Bellatrix
estaba exultante cuando se encaminó hacia el salón donde se encontraba su
señor. Lo que llevaba en sus brazos, estaba segura le complacería mucho a su
amo. Sin embargo, tuvo un momento de vacilación al llegar a la puerta y
escucharlo.
-
¿Dónde estabas? --
preguntó él sin volverse -- ¿Y qué demonios… -- se
interrumpió y ahora sí se volvió
Bellatrix
avanzó un poco más segura al ver que había despertado su curiosidad más que su
ira.
-
Poderosa sangre mágica --
dijo Voldemort aún antes de ver al niño
-- ¿Quién es?
-
Es el hijo del estúpido de mi primo --
dijo ella con satisfacción
-- Es un Black.
-
Un Black
-- repitió Voldemort
-
Sí mi señor, pensé…
-
Bien pensado Bella -- la interrumpió él --
pero no, no voy a cambiarlo por Potter, es posible que pueda servirme
para otra cosa
Comenzó
a reír de forma desagradable, y destapó la cara del niño.
-
Sin duda un Black --
dijo al ver el cabello y los ojos de Anthar --
tenemos que sacarlo de aquí.
-
¿Cómo dices mi señor? --
preguntó ella -- ¿Sacarlo?
-
Supongo que no serás tan ingenua como
para creer que los amigos de Black no harán nada para encontrarlo ¿verdad?
-
¿Y qué ordenas?
-
Llama a Voroviov, que venga de inmediato
-
Sí, mi señor
Bellatrix
salió a toda prisa, y pocos minutos después regresó en compañía de un hombre de
aspecto hosco.
-
Mi señor
-- dijo el hombre inclinándose
ante Voldemort
-
Vas a regresar a Rusia -- le
dijo --
y llevarás a este niño contigo.
-
¿A dónde?
-- preguntó el hombre
-
Lo llevarás a Siberia. Lo dejarás en un
orfanato en Cheliábinsk bajo el nombre de Mijail Záitsev -- lo
miró y luego agregó -- Asegúrate de implantar adecuadamente la orden
de que no puede ser ofrecido en adopción.
-
Entendido mi señor --
dijo el hombre sin cuestionar
absolutamente nada
Recibió
al niño de brazos de Bellatrix como si aquello fuese cosa de todos los días, y
partió. Voldemort se volvió y mientras miraba por la ventana, una mueca
parecida a una sonrisa apareció en su rostro. Aquel niño era heredero de una de
las sangres más puras y poderosas del mundo mágico, su único defecto era haber
sido concebido con una muggle tan
asquerosa como su propio padre, pero al igual que él, eso no lo haría menos
poderoso, y con la guía adecuada podía llegar a convertirse en un poderoso
aliado. Una vez que se deshiciera de Potter y tuviese bajo su control al mundo
mágico, el niño sería entrenado como era debido. Por el momento, se aseguraría
de que las personas indicadas, estuviesen preparadas para hacerse cargo llegado
el momento. Sí, había sido una muy buena idea.
Poco
después de iniciadas las vacaciones de verano, Narcisa recibió la peor de las
noticias. En una reunión de Voldemort con sus mortífagos, dejó claro que la
familia Malfoy había caído en desgracia por la lamentable acción de Lucius
Malfoy. Sin embargo, ofreció “generosamente” una alternativa para
reivindicarse.
-
Draco
-- llamó, y Narcisa casi sufre un
infarto -- ocuparás el lugar tu padre. Y si llevas a
cabo con éxito la misión que voy a encomendarte, es posible que Lord Voldemort
se muestre misericordioso con el inútil de tu padre -- se
detuvo un momento, y luego agregó
-- Pero si me decepcionas, no
solo perderás a tus padres, sino también tu vida.
Los
presentes contuvieron la respiración. Aquello solo era una sentencia a largo
plazo, porque todos pensaban que fuese cual fuere aquella misión, Draco Malfoy
aún era un niño y tenía tantas posibilidades de éxito, como de que Voldemort
adoptase a Potter. Pero el asombro de
todos fue aún mayor cuando escucharon a su señor.
-
Pasarás a formar parte de los mortífagos.
Tu tía se encargará de prepararte antes de la ceremonia de iniciación.
Aquello
no era en modo alguno una gentil invitación, era una orden y sin posibilidad de
ser incumplida. Narcisa al igual que todos los presentes, estaba asombrada,
pero al mismo tiempo un terror helado la invadió, porque también al igual que
los demás, sabía que aquello era una locura. Ella no temía morir, y lo había
estado esperando desde que Bellatrix le relatara en pocas e inmisericordes palabras,
lo sucedido en el Ministerio. No obstante, Draco era su único hijo, y por muy
negro que aquella mujer tuviese el corazón, aquello la superaba.
Cuando
había avanzado un poco el verano, Dumbledore le escribió a Harry diciéndole que
iría por él, pero antes de ello tenía algo que hacer.
Llevaba
mucho tiempo estudiando y reuniendo información acerca de la infancia, la
juventud, y las actividades de Tom Riddle una vez que este dejó la escuela. Sus
investigaciones lo habían llevado por un camino sembrado de muerte y
destrucción, con las que nunca habían podido relacionarlo. Así como también
había llegado a una conclusión aterradora y que necesitaba ser confirmada,
aunque él tenía pocas dudas acerca del asunto.
Se
dirigió hacia un ala solitaria del Castillo y a la que casi nadie tenía acceso.
Revisó lo que tenía que revisar, asegurándose de que no había cambios, y de que
todo estaba como debía. Impartió algunas órdenes a unas personas, y luego
partió.
Lo que
se proponía aquel día, le daría en parte la confirmación de sus sospechas. Se apareció en una zona rural y en un poste
indicador podían verse dos letreros, uno que señalaba el camino a Gran
Hangleton y otro el de Pequeño Hangleton. Siguió la dirección del último y luego
de un buen trecho, divisó una casucha en ruinas y casi oculta por la
salvaje vegetación que ya la había
cubierto casi por completo. Entró con precaución y comenzó su minucioso examen
del lugar.
-
La magia siempre deja rastros Tom --
murmuró para sí mismo
Después
de un rato de intensa búsqueda, encontró lo que estaba buscando. Al abrir el
cofre y ver la piedra del viejo anillo, muchos recuerdos acudieron a su mente.
Entre ellos el de aquel viejo cuento que muchos consideraban una fantasía, y
otros de naturaleza mucho más dolorosa. Dumbledore era un gran mago, uno
excepcional a decir verdad, pero seguía siendo un ser humano. Tomó el anillo y
lo deslizó en su dedo, pero al segundo siguiente la sensación de estar
quemándose por dentro fue bestial. Tuvo que hacer uso de toda su fuerza y
poder, para sacarse el anillo maldito, y luego cayó exhausto. Después de todo
el tiempo que le tomó recuperarse, lo suficiente al menos como para salir de
allí y regresar al Castillo, miró el anillo antes de tomarlo de nuevo y
guardarlo, y se sintió furioso consigo mismo. No podía creer que a esas alturas
de su vida, se hubiese dejado arrastrar por la equivocada emoción de tener en
sus manos una de las cosas con las que había soñado, olvidándose de que había
sido utilizada como instrumento para realizar magia oscura y peligrosa. La
envolvió con cuidado y la guardo en el bolsillo de su túnica. Si aquello era lo
que pensaba, y tenía todas las características de serlo, solo había una forma
de destruirlo.
Apenas
llegó a su despacho, descolgó la espada de Gryffindor, colocó el anillo en una
mesa de piedra que había hecho aparecer, y descargó un soberbio sablazo sobre
él. Salieron unos espeluznantes gritos del mismo junto con algo que fácilmente
habría podido tomarse como sangre. Limpió todo el estropicio, luego agitó su varita
y por último se dejó caer cansado sobre su silla, dispuesto a esperar.
Después
de que Snape acudiese a su llamado e hiciese todo cuanto había podido con el
daño que le había causado el anillo, tuvieron una discusión. Sin embargo,
Severus terminó por aceptar sus órdenes sin más discusiones, aunque seguía
molesto.
Cuando
Dumbledore se quedó solo, repasó mentalmente las cosas pendientes. Un año no
era mucho tiempo, pero tendría que bastar para dejar las cosas en orden, y
sabía que podía confiar en Severus para lo que le había encomendado.
Abrió
un cajón del escritorio y extrajo otro anillo, pero este era muy diferente al
que acababa de destruir. Lo movió entre
sus dedos durante algunos minutos, pensativo.
-
La juventud, el conocimiento, la experiencia y la lealtad --
murmuró para sí mismo -- eso tendrá que ser suficiente.
Acto
seguido envió un patronus y luego
decidió ir a descansar un rato, las tres personas a las que había citado, no
llegarían hasta dentro de una hora como él lo había pedido.
Hermione
había llegado a La Madriguera al poco tiempo de iniciadas las vacaciones, y aunque todos estaban muy preocupados por Harry después de
lo sucedido, y sabían además lo mal que debía estar sintiéndose por la muerte
de Sirius, Dumbledore les había recordado que él chico por fuerza debía pasar
un tiempo en la casa de sus tíos para mantener la protección del encantamiento.
En el
tiempo que llevaba allí, Hermione aun no había visto a Remus, mientras que
Jason seguía igual de encantador con ella y muy pendiente de su recuperación.
Pero el día que Remus se presentó, la chica experimentó las mismas sensaciones
de siempre, aunque logró disimularlo.
-
¿Cómo estás? -- le preguntó él
-
Bien
gracias -- contestó ella
-
Imagínate Remus, con el sanador en casa
no podría estar mejor cuidada -- dijo Molly
-- Especialmente si ese sanador
se desvive por ella
Aunque
eso debía proporcionarle tranquilidad, la vocecita de su “otro” yo insistía en
martirizarlo y en colocar en su cabeza imágenes que no deseaba ver. Era claro
para él que Jason no solo había hecho un excelente trabajo, sino que como decía
Molly su amor por Hermione era indiscutible, y aquel conocimiento era como
echar sal en una herida abierta. Más
tarde llegó Arthur en compañía de Ojo Loco y Tonks y la conversación se volvió
general, pero cuando estaban a punto de pasar a cenar, un halcón plateado se
posó frente a Hermione.
Amor no me esperes a cenar, hubo un
ataque y tenemos el hospital lleno de heridos
Aquello
hizo que Ojo Loco y Tonks declinaran la invitación y se marcharan porque
estaban seguros que en breve serían requeridos por Kingsley. Remus tuvo
intenciones de ir con ellos, pero tanto los Aurores como el señor Weasley se lo
impidieron.
-
Recuerda lo que dijo Dumbledore Remus, es
mejor que te vean lo menos posible
-- dijo Arthur
De
modo que aun bajo protesta se quedó en La Madriguera, pero la creciente
sensación de inutilidad. Durante la cena los gemelos comenzaron a bromear
acerca del compromiso de Bill y Fleur, que ya se había hecho oficial, aunque ni
la señora Weasley ni Ginny parecían especialmente felices con él.
-
Es una pena que aún vayas a la escuela
Hermione -- dijo George y ella lo miró con extrañeza -- Si no
fuese así, podríamos tener una doble boda
A
partir de allí, el ánimo tanto de Remus como el de Hermione desmejoró mucho y
ambos finalizaron la cena en tenso silencio. Luego pasaron al salón y los
gemelos decidieron seguir molestando y comenzaron a parodiar ambas ceremonias,
por lo que después de unos minutos Hermione se excusó pretextando un dolor de
cabeza y abandonó el salón, pero en lugar de irse a la habitación que compartía
con Ginny, salió al jardín. Si bien no quería seguir escuchando a los gemelos,
tampoco quería hablar con Ginny, y no porque no quisiese hablar especialmente
con ella, era que no sentía deseos de hablar ni de ver a nadie.
Comenzó
a caminar hacia la cerca mientras pensaba en su situación. Jason era un gran
chico, guapo en demasía, cariñoso y a todas luces se desvivía por ella, pero
tenía que reconocer que su necio corazón se negaba a amarlo como él merecía ser
amado. Estaba consciente que cualquier chica se habría sentido sumamente
afortunada de ser amada por un individuo como él, pero ella solo podía pensar
en Remus y aquello no era justo para Jason. Había llegado hasta la cerca y se
había apoyado en ella, aunque se dijo a sí misma que no debería estar allí
porque había salido de la zona protegida y justamente en aquel momento se
sobresaltó al escuchar una pequeña explosión a sus pies. Miró hacia abajo y vio
a gnomo retorciéndose en el piso, e inmediatamente se volvió al escuchar la voz
a sus espaldas.
-
Lo siento, no quise asustarte pero iba a
morderte -- dijo Remus, y como ella no dijo nada
agregó -- No deberías estar aquí, es mejor que vuelvas
y…
Pero
sin saber cómo, al instante siguiente la tenía en sus brazos y se había
apoderado de sus labios en una necesidad desesperada y largamente reprimida.
Hermione por su parte se había aferrado a él con la misma desesperación. El
deseo espoleado por el instinto salvaje, comenzaron a hacer rápidos estragos en
Remus, y con la muy escasa cordura que le quedaba se separó unos centímetros
pero sin soltarla.
-
Hermione sabes lo que siento, de manera
que corre ahora o no habrá marcha atrás
Aun
suponiendo que ella hubiese querido negarse, y no quería, él no solo la tenía
firmemente sujeta con sus brazos, sino que la tenía además presa con la
intensidad de su mirada. Una parte del cerebro de Hermione registró además otra
cosa, y era el cambio operado tanto en el tono de la voz como en la actitud
general de Remus. Habían desaparecido la suavidad y la ternura habituales, y
habían sido sustituidas por un instinto básico de propiedad. Y aunque su mirada
era casi agresiva, ella estuvo segura que no le haría ningún daño. De modo que
atrajo su cabeza y al minuto siguiente experimentó la desagradable sensación de
la desaparición conjunta. Sin embargo, cuando sus pies volvieron a tocar
tierra, ella no se interesó en lo más mínimo por saber a dónde había sido
conducida y su cuerpo se perdió en el
laberinto de sensaciones que la estaban sacudiendo.
Con
extraordinaria habilidad, Remus se deshizo de todo aquello que le impidiese
sentir la cálida piel de ella y a pesar de la urgencia que sentía, se demoró en
cada caricia y en cada rincón marcando a fuego toda al extensión de su cuerpo.
Hizo el camino de vuelta y se apoderó de sus labios nuevamente, mientras sus
manos acariciaban la juvenil figura. Descendió por su cuello con besos
incendiarios que le arrancaban a Hermione largos gemidos de placer, pero cuando
sus dedos invadieron la virginal cavidad que palpitaba con un deseo hasta ese
momento desconocido, Hermione gimió su nombre y hasta allí le llegó la poca
cordura que le quedaba. Se posicionó
entre sus piernas y se perdió en el laberinto que guardaba el último cerco de
su niñez; su mundo se tambaleó cuando ella lanzó un grito ahogado al sentir la
súbita invasión, pero unos segundos después ambos fueron arrastrados por el
placer compartido de una posesión que sellaría sin palabras un amor que estaba
predestinado a ser y a existir más allá de cualquier consideración. A pesar de
que la criatura salvaje que vivía en su interior había ganado mucho terreno, el
amor marcó la diferencia y los condujo en ese viaje donde se declaraban
pertenecerse mutuamente. El momento final fue coronado por un explosivo te amo al que siguió un largo beso que
sirvió de puente para regresar del espacio por donde habían estado viajando, y finalmente quedaron exhaustos uno en
brazos del otro, con una sonrisa de satisfacción en los labios y al compás de
los latidos de sus corazones enamorados, un pacífico sueño los envolvió bajo el
manto estrellado del cielo de verano.
Remus
Lupin había estado viviendo un infierno, la había amado hasta el dolor, hasta
sentir que cada de trozo de su miserable cuerpo era acuchillado por su
ausencia, mientras su razón y su corazón libraban una cruel batalla en la que
solo uno de los contrincantes podía salir vencedor y dependiendo de cuál,
marcaría la diferencia entre vivir o morir y ciertamente estaba dispuesto a
morir por ella.
Pero
así como había vivido la cruel angustia de no tenerla, ahora era suya y pasara
lo que pasase, nada ni nadie podría borrar la enorme felicidad que sentía en
aquel momento y a la que no se había atrevido a aspirar, y fue con este
pensamiento que se perdió en la feliz inconsciencia del sueño.
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