Al filo de la navaja

Al filo de la navaja
Nuestro pasado no determina nuestro futuro, son nuestras decisiones y nuestras acciones las que lo hacen. Así como tampoco somos responsables por lo que nuestros antepasados hayan hecho o pretendido hacer de nosotros, pero sí lo somos de lo que decidamos hacer con ello. El pasado es un hecho, el presente lo construimos segundo a segundo, y el futuro es un lugar incierto que siempre nos mantendrá… Al Filo de la Navaja

domingo, 29 de junio de 2014

Cap. 20 Después



Bellatrix estaba exultante cuando se encaminó hacia el salón donde se encontraba su señor. Lo que llevaba en sus brazos, estaba segura le complacería mucho a su amo. Sin embargo, tuvo un momento de vacilación al llegar a la puerta y escucharlo.

-                    ¿Dónde estabas?  --  preguntó él sin volverse  --  ¿Y qué demonios…  --  se interrumpió y ahora sí se volvió

Bellatrix avanzó un poco más segura al ver que había despertado su curiosidad más que su ira.

-                     Poderosa sangre mágica  --  dijo Voldemort aún antes de ver al niño  --  ¿Quién es?

-                    Es el hijo del estúpido de mi primo  --  dijo ella con satisfacción  --  Es un Black.

-                    Un Black  --  repitió Voldemort

-                    Sí mi señor, pensé…

-                    Bien pensado Bella  -- la interrumpió él  --  pero no, no voy a cambiarlo por Potter, es posible que pueda servirme para otra cosa

Comenzó a reír de forma desagradable, y destapó la cara del niño.

-                    Sin duda un Black  --  dijo al ver el cabello y los ojos de Anthar  --  tenemos que sacarlo de aquí.

-                    ¿Cómo dices mi señor?  --  preguntó ella  --  ¿Sacarlo?

-                    Supongo que no serás tan ingenua como para creer que los amigos de Black no harán nada para encontrarlo ¿verdad?

-                    ¿Y qué ordenas?

-                    Llama a Voroviov, que venga de inmediato

-                    Sí, mi señor

Bellatrix salió a toda prisa, y pocos minutos después regresó en compañía de un hombre de aspecto hosco.

-                    Mi señor  --  dijo el hombre inclinándose ante Voldemort

-                    Vas a regresar a Rusia  --  le dijo  --  y llevarás a este niño contigo.  

-                    ¿A dónde?  --  preguntó el hombre

-                    Lo llevarás a Siberia. Lo dejarás en un orfanato en Cheliábinsk bajo el nombre de Mijail Záitsev  --  lo miró y luego agregó  --  Asegúrate de implantar adecuadamente la orden de que no puede ser ofrecido en adopción.

-                    Entendido mi señor  --  dijo el hombre sin  cuestionar absolutamente nada

Recibió al niño de brazos de Bellatrix como si aquello fuese cosa de todos los días, y partió. Voldemort se volvió y mientras miraba por la ventana, una mueca parecida a una sonrisa apareció en su rostro. Aquel niño era heredero de una de las sangres más puras y poderosas del mundo mágico, su único defecto era haber sido concebido con una muggle tan asquerosa como su propio padre, pero al igual que él, eso no lo haría menos poderoso, y con la guía adecuada podía llegar a convertirse en un poderoso aliado. Una vez que se deshiciera de Potter y tuviese bajo su control al mundo mágico, el niño sería entrenado como era debido. Por el momento, se aseguraría de que las personas indicadas, estuviesen preparadas para hacerse cargo llegado el momento. Sí, había sido una muy buena idea.

Poco después de iniciadas las vacaciones de verano, Narcisa recibió la peor de las noticias. En una reunión de Voldemort con sus mortífagos, dejó claro que la familia Malfoy había caído en desgracia por la lamentable acción de Lucius Malfoy. Sin embargo, ofreció “generosamente” una alternativa para reivindicarse.

-                    Draco  --  llamó, y Narcisa casi sufre un infarto  --  ocuparás el lugar tu padre. Y si llevas a cabo con éxito la misión que voy a encomendarte, es posible que Lord Voldemort se muestre misericordioso con el inútil de tu padre  --  se detuvo un momento, y luego agregó  --  Pero si me decepcionas, no solo perderás a tus padres, sino también tu vida.

Los presentes contuvieron la respiración. Aquello solo era una sentencia a largo plazo, porque todos pensaban que fuese cual fuere aquella misión, Draco Malfoy aún era un niño y tenía tantas posibilidades de éxito, como de que Voldemort adoptase a Potter.  Pero el asombro de todos fue aún mayor cuando escucharon a su señor.

-                    Pasarás a formar parte de los mortífagos. Tu tía se encargará de prepararte antes de la ceremonia de iniciación.

Aquello no era en modo alguno una gentil invitación, era una orden y sin posibilidad de ser incumplida. Narcisa al igual que todos los presentes, estaba asombrada, pero al mismo tiempo un terror helado la invadió, porque también al igual que los demás, sabía que aquello era una locura. Ella no temía morir, y lo había estado esperando desde que Bellatrix le relatara en pocas e inmisericordes palabras, lo sucedido en el Ministerio. No obstante, Draco era su único hijo, y por muy negro que aquella mujer tuviese el corazón, aquello la superaba.


Cuando había avanzado un poco el verano, Dumbledore le escribió a Harry diciéndole que iría por él, pero antes de ello tenía algo que hacer.

Llevaba mucho tiempo estudiando y reuniendo información acerca de la infancia, la juventud, y las actividades de Tom Riddle una vez que este dejó la escuela. Sus investigaciones lo habían llevado por un camino sembrado de muerte y destrucción, con las que nunca habían podido relacionarlo. Así como también había llegado a una conclusión aterradora y que necesitaba ser confirmada, aunque él tenía pocas dudas acerca del asunto.

Se dirigió hacia un ala solitaria del Castillo y a la que casi nadie tenía acceso. Revisó lo que tenía que revisar, asegurándose de que no había cambios, y de que todo estaba como debía. Impartió algunas órdenes a unas personas, y luego partió.

Lo que se proponía aquel día, le daría en parte la confirmación de sus sospechas.  Se apareció en una zona rural y en un poste indicador podían verse dos letreros, uno que señalaba el camino a Gran Hangleton y otro el de Pequeño Hangleton. Siguió la dirección del último y luego de un buen trecho, divisó una casucha en ruinas y casi oculta por la salvaje  vegetación que ya la había cubierto casi por completo. Entró con precaución y comenzó su minucioso examen del lugar.

-                    La magia siempre deja rastros Tom  --  murmuró para sí mismo

Después de un rato de intensa búsqueda, encontró lo que estaba buscando. Al abrir el cofre y ver la piedra del viejo anillo, muchos recuerdos acudieron a su mente. Entre ellos el de aquel viejo cuento que muchos consideraban una fantasía, y otros de naturaleza mucho más dolorosa. Dumbledore era un gran mago, uno excepcional a decir verdad, pero seguía siendo un ser humano. Tomó el anillo y lo deslizó en su dedo, pero al segundo siguiente la sensación de estar quemándose por dentro fue bestial. Tuvo que hacer uso de toda su fuerza y poder, para sacarse el anillo maldito, y luego cayó exhausto. Después de todo el tiempo que le tomó recuperarse, lo suficiente al menos como para salir de allí y regresar al Castillo, miró el anillo antes de tomarlo de nuevo y guardarlo, y se sintió furioso consigo mismo. No podía creer que a esas alturas de su vida, se hubiese dejado arrastrar por la equivocada emoción de tener en sus manos una de las cosas con las que había soñado, olvidándose de que había sido utilizada como instrumento para realizar magia oscura y peligrosa. La envolvió con cuidado y la guardo en el bolsillo de su túnica. Si aquello era lo que pensaba, y tenía todas las características de serlo, solo había una forma de destruirlo.

Apenas llegó a su despacho, descolgó la espada de Gryffindor, colocó el anillo en una mesa de piedra que había hecho aparecer, y descargó un soberbio sablazo sobre él. Salieron unos espeluznantes gritos del mismo junto con algo que fácilmente habría podido tomarse como sangre. Limpió todo el estropicio, luego agitó su varita y por último se dejó caer cansado sobre su silla, dispuesto a esperar.

Después de que Snape acudiese a su llamado e hiciese todo cuanto había podido con el daño que le había causado el anillo, tuvieron una discusión. Sin embargo, Severus terminó por aceptar sus órdenes sin más discusiones, aunque seguía molesto.

Cuando Dumbledore se quedó solo, repasó mentalmente las cosas pendientes. Un año no era mucho tiempo, pero tendría que bastar para dejar las cosas en orden, y sabía que podía confiar en Severus para lo que le había encomendado.

Abrió un cajón del escritorio y extrajo otro anillo, pero este era muy diferente al que acababa de destruir.  Lo movió entre sus dedos durante algunos minutos, pensativo.

-                    La juventud, el conocimiento,  la experiencia y la lealtad  --  murmuró para sí mismo  --  eso tendrá que ser suficiente.

Acto seguido envió un patronus y luego decidió ir a descansar un rato, las tres personas a las que había citado, no llegarían hasta dentro de una hora como él lo había pedido.

Hermione había llegado a La Madriguera al poco tiempo de iniciadas las vacaciones, y aunque todos estaban muy preocupados por Harry después de lo sucedido, y sabían además lo mal que debía estar sintiéndose por la muerte de Sirius, Dumbledore les había recordado que él chico por fuerza debía pasar un tiempo en la casa de sus tíos para mantener la protección del encantamiento.

En el tiempo que llevaba allí, Hermione aun no había visto a Remus, mientras que Jason seguía igual de encantador con ella y muy pendiente de su recuperación. Pero el día que Remus se presentó, la chica experimentó las mismas sensaciones de siempre, aunque logró disimularlo.

-                    ¿Cómo estás?  -- le preguntó él

-                    Bien  gracias  --  contestó ella

-                    Imagínate Remus, con el sanador en casa no podría estar mejor cuidada  --  dijo Molly  --  Especialmente si ese sanador se desvive por ella

Aunque eso debía proporcionarle tranquilidad, la vocecita de su “otro” yo insistía en martirizarlo y en colocar en su cabeza imágenes que no deseaba ver. Era claro para él que Jason no solo había hecho un excelente trabajo, sino que como decía Molly su amor por Hermione era indiscutible, y aquel conocimiento era como echar sal en una herida abierta.  Más tarde llegó Arthur en compañía de Ojo Loco y Tonks y la conversación se volvió general, pero cuando estaban a punto de pasar a cenar, un halcón plateado se posó frente a Hermione.

Amor no me esperes a cenar, hubo un ataque y tenemos el hospital lleno de heridos

Aquello hizo que Ojo Loco y Tonks declinaran la invitación y se marcharan porque estaban seguros que en breve serían requeridos por Kingsley. Remus tuvo intenciones de ir con ellos, pero tanto los Aurores como el señor Weasley se lo impidieron.

-                    Recuerda lo que dijo Dumbledore Remus, es mejor que te vean lo menos posible  --  dijo Arthur

De modo que aun bajo protesta se quedó en La Madriguera, pero la creciente sensación de inutilidad. Durante la cena los gemelos comenzaron a bromear acerca del compromiso de Bill y Fleur, que ya se había hecho oficial, aunque ni la señora Weasley ni Ginny parecían especialmente felices con él.

-                    Es una pena que aún vayas a la escuela Hermione  --  dijo George y ella lo miró con extrañeza  --  Si no fuese así, podríamos tener una doble boda

A partir de allí, el ánimo tanto de Remus como el de Hermione desmejoró mucho y ambos finalizaron la cena en tenso silencio. Luego pasaron al salón y los gemelos decidieron seguir molestando y comenzaron a parodiar ambas ceremonias, por lo que después de unos minutos Hermione se excusó pretextando un dolor de cabeza y abandonó el salón, pero en lugar de irse a la habitación que compartía con Ginny, salió al jardín. Si bien no quería seguir escuchando a los gemelos, tampoco quería hablar con Ginny, y no porque no quisiese hablar especialmente con ella, era que no sentía deseos de hablar ni de ver a nadie.

Comenzó a caminar hacia la cerca mientras pensaba en su situación. Jason era un gran chico, guapo en demasía, cariñoso y a todas luces se desvivía por ella, pero tenía que reconocer que su necio corazón se negaba a amarlo como él merecía ser amado. Estaba consciente que cualquier chica se habría sentido sumamente afortunada de ser amada por un individuo como él, pero ella solo podía pensar en Remus y aquello no era justo para Jason. Había llegado hasta la cerca y se había apoyado en ella, aunque se dijo a sí misma que no debería estar allí porque había salido de la zona protegida y justamente en aquel momento se sobresaltó al escuchar una pequeña explosión a sus pies. Miró hacia abajo y vio a gnomo retorciéndose en el piso, e inmediatamente se volvió al escuchar la voz a sus espaldas.

-                    Lo siento, no quise asustarte pero iba a morderte  --  dijo Remus, y como ella no dijo nada agregó  --  No deberías estar aquí, es mejor que vuelvas y…

Pero sin saber cómo, al instante siguiente la tenía en sus brazos y se había apoderado de sus labios en una necesidad desesperada y largamente reprimida. Hermione por su parte se había aferrado a él con la misma desesperación. El deseo espoleado por el instinto salvaje, comenzaron a hacer rápidos estragos en Remus, y con la muy escasa cordura que le quedaba se separó unos centímetros pero sin soltarla.

-                    Hermione sabes lo que siento, de manera que corre ahora o no habrá marcha atrás

Aun suponiendo que ella hubiese querido negarse, y no quería, él no solo la tenía firmemente sujeta con sus brazos, sino que la tenía además presa con la intensidad de su mirada. Una parte del cerebro de Hermione registró además otra cosa, y era el cambio operado tanto en el tono de la voz como en la actitud general de Remus. Habían desaparecido la suavidad y la ternura habituales, y habían sido sustituidas por un instinto básico de propiedad. Y aunque su mirada era casi agresiva, ella estuvo segura que no le haría ningún daño. De modo que atrajo su cabeza y al minuto siguiente experimentó la desagradable sensación de la desaparición conjunta. Sin embargo, cuando sus pies volvieron a tocar tierra, ella no se interesó en lo más mínimo por saber a dónde había sido conducida  y su cuerpo se perdió en el laberinto de sensaciones que la estaban sacudiendo.

Con extraordinaria habilidad, Remus se deshizo de todo aquello que le impidiese sentir la cálida piel de ella y a pesar de la urgencia que sentía, se demoró en cada caricia y en cada rincón marcando a fuego toda al extensión de su cuerpo. Hizo el camino de vuelta y se apoderó de sus labios nuevamente, mientras sus manos acariciaban la juvenil figura. Descendió por su cuello con besos incendiarios que le arrancaban a Hermione largos gemidos de placer, pero cuando sus dedos invadieron la virginal cavidad que palpitaba con un deseo hasta ese momento desconocido, Hermione gimió su nombre y hasta allí le llegó la poca cordura que le quedaba.  Se posicionó entre sus piernas y se perdió en el laberinto que guardaba el último cerco de su niñez; su mundo se tambaleó cuando ella lanzó un grito ahogado al sentir la súbita invasión, pero unos segundos después ambos fueron arrastrados por el placer compartido de una posesión que sellaría sin palabras un amor que estaba predestinado a ser y a existir más allá de cualquier consideración. A pesar de que la criatura salvaje que vivía en su interior había ganado mucho terreno, el amor marcó la diferencia y los condujo en ese viaje donde se declaraban pertenecerse mutuamente. El momento final fue coronado por un explosivo te amo al que siguió un largo beso que sirvió de puente para regresar del espacio por donde habían estado viajando, y finalmente quedaron exhaustos uno en brazos del otro, con una sonrisa de satisfacción en los labios y al compás de los latidos de sus corazones enamorados, un pacífico sueño los envolvió bajo el manto estrellado del cielo de verano.

Remus Lupin había estado viviendo un infierno, la había amado hasta el dolor, hasta sentir que cada de trozo de su miserable cuerpo era acuchillado por su ausencia, mientras su razón y su corazón libraban una cruel batalla en la que solo uno de los contrincantes podía salir vencedor y dependiendo de cuál, marcaría la diferencia entre vivir o morir y ciertamente estaba dispuesto a morir por ella.

Pero así como había vivido la cruel angustia de no tenerla, ahora era suya y pasara lo que pasase, nada ni nadie podría borrar la enorme felicidad que sentía en aquel momento y a la que no se había atrevido a aspirar, y fue con este pensamiento que se perdió en la feliz inconsciencia del sueño.


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