Al filo de la navaja

Al filo de la navaja
Nuestro pasado no determina nuestro futuro, son nuestras decisiones y nuestras acciones las que lo hacen. Así como tampoco somos responsables por lo que nuestros antepasados hayan hecho o pretendido hacer de nosotros, pero sí lo somos de lo que decidamos hacer con ello. El pasado es un hecho, el presente lo construimos segundo a segundo, y el futuro es un lugar incierto que siempre nos mantendrá… Al Filo de la Navaja

sábado, 28 de junio de 2014

Cap. 11 Imposible



Después de aquella charla nocturna entre los amigos, Remus se había retirado a su habitación en un estado de ánimo oscilante, y así había seguido en los días posteriores. Hermione había esperado una explicación a su comportamiento, pero no recibió ninguna, así que pasó de la sorpresa y la confusión, a la indignación y por último a la rabia. La enfurecía que él la hubiese tratado de aquella manera, como sí realmente se preocupara por ella, y luego apenas si le dirigía la palabra y era evidente que la evitaba tanto como podía. Sirius se mantenía en una posición que pretendía ser neutral, pero no dejaba de deslizar comentarios que ponían los nervios de Remus en tensión.

Llegó el día de la vista de Harry, y todos la pasaron bastante mal hasta que estuvo de vuelta con la tranquilizante noticia de que había sido “absuelto”. Sirius se reprendió muy duramente, porque por alguna razón no se sentía tan contento como debería. Se sentía miserable y egoísta porque por un breve lapso de tiempo, había considerado la posibilidad de que el chico fuese encontrado culpable y se hubiese visto obligado a vivir allí con él. Por supuesto que estaba consciente de lo ridículo del asunto, pero la mente humana era así, y después de todo quizá la gente tuviese razón al decir que estaba loco.

Después de escuchar el relato de lo sucedido en el ministerio, incluido el hecho de que se habían encontrado con Lucius Malfoy, para enorme indignación de Harry, Hermione los dejó pretextando que tenía que buscar algo. En realidad lo que quería era escapar. Estaba contenta y aliviada de que todo hubiese salido bien para Harry, pero entre la preocupación que eso había generado y sus propias tensiones emocionales, estaba a punto de colapsar.  Una vez en la seguridad de su habitación, se sentó en la cama y trató de analizar su situación. Se dijo en repetidas oportunidades que Remus jamás se fijaría en ella, pero por alguna razón aquello parecía no convencer a su obstinado corazón. De modo que terminó deshaciéndose en llanto.

Remus por su parte, cuando ella dejó la cocina de forma tan precipitada la siguió con la mirada pero no pasó de allí. Evitó mirar a Sirius, porque ya estaba harto de sus comentarios y aunque en presencia de los chicos posiblemente y si tenía suerte, no diría ninguna pesadez, tampoco quería ver su mirada burlona. Pero después de unos minutos, también se excusó y salió de la cocina. Pensó en irse a la biblioteca pero sus pasos lo llevaron directo a la puerta de la habitación de Hermione. Se quedó allí parado sin decidirse a llamar. Se preguntaba “para qué”, qué podía decirle que sirviese de algo. Con toda probabilidad cualquier cosa que dijera, solo empeoraría la situación. Estaba a punto de dar media vuelta, cuando escuchó el sollozo de la chica. Sin poder evitarlo y como si su mano actuase por voluntad propia, abrió la puerta.

El corazón se le encogió en el pecho cuando la vio en aquel estado. Ella estaba tan sumida en su dolor, que no había notado su presencia.

-             Hermione…

Por un momento ella pensó que su mente estaba jugándole alguna de sus malas pasadas, de modo que no prestó atención y murmuró con ira: Déjame en paz de una vez. Remus se sorprendió con aquella reacción pero luego de pensarlo un poco, no lo encontró tan ilógico, después de todo él la había estado evitando todo ese tiempo.

-             Lo siento, no quise…

Hermione se dio cuenta que su mente no hacía eso, a menos que en definitiva, ya hubiese perdido del todo el juicio. De modo que levantó la cabeza y se encontró con la mirada triste de él.

-             En verdad eres tú  -  dijo poniéndose de pie muy sorprendida

Pero él estaba más sorprendido que ella, y debió notarse en su expresión.

-             Es que a veces creo escucharte cuando estoy sola y pensé que…  -  pero  no sabía cómo terminar la idea

Remus sintió una inesperada calidez en el corazón al escucharla decir aquello, y nuevamente sin intervención de su consciencia, sus brazos rodearon a la chica.

Mucho después él pensaría que aquello había sido un gravísimo error, porque apenas su cuerpo entró en contacto con el de ella, algo enloqueció en su interior. El corazón comenzó a latir desbocado, y sin duda ella estaba escuchándolo porque tenía la cabeza pegada a su pecho. Sintió que la sangre corría a una velocidad inusitada por sus venas, y algo mucho más preocupante se estaba despertando sin que pudiese detenerlo. Una mínima parte de su cerebro, esa que aún conservaba algo de lucidez, lo impulsó a apartarse pero ella estaba tan firmemente sujeta a él que resultaba imposible sin hacerle daño.

-             Hermione debo…

-             ¿Debes qué?  -  preguntó ella levantando la cabeza y clavando sus melados ojos en los de él  -  ¿Por qué? ¿Qué hice para que me hayas hecho a un lado? ¿Por qué ya ni siquiera hablamos?

Pero de ninguna forma el pobre hombre habría podido responder a ninguna de esas preguntas, porque ni siquiera estaba registrándolas. Todo lo que le era posible hacer en aquel momento era seguir el movimiento de sus labios con el incontenible y doloroso deseo de besarlos.

Remus Lupin podía ser un individuo muy inteligente, centrado y ecuánime, pero seguía siendo un hombre, y uno que estaba siendo sometido a un inmisericorde tormento. Y como es usual en estos casos, aquella batalla la ganó el corazón. Ante los sentimientos, las armas de la razón siempre se encontraban en desventaja. De modo que ignorando la voz de la consciencia, sus labios descendieron sobre los de Hermione, cuya última frase quedó dulcemente silenciada.

El tibio y suave contacto, produjo un efecto devastador, para él fue como si repentinamente el mundo se hubiese reducido a aquella habitación. Obviamente no tuvo consciencia para recordar la inocencia de los labios que estaba besando, de modo que la dulzura de los mismos le resultó insuficiente y sin ningún  escrúpulo, los separó permitiéndose invadir sin consideración la tibia cavidad. En el momento que sus lenguas hicieron contacto, fue como si encendiesen una mecha, y el fuego que se suscitó a continuación amenazaba con arrasar todo a su paso.

Hermione había sido besada recientemente por Víctor Krum, o al menos eso había creído, pero lo cierto es que entre aquel beso y éste, había una abismal diferencia, algo en lo que podría pensar luego, porque en ese justo momento estaba más allá de cualquier pensamiento, y ciertamente nada de lo que hubiese leído, o le hubiesen contado, la habría preparado para enfrentarse a las sensaciones que acababan de despertarse en su interior. Cada centímetro de su cuerpo estaba hablándole en un leguaje completamente desconocido, y que al mismo tiempo era capaz de interpretar sin equivocaciones. Sus manos obedientes, se aferraron al cuello del hombre y su torso se arqueó amoldándose al suyo. Siempre había sido una chica racional, pero en este momento la razón parecía haberse tomado necesarias vacaciones. A pesar de que de algún modo era perfectamente consciente de su cuerpo, porque  era imposible ignorar cada ruidosa sensación, estaba segura de que si él la soltaba en aquel instante, caería sin remedio.

Remus deslizó su mano por debajo de la blusa de la chica acariciando la sedosa piel y a medida que ascendía, su pulso se aceleraba. En el momento que su mano se cerró sobre uno de los senos, una peligrosa necesidad rugió en el interior de él. Sin duda esa parte de su ser que albergaba al lobo, estaba ganando terreno a una velocidad vertiginosa. De modo que haciendo gala de una extraordinaria fuerza de voluntad, separó sus labios y su cuerpo con brusquedad.  Afortunadamente para Hermione estaban de pie muy cerca de la cama, o la pobre en realidad habría caído al piso.

-             Perdóname Hermione, yo… no…

Pero fue incapaz de coordinar nada claro, salió de la habitación  como alma que lleva el diablo, bajó las escaleras a toda velocidad y corrió hacia la puerta abandonando la casa sin escuchar a Sirius y a Harry. Solo quería correr, huir lo más lejos posible y a toda prisa.

No tenía idea de cuánto  había corrido ni en qué dirección, pero finalmente se encontró en medio de un parque, y a pesar de la hora temprana, al menos aquella zona del mismo estaba solitaria, de lo contrario habría causado una gran impresión a los viandantes al caer de rodillas y lanzar aquel desesperado grito que era una mezcla de dolor, ira y deseo contenidos.

Hermione por su parte, había quedado en un estado cercano al shock. No tenía idea de cuánto tiempo había transcurrido entre la súbita partida de Lupin, y el retorno de su consciencia, pero cuando Harry abrió la puerta y entró, como de costumbre sin llamar, ella aún estaba mirando al vacío y los latidos de su corazón estaban lejos de ser normales.

-             ¿Te sientes bien?  -  preguntó Harry

Pero ella parecía no haberlo escuchado, de modo que el chico francamente preocupado, se acercó a ella y le sacudió el hombro.

-             ¿Hermione?

Aquello finalmente la devolvió a la realidad.

-             ¿Qué sucede?  -  le preguntó ella tratando de aparentar calma

-             A mí nada, pero la verdad es que si no tuviésemos por costumbre pasearnos por un castillo lleno de fantasmas, pensaría que has visto uno por primera vez  -  como ella no dijo nada, continuó  -  La señora Weasley quiere que nos ocupemos de uno de los salones, pero si te sientes mal lo haremos sin ti.

-             No, no es necesario, en unos minutos estaré abajo

-             ¿Segura?  -  insistió él

-             Sí, segura.

-             De acuerdo, te esperamos abajo entonces.

En cuanto Harry abandonó la habitación, Hermione soltó el aire. Tenía la impresión de que cualquiera que la hubiese visto en aquel momento, habría notado lo que acaba de ocurrir. Y es posible que tuviese razón en el caso de un Sirius Black, pero de ninguna forma en el caso de Harry. Se tomó un par de minutos para volver a respirar con normalidad y para pensar en lo sucedido. Después de los cuales llegó a una feliz conclusión. Remus Lupin sí sentía algo por ella. Esta seguridad la hizo soltar una alegre risa. Quizá aún no tuviese la experiencia de una mujer mayor, pero la astucia femenina era algo que formaba parte de la cadena genética de cualquier chica. De modo que su próximo pensamiento fue, buscar la manera de que él lo aceptara. Y con esto en mente, y mucho más alegre que en los últimos días, bajó a ayudar con la limpieza, repitiéndose para sus adentros: “Aún tengo una oportunidad”

Sin embargo, las cosas siempre suelen complicarse más allá de lo que esperamos. Ese día Remus no regresó, pero eso no preocupó a la chica. Sabía perfectamente que él estaba huyendo, más también sabía que en algún momento debía regresar, como en efecto lo hizo.

Se complicó mucho dándoles explicaciones a Molly y a Sirius que estaban una preocupada y el otro indignado.

-             Gracias al cielo que regresaste Remus  -  dijo Molly  -  ya nos tenía a todos con el corazón en un hilo.

-             Lo lamento mucho  -  se disculpó él

-             ¿Y se puede saber dónde demonios andabas?  -  preguntó Sirius

-             Recordé repentinamente algo de suma importancia que debía hacer, y no tuve ocasión de avisar.

-             Claro  -  dijo Sirius mirándolo con suspicacia

Pero una vez que la señora Weasley les metió prisa a los chicos para volver a lo que hacían, y que Hermione salió sin creerle ni media palabra y con una sonrisa en los labios, Sirius hizo a un lado toda delicadeza.

-             De modo que el señor… “Sirius, James, deberían agendar los compromisos, todo se les olvida”…  de pronto perdió la memoria

-             Bueno no soy perfecto, alguna vez me podía pasar.

-             Dime algo Lunático  -  dijo acercándose  -  ¿CREES QUE SOY IDIOTA?

El grito lo hizo retroceder varios pasos.

-             No hay necesidad de que grites Sirius, no soy sordo, aunque si sigo mucho tiempo contigo, sin duda terminaré así

-             Eres malo para el sarcasmo Lunático, y un mentiroso peor aún, así que dime de una vez qué diablos sucedió y dónde estabas metido.

-             No eres mi padre Sirius  -  dijo ya molesto

-             ¡Ahhh!  Con que esas tenemos ¿no? Yo si tengo que soportar tu interminable cháchara acerca de los peligros de salir de aquí, pero tú te ofendes con el mismo trato.

-             Te recuerdo que mi cabeza no tiene precio y ciertamente no me busca el Ministerio en pleno por ser un asesino peligroso. Así que como te darás cuenta, hay una diferencia enorme.

Aquello si pareció un golpe más acertado, porque los ojos de Sirius adquirieron el color de las tormentas y se dio vuelta. Por supuesto Remus enseguida se sintió miserable, no le gustaba lastimar a nadie, no estaba en su naturaleza hacerlo.

-             Sirius lo siento  -  dijo  -  no quise decir eso, todos sabemos que no lo eres…

-             Descuida  -  dijo caminando hacia la puerta  -  y tienes razón, es tu vida y puedes hacer con ella lo que se te dé la gana.

-             Sirius espera… por favor

-             ¿Qué?

-             Es verdad que no olvidé ningún compromiso, pero eso ya lo sabes  -  comenzó, pero la mirada de Sirius seguía siendo gélida  -  solo quise huir.

-             ¿Huir?  -  preguntó  volviéndose del todo  -  ¿Has dicho huir?

-             Sí, eso he dicho

-             Eres muchas cosas Remus Lupin, pero no un cobarde. He sido personalmente testigo de cómo has enfrentado las situaciones y peligros más graves, incluido el vértelas con una horda de mortífagos enfurecidos sin más protección que tu varita, así que como comprenderás, escapa a mi entendimiento lo que acabas de decir.

-             Créeme Sirius, entre lo sucedido y los mortífagos, prefiero a los últimos.

-             Aclaremos algo  -  le dijo  -  ¿Tienes intención de decírmelo, o solo…?

-             La besé 

Aquella afirmación salió como un disparó de cañón y tuvo más o menos el mismo efecto que habría tenido una bala en Sirius. Pero aquel individuo no era de los que podía permanecer en silencio mucho tiempo.

-             ¿Qué has dicho?  -  preguntó innecesariamente  -  Porque me ha parecido escuchar…

-             Exactamente lo que escuchaste  -  dijo abatido

-             ¡Por todos los infiernos!  -  exclamó Sirius

-             Es allí donde he pasado las últimas horas.

-              ¡Demonios!  -  volvió a exclamar

-             Si vas a empezar a enumerar las criaturas infernales, te sugiero aguardar a que escuches el resto.

-             ¿El resto?  -  preguntó ahora alarmado  -  Lunático no me dirás que…

-             No, pero no fue porque algo de cordura me quedaba. Perdí por completo el juicio cuando la tuve en mis brazos Sirius

Por primera vez en la vida, Sirius Black realmente no sabía qué decir.

-             Esto no puede volver a ocurrir, no confío en mí mismo  -  de pronto se puso de pie y exclamó con rabia  -  ¡Soy un bastardo! ¡Es una niña!

-             Cálmate Lunático  -  dijo recuperando su voz  -  Solo debes mantenerte a distancia y…

-             ¿Y tienes una maldita idea de lo que eso me cuesta?  -  lo interrumpió  -  ¿Crees que yo quería ir y… asaltarla como lo hice?

-             ¿Asaltarla? ¡Por las Barbas de Merlín!  ¿Qué hiciste?

-             Cuando Harry terminó su relato de la vista, ella subió a su habitación y al poco rato fui tras ella. Te juro que no tenía intenciones, no sé cómo terminé allí y la vi tan triste, tan vulnerable,  cuando la abracé solo quería consolarla, en ningún caso…

-             Te engañas miserablemente a ti mismo, porque a mí no  -  dijo interrumpiéndolo  -   hiciste exactamente lo que querías hacer y si te sientes tan mal es porque lo disfrutaste, por eso tienes tanto miedo.

Remus lo miró con cara de incredulidad.

-             Si piensas que me estás ayudando, déjame decirte que no es así.

-             Pues te sigues equivocando, porque sí lo estoy haciendo  -  lo contradijo  -  ¿Crees que negándolo adelantarás mucho?

Luego de unos minutos de silencio, Remus tuvo que reconocer que lo que él decía era cierto, el problema no era lo que había hecho, sino que le había gustado. Lo que planteaba un problema aún mayor.

-             No puedo quedarme aquí  -  dijo finalmente 

-             No digas tonterías -  rechazó Sirius  -  ¿Crees que largándote se va a solucionar? Tu capacidad de engañarte me sorprende. Esto va a perseguirte donde quiera que vayas.

-             Pero no la pondré en peligro a ella  -  porfió Remus

-             Empiezo a considerar el encerrarte en San Mungo, y ya sabes en qué ala ¿verdad?

Remus no se fue ese día, ni al siguiente, pero ahora se habían invertido las tornas. Ahora era Hermione quien parecía evitarlo, no es que él hiciese nada por estar a solas con ella, pero la chica se comportaba con cordialidad y cariño como siempre, pero con una especie de desinterés que había golpeado mucho a Remus. Se dijo que debía estar contento por ello, pero por alguna razón no era así. Sirius mucho más astuto en esa área, comenzó a sospechar lo que se traía la castaña. Sin embargo,  mientras decidía si advertir a Remus o no, algo vino  a acelerar las cosas.

La señora Weasley acababa de llamar a los chicos para que bajasen a cenar, cuando llamaron a la puerta. Inmediatamente la señora Weasley comenzó a quejarse de la desconsideración de los miembros de Orden, a quienes ya estaba cansada de decirles que anunciaran su presencia de otra forma, porque cada vez que sonaba la condenada campana, el retrato de la madre de Sirius comenzaba con su rosario de improperios. Harry y Ron ayudaron a Sirius a correr las cortinas para silenciar a la “dulce” señora, mientras Molly iba a abrir. Pero por un momento pensaron que las cortinas del retrato se habían descorrido de nuevo al escuchar un grito. Pero no era así, el grito lo había emitido Molly y era de felicidad.

Los chicos y Sirius miraron con curiosidad y en ese momento hizo su entrada un joven alto, de cabellos negros y largos como los de Sirius, pero sus ojos aunque grises también, eran un poco más claros. La señora Weasley estaba abrazándolo y sus hijos sonrieron al reconocerlo.

En cuanto escuchó el alboroto, Remus dejó  el libro que estaba leyendo y se levantó del sillón caminando hacia la puerta, pero cuando llegó al recibidor y vio bien al visitante, abrió mucho los ojos  por la sorpresa.


-             ¿Jason?  

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