Los chicos habían llegado a Grimauld Place y Sirius los había recibido. La única que no venía
con ellos era Hermione, que por no ser una Weasley, no había sido avisada de lo
sucedido. Sirius tuvo que hacer grandes esfuerzos por retener a los gemelos,
que contra todo evento querían ir al Hospital.
-
¡Escuchen! - exclamó cuando su paciencia se agotó - no
me importa si tengo que echarles una maldición para impedírselos, y no duden
que lo haré. Piensen un poco su padre ha resultado herido mientras trabajaba
para la Orden ¿Cómo creen que se tomarían los empleados del Ministerio, que sus
hijos llegasen incluso primero que su mujer? ¿Alcanzan a imaginarse la cantidad
de explicaciones que ya hay que dar por lo sucedido?
-
¡Es nuestro
padre! -
bramó Fred
-
Lo sé, pero aún
así deben esperar. Actuando de modo precipitado, perjudicaran gravemente los
intereses de la Orden…
-
Qué nos importa
la maldita Orden - gritó George
-
Esa es una de
las razones por las que magos menores de edad o que no han dejado la escuela,
no pueden formar parte de la Orden
- dijo Sirius en tono
críptico - No son capaces de manejar sus emociones, y no
entienden que hay cosas por las que vale la pena morir
-
Por supuesto,
para ti es muy fácil, tú solo te sientas aquí y…
-
¡George! -
exclamó Ginny, que no había dejado de llorar desde que les dieron la
noticia
Sirius parecía tener deseos de golpear al gemelo,
pero cuando habló lo hizo en un tono pausado y aparentemente tranquilo.
-
Arthur al igual
que todos nosotros, está consciente de los peligros que corre y los ha asumido
como todos los demás. No voy a pretender que no se preocupen, pero deben
confiar y conservar la calma.
No era que estuviesen muy convencidos, pero no les
quedó más remedio que serenarse. Harry por su parte, soltó el aire cuando los
gemelos se sentaron y dejaron de protestar. Él también estaba muy preocupado, y
adicional a ello, sentía una tremenda culpa, pero no dejaba de verle la lógica
a todo lo que había dicho Sirius.
-
¿Cómo estaba
mamá? -
preguntó Ginny
-
La verdad no lo
sé -
le dijo Sirius - no la veo desde la última reunión de la
Orden. Después que ustedes se marcharon Dumbledore consideró que era más
oportuno que regresara a La Madriguera,
como ya saben, para no despertar sospechas. En ocasiones Bill o Jason se quedan
aquí, pero normalmente estamos Remus y yo nada más. Pero no se preocupen, Jason
se comunicó conmigo y dijo que en cuanto tuviesen noticias, nos las harían saber
de inmediato, supongo que Dumbledore le avisó primero a él.
-
¿Y Remus? -
preguntó Harry
-
Partió hace dos
noches, ya sabes, luna llena.
Harry sintió cierta pena por su padrino, encerrado
solo en aquella casa, que para más señas odiaba con todas sus fuerzas.
El tiempo comenzó a deslizarse con una lentitud
pasmosa. Sirius había ordenado unas cervezas de mantequilla, pero casi ninguno
las había probado, solo se limitaban a juguetear con las botellas, solo por
hacer algo.
De pronto un fogonazo ilumino la estancia y un
pergamino cayó sobre la mesa.
-
Fawkes - dijo Sirius tomando el trozo de pergamino y
desenrollándolo - Es la letra de su madre - y
les pasó el pergamino
George leyó en voz alta “Papá todavía está vivo. Salgo ahora para San Mungo. Quédense donde
están. Les enviare noticias en cuanto pueda. Mamá”
George miró alrededor.
-
Eso suena como
si…
No tuvo que terminar la frase, a todos les sonaba
como si el señor Weasley estuviera debatiéndose entre la vida y la muerte.
Ninguna otra noche se les había hecho tan larga.
Ginny estaba acurrucada en la silla, Fred dormía con la cabeza colgando sobre
un hombro, mientras que los demás tenían la vista fija en diferentes puntos, y
nadie hablaba.
Hacia las cinco de la mañana, se abrió la puerta de
la cocina, y entró la señora Weasley, extremadamente pálida y cansada.
-
Se pondrá bien.
Ahora duerme. Jason no se moverá del hospital y Bill se tomó la mañana libre
por si algo se ofrece. Más tarde podremos ir a verlo.
Todos respiraron aliviados. Sirius ordenó el
desayuno y Molly se deshizo en agradecimientos con Harry, pero el chico seguía
muy preocupado.
Sirius les dijo que podían quedarse en la casa, para
que no tuviesen que hacer viajes tan largos desde La Madriguera hasta el hospital, y Molly se lo agradeció mucho. De
modo que se quedarían a pasar la navidad allí, lo que puso a Sirius muy
contento.
Esa tarde fueron a visitar al señor Weasley y lo
encontraron de muy buen humor, aunque muy pálido. También él le dio las gracias
a Harry, y luego los chicos salieron para que Ojo Loco y Tonks pasaran a
saludar a Arthur. Jason se disculpó y subió a otra planta porque tenía que
atender a otros pacientes. Una vez solos, los gemelos sacaron sus orejas
extensibles.
-
Bien, ya que
ellos no quieren decirnos qué sucedió, tendremos que enterarnos por nuestros
propios medios.
A Harry no le gustaba para nada espiarlos pero sin
embargo los chicos insistieron. Pero habría preferido no haberlo hecho, luego
de escuchar lo que allí se dijo.
-
Pues es lógico
que Harry esté preocupado - escucharon que decía Moody - ve
cosas desde el interior de la serpiente
de Quien-ustedes-saben. Evidentemente, no sabe lo que eso significa, pero si lo
está poseyendo…
Harry prácticamente se arrancó la oreja y dio un
paso atrás. Todos lo miraban con cara de susto. A partir de aquel momento Harry
se sintió sucio, y cuando regresaron a casa, se encerró en su habitación y no
quiso ver a nadie. Ya en la noche se fue a la habitación donde Sirius tenía a Buckbeak, y se quedó allí pensando mil
barbaridades, incluida la posibilidad de huir, ya que se veía a sí mismo como
un peligro para los demás.
Hermione llegó al día siguiente. Jason había ido por
ella y la llevó directo a Grimauld Place.
Originalmente ella iría a esquiar con sus padres, pero con lo sucedido había
decidido quedarse. Entre ella, Ginny y Ron lograron convencer a Harry de que se
estaba portando insensatamente al pensar que Voldemort lo poseía. Ginny se
encargó de recordarle que ella sí había pasado por esa situación, y él no
presentaba ninguna de las características de una posesión. De modo que
finalmente, se había quedado más tranquilo.
A pesar de la situación, Sirius estaba muy contento
por tenerlos en casa, y se entretuvieron
juntos en la decoración navideña.
En la tarde del día de navidad, volvieron al
Hospital, eSta vez en compañía de Ojo Loco y Lupin que había regresado. Pero
los chicos huyeron muy de prisa de la habitación, cuando la señora Weasley empezó a gritar a su
marido, a causa de lo que ella llamaba “tontear” con medicina muggle. Jason intentó explicarle que el
sanador en prácticas no había tenido mala intención, pero eso le daba igual a
ella, de modo que los chicos salieron y dejaron a Jason intentando mediar en la
situación.
Tuvieron dos encuentros inesperados, y ninguno de
los dos resultó placentero. En el piso donde se encontraban los pacientes con
daños permanentes, se toparon Lockhart, y la sanadora que lo atendía creyó
equivocadamente que iban a visitarlo a él. El pobre individuo estaba
decididamente chiflado, aunque la mujer dijo que estaba mejorando.
Sin embargo, el otro encuentro resultó mucho más
desconcertante. Sin poder evitarlo, y a Harry le habría gustado mucho poder
hacerlo, se toparon con Neville y su
abuela que habían ido a visitar a los padres del Gryffindor. Los otros chicos
no tenían idea de lo ocurrido con los señores Longbothom, por lo que su
sorpresa y malestar, fueron enormes.
Después de navidad, la alegría de Sirius se había
ido apagando y cada vez se lo veía menos. Por primera vez desde que había
comenzado la escuela, Harry no tenía deseos de volver, y habría preferido
quedarse en Grimauld Place con su
padrino, pero sabía que aquello era imposible.
Por su parte Lupin había pasado las peores navidades
de su vida, viendo como Jason se desvivía por Hermione, y aquello estaba
causando verdaderos estragos en su salud. Aparte de pasarlo realmente mal en
las noches de luna llena, había que sumarle toda la tensión emocional, y el
resultado se traducía en muchas más canas que antes, unas ojeras muy marcadas,
y la evidente pérdida de peso. Molly estaba muy preocupada por él, y todos
pensaban que solo se trataba de lo mal que le sentaba tener que pasar los días
de su transformación, en compañía de los otros individuos de su especie, pero
que rechazaban todo contacto con su lado racional.
La última semana del año, Jason había tenido que
trabajar mucho, razón por la cual pasaba poco tiempo en el cuartel, y eso no lo
hacía especialmente feliz, de modo que procuraba volver lo más temprano posible
en las noches, para poder pasar tiempo con Hermione, aunque se estuviese
muriendo del cansancio.
El último día del año, habían tenido un almuerzo
tranquilo y bastante solitario. Arthur seguía en el hospital, Bill y Jason
tendrían que trabajar hasta tarde ese día, y Sirius estaba desaparecido desde
hacía dos días, y aunque le habían dicho a la señora Weasley, que estaba
encerrado arriba con Buckbeak, todos sabían que no era así. Sin embargo, como
ella ya estaba acostumbrada a lo que llamaba sus repentinos “ataques de
melancolía”, no insistió en el asunto.
-
Le subiré algo
dentro de un rato - dijo
- Pobre, seguramente está así
porque pronto tendrá que quedarse nuevamente solo.
-
No se
preocupe - dijo Harry con celeridad - yo
lo haré.
-
Gracias
querido - y luego puso cara de preocupación de
nuevo -
Y Remus también me tiene muy preocupada
- aquí Hermione prestó mayor
atención - Apenas si probó el desayuno esta mañana, y ahora
no ha bajado a comer tampoco.
-
¿Está
aquí? -
preguntó Harry - Pensé que había salido, no lo he visto en
toda la mañana.
-
Está en su
habitación. Y aunque él dice que estoy equivocada, creo que no se siente
bien -
continuó ella - Le diré a Jason que le haga un chequeo.
Hermione terminó su comida tan elegantemente, como
la prisa que se había dado se lo permitió.
-
Señora
Weasley - dijo poniéndose de pie -
Subiré a llevarle algo de comer a Remus. Creo que usted tiene razón y no
se está alimentando como es debido.
-
Gracias cielo.
La chica le sonrió y se apresuró escaleras arriba.
Ella también había notado la desmejora en el aspecto general de Lupin, pero al
escuchar a Molly decirlo de aquella manera, e incluso plantearse la idea de que
fuese examinado por Jason, le produjo una gran preocupación.
Era cierto que ella comenzaba a tomarse su relación
con Jason, con más seriedad de la que habría esperado. El chico era un sol, no
solo era evidente lo que sentía por ella, sino que su forma de tratarla había
hecho que Hermione reparase en algo más que su atractivo físico. Jason Prewet
no solo era guapo, era tierno, inteligente, considerado, atento y se moría de
amor por ella. De modo que ella se había ido acostumbrando poco a poco, a
pensar en él con mayor seriedad. El problema estaba en que en cuanto volvió a
ver a Remus, su mundo se tambaleó de nuevo. Y esto era algo que no le había
pasado desapercibido a Jason, razón por la cual, a pesar de amar su trabajo
estaba de muy mal humor por verse obligado a estar alejado de Hermione a causa de éste, y sabiéndola cerca de la
amenaza que sabía significa Lupin. El interés de ella, era algo que Jason se
había ganado a pulso, y no estaba dispuesto a renunciar a ello. No obstante,
era un tema que jamás tocaban. Después de aquella primera y única vez durante
el verano, Jason había sido lo bastante inteligente como para seguir teniéndolo
presente, pero sin mencionárselo a Hermione. Y Hermione por su parte, de alguna
manera agradecía que él no hubiese vuelto a mencionarlo.
Llegó a la puerta de la habitación y tuvo intención
de llamar, pero se abstuvo y entró directamente sin hacerlo. Lupin estaba
recostado en la cama, con un brazo cubriéndole los ojos. Por un momento ella
pensó que dormía, pero el persistente movimiento de un pie, le indicó que no
era así. Dejó el plato sobre el escritorio y se acercó a la cama. Estiró la
mano y acarició sus cabellos.
-
¿Estás bien?
Remus saltó como si lo hubiese picado algún insecto
especialmente violento. Pero cualquier cosa que hubiese estado planeando decir,
se perdió en algún lugar de su cerebro cuando ella se sentó a su lado y lo miró
directo a los ojos. Como de costumbre, su pulso adquirió una velocidad
meteórica, su corazón latía tan fuerte que estaba seguro que podrían escucharlo
a kilómetros. Sus pulmones se quedaron sin aire, y su cerebro sin ideas. A
pesar de que todo aquello parecía bastante problemático, en realidad sus
verdaderos problemas no habían comenzado aún, aunque no tardaron mucho en
presentarse.
Hermione levantó su mano y le acarició la mejilla.
Para él aquel pequeño contacto cargado de ternura y preocupación, fue el
detonante para encender una peligrosa mecha que podía ocasionar una seria
explosión. Por donde ella estaba pasando sus dedos, él estaba sintiendo que se
le quemaba la piel. Intentó en vano ignorar todas aquellas inmisericordes
sensaciones que amenazaban su cordura,
pero fue vencido por ellas. Sin darse cuenta ni cómo, unos segundos después la
tenía en sus brazos y sus labios reclamaban hambrientos todo lo que se les
había estado negando durante tanto tiempo. Y mientras su boca saqueaba la de
Hermione, sus manos hacían un recorrido con el que había soñado hasta la
enfermedad.
Hermione no había tenido tiempo de reaccionar en
ningún sentido, y tampoco es que quisiera hacerlo. Una voz muy lejana en su
consciencia intentó recordarle un nombre, pero esta fue acallada por las
avasallantes sensaciones que estaban despertando las caricias de Remus.
Con violencia innecesaria él desprendió los botones
de la blusa y destrozó el sujetador, pero cuando la piel quedó expuesta a sus
ojos, cualquier mínimo vestigio de cordura desapareció. Se demoró en aquella
caricia como si quisiera grabar en su boca, el sabor de su piel. Mientras sus
manos se deslizaron hacia abajo, superando el obstáculo de los vaqueros y
adentrándose en la núbil intimidad que palpitaba con un deseo hasta entonces
desconocido.
Un gemido ahogado brotó de la garganta de Hermione,
y solo sirvió para que la urgencia que lo estaba consumiendo, buscase un rápido
camino hacia aquel jardín largamente anhelado.
-
¡Hermione!
Aquella llamada penetró en su cerebro de forma
violenta, devolviéndolo a su odiada realidad. ¿Qué demonios había estado a
punto de hacer? Una despiadada lucha se desató entre su yo consciente y su
“otro yo”, que reclamaba a gritos lo que había estado a solo segundos de
conseguir. Sin embargo, su consciencia
demostró una vez más por qué era uno de los mejores Aurores del mundo
mágico. Con inusitada rapidez y lucidez, con una mano tapó la boca de la chica,
y con la otra tomó su varita y apuntó hacia la puerta.
-
¡CLAUDO OSTIUM!
Hermione aún no estaba segura de lo que estaba
ocurriendo, pero unos segundos después de que él sellase la entrada, escuchó
las voces de Harry y de Ron que la llamaban de nuevo. Aún aturdida, sintió como
Remus la levantaba de la cama, y sin mayores explicaciones ponía orden en su
ropa y sujetándola se desapareció con ella, para aparecer luego en la
biblioteca.
-
Remus… -
logró articular finalmente
-
Perdóname
Hermione - dijo él apenado - lo
siento mucho, yo no…
-
¿Lo
sientes? - preguntó dolida
-
No debí… no
debí ponerte en esa situación, te…
-
¡Vete al
infierno Remus Lupin!
A duras penas Hermione había recuperado la
consciencia, y con ella la invadió la ira, la frustración y en cierta forma la
vergüenza. De modo que luego de decirle aquello abandonó la biblioteca y corrió
a refugiarse en su habitación.
Cuando los chicos la buscaron pretextó un terrible
dolor de cabeza, y la dejaron tranquila, lo difícil fue enfrentarse a Jason. De
él no podía esconderse como de los chicos, porque en cuanto le dijeron que se
sentía indispuesta, se olvidó de la cena
y de su cansancio y subió a verla.
Después que Jason conversó con Hermione, salió de la
habitación seguro de tres cosas. La primera, que ella no tenía ningún dolor. La
segunda, que se había abierto una brecha entre ellos. Y la tercera, que el
único culpable era Remus Lupin.
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