dumbledore
-
Según la traducción cruzar el arco
representa “el olvido y la nada” --
dijo citando lo que decía el pergamino
-- de modo que no sé qué otros
efectos pueda tener aparte de ese sueño. Tendremos que esperar a que mi brazo
sane completamente para tener una idea aproximada de lo que sucederá cuando él
despierte.
-
De acuerdo -- dijo Dumbledore -- nos
ocuparemos de ello cuando suceda -- y
luego le preguntó -- ¿Ya estás en condiciones de volver al
trabajo?
-
Claro que lo estoy
-
No seas necio Jason --
intervino Bill -- acabas de decir que tu brazo aún no está del
todo bien.
-
Sí, pero eso no me impide volver a mi
trabajo en el Hospital -- y luego miró a Dumbledore --
¿Han averiguado algo más acerca de los sujetos que nos atacaron?
-
No mucho, con todo el revuelo que causó
la intromisión en el Ministerio, Scrimgeour está casi convencido que fue obra
de los mortífagos.
-
¿De veras? --
preguntó Jason riendo con sorna
-
Causaste un verdadero caos --
agregó Dumbledore -- destrozaste la mitad del Atrio y les llevó
algún tiempo reparar todos los daños.
-
Bueno, les viene bien ocuparse en
algo --
dijo Jason con desparpajo y Dumbledore no le quedó más que sonreír
Aquel
chico había sido uno de los alumnos más aventajado que había conocido y habría
apostado cualquier cosa a que terminaría convirtiéndose en un Auror muy
poderoso, pero para su sorpresa el chico decidió seguir la carrera de sanador,
y no era que Dumbledore denigrase de aquella profesión que de hecho le parecía
muy noble, pero le parecía que no iba de acuerdo al enorme poder del chico. Era
la segunda vez que se equivocaba con
respecto a las inclinaciones de un alumno. La primera vez había sido con Tom
Riddle y ahora con Jason. Afortunadamente Jason había escogido el lado correcto
y aunque en ocasiones podía mostrarse duro y hasta cruel, Dumbledore estaba
convencido que jamás cruzaría el límite.
Jason
insistió en acompañar a los chicos a la estación a pesar de las ruidosas protestas de Molly. Ese año
el Ministerio les había enviado coches nuevamente, y una guardia “apropiada”,
aunque a Harry le habría gustado mucho más la jovial compañía de Hagrid o de
Tonks, pero las únicas caras conocidas aparte de los señores Weasley, eran las
de Jason y Lupin.
Jason
soportó con estoicismo la despedida entre Hermione y Remus, pero luego se
acercó a la chica para despedirse él.
-
Quiero agradecerte todos tus cuidados
mientras estuve mal -- le dijo
-
Jason…
-
Ya lo sé
-- la interrumpió -- sé
que lo hiciste porque me aprecias y no estoy esperando nada más, pero igual te
lo agradezco.
Aquello
era una mentira del tamaño de todo King’s Cross, porque ciertamente esperaba
mucho más, pero eso no iba a decirlo naturalmente. Sonrió con inocencia a la
chica que le devolvió la sonrisa.
-
De acuerdo --
dijo ella -- me alegra haber estado allí, pero ahora
quiero que me prometas algo -- y él elevó una ceja en forma
interrogativa -- prométeme que vas a cuidarte y que no harás
tonterías.
-
Específica lo que quieres decir con
“tonterías” -- le dijo con la sonrisa bailando en sus labios
-
Ya lo sabes Jason --
dijo ella con exasperación
-- no vayas por ahí ofreciéndote
de “blanco”
En
este punto Jason rió y le sujetó las manos.
-
Linda, no voy por ahí ofreciéndome de
“blanco” como dices, pero prometo cuidarme solo porque si me hieren nuevamente,
no te tendré de enfermera.
Ambos
rieron y Jason tomó entre sus dedos el dije de la cadena que pendía del cuello
de ella.
-
Me alegra que no te hayas negado a conservarla y seguir usándola.
En ese
momento sonó el último silbato y ella le dio un apresurado beso en la mejilla y
corrió hacia el expreso. Jason sonrió y se volvió para encontrarse con los ojos
de Remus. Le bastaron unos pocos segundos para “ver” con exactitud lo que él
estaba pensando en esos momentos.
-
¿Qué se siente al estar del otro lado,
profesor? -- y sin esperar respuesta caminó hacia la
barrera
Mientras
atravesaba la barrera se llevó la mano a su propio dije y sonrió de nuevo. Hermione no lo sabía, pero ambos
tenían un hechizo y de esa manera él siempre sabría si ella estaba en peligro y
viceversa. De modo que le alegraba que siguiese llevándolo.
Harry
se sintió tremendamente abandonado una vez que subió al expreso, porque Ron y
Hermione tenían que ir a la reunión de los prefectos y Ginny había quedado con
Dean. De modo que se reunió con Neville y con Luna, tratando de ignorar las
miradas de todos, no le resultaba muy difícil imaginar lo que estaban pensando.
Después de todo lo que había estado publicando El Profeta con el nuevo calificativo que le habían endilgado,
supuso que todos estaban preguntándose si realmente él era El Elegido, y qué significaba ello en realidad.
Cuando
habían ido de compras al Callejón Diagon, y mientras visitaban Sortilegios Weasley, habían seguido a
Malfoy y desde entonces Harry estaba obsesionado con lo que supuestamente y
según sus propias conclusiones, se traía el rubio entre manos. De modo que
cuando sus amigos entraron al compartimiento siguió dándoles la lata con el
mismo asunto.
En
algún momento del viaje a Neville y a Harry les llegó una invitación del nuevo
profesor para ir a su compartimiento. Los chicos se presentaron allí, pero
resultó una reunión bastante aburrida, y Harry llegó a la conclusión de que a
aquel individuo simplemente le gustaba rodearse de personas que tenían algún
tipo de fama, buena o mala, porque en su opinión y en el caso de Belby,
ciertamente el tener una madre que contaba en su haber con varios maridos que
habían muerto en extrañas circunstancias dejándole mucho oro, no era la mejor
de las publicidades.
Pero
una vez que abandonaron el compartimiento, a Harry se le ocurrió la “brillante”
idea de seguir a Belby, porque éste formaba parte del usual séquito de Malfoy,
de modo que no tuvo dudas de que iría a reunirse con su amigo, y si era así,
tal vez podría averiguar algo. Así que se echó la capa invisible por encima y
fue tras él.
No
obstante, no fue mucho lo que pudo averiguar y para colmo de males Malfoy lo
descubrió, y lo dejó petrificado y cubierto con su propia capa, después de
haberle roto la nariz de una patada. Para su buena fortuna Tonks patrullaba y
al no verlo entre el grupo que había bajado en la estación, decidió revisar el
expreso y dio con él.
Aquel
año estaba resultando una verdadera pesadilla para Hermione. En principio
resultó que el nuevo profesor no sería el maestro de DCAO como habían supuesto,
sino de Pociones, por lo tanto Snape consiguió
lo que había estado deseando desde siempre. Aunque aquello también
supuso que Harry y Ron pudiesen continuar con Pociones ya que Slughorn no era
tan exigente, trajo así mismo otra preocupación para Hermione, porque como los
chicos no habían comprado los textos de esa asignatura, el profesor los había dejado
usar unos viejos libros que estaban en el armario, pero el que estaba usando
Harry estaba lleno de anotaciones y a Hermione le causaba desazón aquello, y no
precisamente por lo que ellos decían en cuanto a que gracias a ello, Harry
estaba consiguiendo posicionarse como un aventajado alumno de Pociones, sino
porque le daba “mala espina”
Por
otro lado, Ron se comportaba como un idiota con Lavender. Ella no tenía nada en
contra de la chica, ni de la relación en sí, pero opinaba que podían ser un
poco más discretos.
Las
clases de Harry con Dumbledore, más que clases habían resultado unas sesiones
informativas acerca de la vida de Voldemort desde que entró a Hogwarts. Y
aunque no le habían visto la utilidad a aquello, sin duda debía tener una, como
sostenía Hermione. Probablemente aquel conocimiento lo ayudase de algún modo a
defenderse de Voldemort.
Una
noche Hermione volvía de la Biblioteca y caminaba distraída cuando se sintió
repentinamente inmovilizada por un par de brazos. Evidentemente no había tenido
oportunidad de sacar su varita, pero tampoco la tuvo para gritar, ya que una
mano se cerró sobre su boca. Inmediatamente pensó en McLaggen, un individuo
sumamente irritante que había estado persiguiéndola de forma incansable, y ya
estaba haciendo planes de cómo hacerle pagar aquello, cuando sintió que le
daban vuelta para encontrarse con un par de ojos dorados.
-
¡Remus!
-- exclamó cuando él retiro la
mano de su boca
-
Shhh… o tendré que volver a silenciarte,
aunque… -- no terminó la frase sino que sus labios
descendieron sobre los de ella -- creo que esta también es una buena forma de
imponerte silencio -- dijo sonriente cuando alzó la cabeza.
-
¿Qué estás haciendo aquí? --
preguntó Hermione aún sorprendida pero muy feliz de verlo
-
Dumbledore ha considerado prudente que
algunos miembros de la Orden patrullen los pasillos de la escuela,
especialmente en las noches -- esta era una verdad a medias, porque aunque
era cierto que el director había decidido aquello, de hecho él estaba viviendo en el Castillo
desde las vacaciones
-
¿Por qué? ¿Acaso teme un ataque a la
escuela? -- volvió a preguntar con los ojos muy abiertos
-
Hay que estar prevenidos para todo linda,
especialmente si hay señoritas que se pasean a horas indebidas por pasillos
desiertos -- dijo con un asomo de sonrisa
-
Soy una Prefecto, de modo que tengo… --
pero se detuvo al ver que él se estaba burlando de ella
-
Vamos
-- dijo él
-
¿A dónde?
Pero
él no le contestó sino que prácticamente la arrastró consigo. Por un momento
ella pensó que se dirigían a la Sala de los Menesteres, pero pronto cambió de
parecer al ver que tomaban otra dirección. Después de subir y bajar varios
tramos de escaleras, se encontraban en un lugar del Castillo que ella no
recordaba haber visto antes. Se detuvieron finalmente ante una puerta, Remus la
abrió y entraron. Hermione vio con asombro que era algo parecido a la suite de un hotel. Había una pequeña
estancia con una mesa y un par de sillones, y más allá lo que dedujo sería la
habitación.
-
No conocía esta parte del Castillo --
dijo ella
-
¡Ah! Eso es porque no eres una merodeadora -- le
contestó él sonriendo, y luego agregó
-- Este es un lugar que
acondicionó Dumbledore para que descansemos los miembros de la Orden cuando
estamos de servicio en el Castillo.
Aquello
era una mentira manifiesta, y Remus se sintió algo culpable por tener que
mentirle, pero no podía bajo ninguna circunstancia, decirle que en un lugar
exactamente igual y al lado, se encontraba Sirius.
Hermione
no regresó a la Torre de Gryffindor hasta la hora previa al amanecer. Se
despidieron con un apresurado beso, pero cuando ya la Señora Gorda le había franqueado la entrada, la chica se volvió.
-
¿Cuándo estarás de guardia de nuevo?
-
No lo sé amor, yo te aviso --
ella le sonrió y se apresuró a entrar
Remus
pensó que tendría que echar mano de todo su autocontrol para no hacer de
aquello una costumbre, o podrían tener muchos problemas.
-
No lo puedo creer señor Lupin --
escuchó que decía la Señora Gorda -- si
se hubiese tratado del señor Black no me habría extrañado, pero… ¿usted?
Remus
sintió que la sangre invadía su rostro, pero murmuró algo que esperaba fuese
una disculpa apropiada, y se marchó a toda prisa pensando que en realidad se
estaba comportando como un escolar irresponsable, y como dijo la Señora Gorda de un modo más propio de
Sirius que suyo.
A
mediados de octubre, tuvo lugar la primera salida a Hogsmeade, y en ella
Hermione y Harry tuvieron un desagradable encuentro con Mundungus Fletcher, y
para justificada indignación de Harry, aquella “rata miserable”, como le había
gritado, trataba de vender objetos robados de la casa de Sirius. Sin embargo,
Harry no pudo descargar su furia como le habría gustado porque el hombre se
desapareció tan pronto como le fue posible. Y mientras Harry gritaba,
aparecieron Tonks y Jason.
-
No pierdas el tiempo Harry -- le
dijo Tonks -- ya debe estar en Londres.
-
Será mejor que se resguarden de este
frío --
les dijo Jason quitándose su capa y colocándosela a Hermione sobre los
hombros
Jason
los acompañó hasta Las Tres escobas
mientras Tonks se iba a otro lugar. Harry se pasó todo el rato despotricando en
contra de Mundungus y finalmente decidieron volver al castillo. Jason se
despidió de ellos y emprendieron el camino de regreso. A mitad de camino vieron
a Katie Bell y a una compañera suya que iban un poco más adelante detenerse y
parecían discutir. Pero al minuto siguiente vieron a Katie elevarse por los
aires y unos segundos después emitió un horrible chillido y cayó al piso
helado.
Hermione
se había llevado la mano en forma automática al pecho y ahogó un grito cuando
vio caer a Katie, pero en seguida corrieron hacia ellas. No sabían muy bien qué
hacer, de modo que Harry les dijo a las chicas que se quedaran con Katie
mientras él corrió a todo lo que daba en dirección al Castillo en busca de
ayuda. Sin embargo, no fue necesario llegar hasta el Castillo porque en su
frenética carrera había chocado con Hagrid y regresó con él. Y justo llegando
ellos, se apareció Jason al lado de Hermione.
-
¡Jason!
-- exclamó la castaña asombrada
-
¿Estás bien? --
preguntó él haciendo un rápido inventario visual de la situación
Ella
asintió y mientras Hagrid levantaba a Katie en brazos para dirigirse al
Castillo, Hermione le relataba a toda prisa a Jason lo sucedido. Harry estaba
inclinándose a recoger algo del piso cuando la mano de Jason se cerró con
fuerza sobre su hombro.
-
¡No!
-- le dijo
Hizo
aparecer un grueso trozo de tela y con cuidado puso lo que parecía un collar
junto con su envoltura sobre la tela, lo envolvió todo y partieron hacia el
Castillo.
Los
chicos fueron interrogados acerca de lo sucedido y luego les informaron que
Jason había ordenado el traslado de Katie a San Mungo, porque dada la gravedad
de lo sucedido no podría ser tratada adecuadamente en el Castillo. Al parecer
el collar le fue entregado por alguien a Katie en Las Tres Escobas, pero su compañera no sabía por quién. El mismo
contenía un poderosa maldición cuya finalidad era la de dar muerte a quién lo
usase, afortunadamente Katie apenas lo había tocado, pero aun así los
resultados habían sido nefastos.
Harry
no tuvo ninguna duda de que aquello era obra de Malfoy, porque recordaba
perfectamente que había visto aquel objeto en Burgin y Burks, pero no teniendo pruebas con que sustentar su
teoría, nadie se mostró dispuesto a escucharlo.
De ese
modo llegaron a Diciembre. Harry seguía empeñado en su cacería a Malfoy sin
conseguir nada. Pero había venido a sumarse otro asunto a la ya muy enredada
mente del chico, porque desde el día que habían encontrado a Ginny besándose
con Dean, Harry había sostenido un conflicto interno consigo mismo. En aquel
momento había sentido verdaderos deseos de matar a Dean, y en un principio
pensó que se trataba de los naturales celos de hermano, pero una vocecita no se
cansaba de susurrarle la insidiosa pregunta de por qué no se sentía de igual
modo con respecto a Hermione. De modo que descubrió por el camino difícil, que
en realidad se había enamorado de la pelirroja y cada vez que la veía en
compañía de Dean, le entraban unas ganas inmensas de comenzar a romper cosas, y
si entre esas cosas pudiese estar la cabeza de su compañero, mucho mejor.
Por
otro lado, Harry estaba muy preocupado por Hermione, la chica había tenido una
feroz discusión con Ron, por lo que ella llamaba “su descarado romance” con
Lavender. Según ella, no tenía nada de malo que estuviesen de novios, pero las
exhibiciones públicas de él, era lo que le parecía de mal gusto y decididamente
un mal ejemplo para los más pequeños. Esas discusiones se habían hecho constantes,
pero habían llegado a su punto máximo una noche a principios de diciembre,
cuando Harry entró a la Sala Común y casi retrocede al escuchar los gritos.
-
¡Eres un Prefecto Ronald, debes dar buen
ejemplo a los alumnos más jóvenes!
-
¿Y acaso estar enamorado es un mal
ejemplo?
-
Estar enamorado no, pero lo que ustedes
hacen es… es… de mal gusto -- finalizó ella de manera más amable de lo que
se habría esperado dado el tono de la discusión
-
Ahora resulta que los besos son de mal
gusto para doña perfecta -- dijo con acidez
-
No seas estúpido Ronald Weasley, no son
los besos, es la exhibición pública y descarada que hacen ustedes, parecen a
punto de comerse el uno al otro, sin tener en cuenta que hay niños en la Sala
Común.
-
¿Pues sabes algo? --
dijo mirándola con desagrado y Harry se apresuró a acercarse a su amiga,
porque algo en la mirada de Ron lo asustó
-- Prefiero hacerlo públicamente
y no como hiciste tú, que engañaste a mi primo y a todos en realidad, porque
mientras estabas con él, por el otro lado mantenías una relación con…
-
¡Basta Ron! --
intervino Harry
Hermione
había mudado de expresión, estaba extremadamente pálida y de no ser porque
Harry estaba a su lado probablemente habría caído al piso, porque
repentinamente sintió que las piernas dejaban de sostenerla. Ron la miró por
unos segundos y Harry no estaba seguro si lo que vio en los ojos de su amigo
fue arrepentimiento, porque se marchó muy de prisa. Lo cierto es que a partir
de aquel día, las relaciones entre Ron y Hermione prácticamente se rompieron.
Harry
se mantenía neutral y no le hablaba a ninguno de los dos del otro, pero era una
situación muy incómoda para él, y lo peor era que estaba
viendo como Hermione parecía estar deteriorándose día a día.
El día
de la fiesta de navidad de Slughorn, Harry que había decidido finalmente ir con
Luna, que al fin y al cabo era su amiga, y no ninguna de las chicas que no
cesaban de perseguirlo, especialmente Romilda Vane, descubrió a Snape
ofreciéndole ayuda a Draco para lo que fuese que estaba haciendo el rubio.
Aquello confirmó sus sospechas con relación a Malfoy y ahora no podrían decir
que alucinaba o imagina cosas, porque entre otras cosas escuchó claramente
cuando Snape le decía que le había hecho a la madre de Draco un Juramento
Inquebrantable, para ayudarlo. No pudo contarle eso a Hermione, porque la chica
se había marchado temprano y esas navidades las pasaría con sus padres, debido
a las tirantes relaciones con Ron. Y para su decepción, todos dijeron que
probablemente Snape lo había hecho siguiendo órdenes de Dumbledore, pero algo
seguía diciéndole a Harry que no era así.
Nadie
sabía entonces, cuánta razón tenía el chico y lo pronto que los hechos
confirmarían lo acertado de sus instintos.
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