Al filo de la navaja

Al filo de la navaja
Nuestro pasado no determina nuestro futuro, son nuestras decisiones y nuestras acciones las que lo hacen. Así como tampoco somos responsables por lo que nuestros antepasados hayan hecho o pretendido hacer de nosotros, pero sí lo somos de lo que decidamos hacer con ello. El pasado es un hecho, el presente lo construimos segundo a segundo, y el futuro es un lugar incierto que siempre nos mantendrá… Al Filo de la Navaja

sábado, 28 de junio de 2014

Cap. 02 Otro Mundo



Tras su desaparición del mundo mágico, Remus Lupin se había ido a vivir a Rossendale, un pequeño poblado rural perteneciente al Condado de Lancashire, al noroeste de Inglaterra.

El sabía que vivir entre muggles, no resultaría tan sencillo, pero por el momento, no quería tener nada que ver con sus congéneres. De modo que adquirió una pequeña vivienda abandonada a las afueras del pueblo, y luego de ponerla en condiciones, se planteó qué hacer y cuál sería su historia.

Decidió que dada su facilidad y paciencia para la enseñanza, se dedicaría a aquella actividad, y la materia en la que podría instruir a sus futuros estudiantes sería Historia Universal, afortunadamente y gracias a su pasión por la lectura, tenía amplios conocimientos en aquella área. De modo que a la mañana siguiente, se fue a la Oficina de Correos, a la tienda de comestibles, y al Salón de usos múltiples de la parroquia, y previo permiso de los encargados de cada lugar, colocó pequeños avisos ofertando sus servicios.

En la oficina de correos, un parlanchín encargado quiso saber de todo, desde dónde había nacido, hasta la razón que lo había llevado “al fin del mundo” como llamaba él a aquel lugar. Lo mismo le sucedió en la tienda, pero en este lugar las preguntas fueron hechas por una sonriente dependienta, aparentemente más interesada en su situación sentimental, que en las otras áreas de su vida. Y en el salón de la parroquia fue discretamente interrogado por el secretario de la misma. La historia que contó, fue que era profesor pero había decidido buscar un lugar tranquilo para dedicarse a la escritura. Que se ausentaba una vez al mes para visitar a su madre, y no tenía más parientes.  

Asimismo, fue informado en cuanto a las actividades comunes de la población, festividades y habitantes más notorios. Se enteró que solo había dos instituciones educativas de nivel medio, y tres escuelas de párvulos. De modo que pensó, que no tendría muchos alumnos, en caso de que llegase a tener alguno.

Sin embargo, y contrario a lo que había pensado, tres días después de publicados sus anuncios, se presentó su primer alumno. Era el hijo del dueño de la tienda, y la verdad era que el chico no solo iba muy mal en la materia que en la que él ofrecía sus servicios, sino en casi todo. De modo que Remus hizo mucho más de lo que se suponía, y eso le valió le rápido reconocimiento de los habitantes, y llevó muchos más chicos a recibir sus clases. El asunto es que tuvo que extender el área de enseñanza y no limitarla solo a la Historia.

Si bien Remus no era feliz, porque pensaba que nunca podría serlo, al menos estaba logrando una vida relativamente normal. Pero la normalidad no había sido hecha para él. Cuando llevaba casi un año en aquel lugar, conoció a un chico. Su madre había solicitado sus servicios, porque el pequeño Jason no avanzaba en sus clases ya que no lograba aprender a leer. Remus aceptó el encargo, pero cuando la madre llevó al niño, él estuvo seguro de dos cosas. La primera que el niño no tenía problema alguno, y la segunda, que aquel chico era un mago.

Para esa fecha, Jason tenía siete años, de modo que iba muy atrasado con relación a sus compañeros de clase, pero la razón era tan sencilla, como que se aburría. Remus descubrió que sabía leer perfectamente, al igual que tenía habilidad en las operaciones matemáticas básicas. Así que se dedicó a impartir el conocimiento de manera diferente, y a sabiendas que aquello le sería perfectamente inútil en el mundo al que sin duda ingresaría, deslizó conocimientos de otra índole y que le serían mucho más prácticos.

Cuatro años después, los padres de Jason anunciaron súbitamente, que se cambiaban de localidad, ya que el padre del chico había recibido una herencia. Remus sonrió cuando el encargado de la oficina de correos, que seguía tan hablador como siempre, le dio la “sorprendente” noticia.  Cuando llegó el momento de que la familia se marchara, Remus se acercó a la estación, y buscó un momento a solas con el chico.

-             Jason, trata de recordar todas nuestras clases en tu nueva escuela  - le dijo – estoy seguro de que te van ser muy útiles.
   
Una vez que abandonaron el pueblo, nadie volvió a saber nada más de ellos. Y Remus tampoco sabría nada, hasta varios años más tarde.

El tiempo avanzó sin mayores cambios. Dumbledore cumplió su palabra y no intentó convencerlo de volver. Le escribía ocasionalmente, por navidad o por su cumpleaños y nada más. Y por su parte Remus nunca preguntó nada acerca de lo que sucedía en el mundo mágico.

El día que Harry cumplía once años, Remus sintió la necesidad de verlo. Se dirigió a Privet Drive, pero aunque pasó largo tiempo parado cerca de la casa, no vio al chico. Hubiese querido llamar a la puerta y preguntar por él,  pero sabiendo que no podía hacerlo se marchó de allí cabizbajo, y terminó en el cementerio del Valle de Godric.

-             Hoy cumple once años, James  -  dijo con tristeza  -  En ausencia de ustedes, me habría gustado poder darle un abrazo. Habría querido verle la cara al momento de recibir su carta, y me habría gustado mucho poder acompañarlo al Callejón Diagon. Pero nada de eso ha sido posible. Aún así, estoy seguro que Dumbledore velará por él.

Estuvo allí un rato más y luego se marchó con el mismo sentimiento de pesar que en otras ocasiones, y con un enorme vacío en su corazón.

A pesar de que su vida era aparentemente normal y apacible, en realidad tenía un serio problema, y nadie podía ayudarlo. A medida que habían ido pasando los años, sus transformaciones se habían ido haciendo más dolorosas, y dejando más huellas en su humanidad.  Las personas comenzaban a preocuparse seriamente por su salud, e incluso un médico de la localidad se había ofrecido a examinarlo para determinar la razón de su precaria salud.

En la navidad de aquel año, las cosas se pusieron difíciles. En su época escolar sus amigos velaban porque se hiciera el menor daño posible, pero desde que sus transformaciones tenía lugar en solitario, tenía peleas con otras criaturas del bosque o se hacía daño yendo de un lugar a otro. En la de ese mes, se había roto un par de huesos, y no siendo especialmente hábil en la cura de los mismos, se había visto obligado a guardar cama.

Aquella circunstancia había causado la sincera preocupación de algunos de sus vecinos, quienes insistieron en que fuese examinado por el médico, y como era natural él no podía permitirse tal cosa. De modo que aquella noche, y con enorme pesar, tuvo que abandonar el lugar que había sido su hogar durante lo últimos diez años.

Durante el próximo año y medio, estuvo vagando de un lugar a otro, sin conseguir sentirse a gusto en ninguna parte, y sin medios estables para mantenerse. En junio de aquel año, no tenía idea de cómo, pero a raíz de una dolorosa y muy violenta transformación, había logrado llegar a San Mungo.

Su cerebro comenzó a devolverle la consciencia, y en la lejanía escuchaba voces aunque no lograba identificarlas. De modo que se concentró en tratar de ubicarse. Su desarrollado olfato le indicó que se encontraba en un hospital, ese olor era característico.  Por un momento tuvo la loca y desesperada idea de haber perdido el conocimiento en alguna vía pública, y haber terminado en algún hospital muggle, pero poco a poco se fue tranquilizando y su memoria le fue proporcionando la información. Recordó haber llegado a San Mungo, y que lo último que había dicho, cuando le preguntaron si podían avisar a alguien, era haber mencionado a Dumbledore.

Cuando finalmente su cerebro envió la orden a sus ojos de abrirse, lo primero que vio fue el rostro del anciano profesor que lo miraba con preocupación.

-             ¿Cómo te sientes?  -  preguntó

-             No estoy seguro, profesor  -  dijo con honestidad

-             ¿Por qué esperaste tanto Remus?  -  le preguntó  --  ¿Por qué no me habías buscado?

En un primer momento no entendió,  y Dumbledore debió notarlo.

-             Esperaste llegar a un estado deplorable para buscar ayuda. Los sanadores aún no se explican cómo estás vivo. Llegaste aquí mal herido, habías perdido mucha sangre, y cercano a morir de inanición.

Remus se sintió sumamente avergonzado, pero no le quedó más remedio que contarle al hombre, todas las vicisitudes por las que había pasado en el transcurso del último año.

-             Creo que finalmente había decidido morir  -  dijo  -  de modo que no sé cómo llegué hasta acá.

-             No importa lo que hayas decidido, tu subconsciente te protegió, y el instinto de supervivencia del lobo, evitó que murieras tan inútilmente.

-             ¿Inútilmente?  Profesor, “mi vida” es inútil. No tengo nada, no tengo a nadie y la maldición de mi condición, me impedirá hacer nada ni en este mundo, ni en el muggle. ¿Qué sentido tiene entonces continuar?

-             Te equivocas Remus, toda vida es útil, y toda vida tiene un sentido y un propósito. Y ciertamente no permitiré que te hagas esto.

Transcurridos unos días después de aquella conversación, Remus se había recuperado un poco. La alimentación adecuada, y lo cuidados que le habían proporcionado los sanadores de San Mungo, había obrado dichos cambios. Se repuso lo suficiente como para que lo dejaran salir. Y Dumbledore no aceptó sus protestas, de modo que se fue a una pequeña vivienda propiedad del anciano director.

Una tarde de finales de julio, el profesor se presentó como solía hacerlo a menudo desde que él estaba allí. En aquellas charlas, le había contado todo cuanto había hecho durante aquellos años, recordando con especial cariño a cada uno de los niños a los que había enseñado.

-             Remus, hoy vengo a hacerte una propuesta  -  dijo el director  -  y espero sinceramente que cuente con tu aprobación y por tanto, la aceptes.

-             ¿De qué se trata?  -  preguntó con curiosidad

-             Quiero que vengas a Hogwarts, en calidad de Profesor de DCAO

Por un momento Remus pensó que había escuchado mal, pero después una rápida sucesión de imágenes pasaron a gran velocidad por su mente. Se sintió feliz y agradecido, pero casi inmediatamente su cerebro le envió una señal de alarma, que lo obligaba a rechazar la generosa oferta.

-             Profesor, soy un…

-             Creo que estarás de acuerdo conmigo, en que estoy perfectamente al tanto de lo que eres  -  lo interrumpió él 

-             ¡Soy un peligro para los niños!  -  exclamó

-             Remus, no lo fuiste en tu época escolar y ciertamente mucho menos lo serás ahora. Por favor siéntate y escúchame  -  y con cierta reticencia, lo hizo  -  La Casa de los Gritos sigue estando en su lugar, por una parte, y por la otra, Severus es un hábil elaborador de pociones, y gracias a eso la Poción Mata Lobos, hoy en día puede funcionar con éxito. De modo que no necesitarás sufrir ni el dolor ni los peligros de la transformación.

-             Pero todos saben lo que soy, los miembros del Consejo se negarán a que yo esté cerca de los niños   -  dijo sin atreverse a concebir falsas esperanzas

-             Te olvidas que mi opinión aún tiene cierto peso en la comunidad mágica, Remus. Créeme, ya todo está resuelto.

Después de unos minutos más de argumentar inútilmente, se dio felizmente por vencido.

-             Profesor…  -  pero en realidad no sabía qué decir y la emoción atenazaba su garganta


-             Confío en ti Remus  -  le dijo él  -  y creo que ya es hora de que tú aprendas a hacer lo mismo hijo.   

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