Al filo de la navaja

Al filo de la navaja
Nuestro pasado no determina nuestro futuro, son nuestras decisiones y nuestras acciones las que lo hacen. Así como tampoco somos responsables por lo que nuestros antepasados hayan hecho o pretendido hacer de nosotros, pero sí lo somos de lo que decidamos hacer con ello. El pasado es un hecho, el presente lo construimos segundo a segundo, y el futuro es un lugar incierto que siempre nos mantendrá… Al Filo de la Navaja

sábado, 28 de junio de 2014

Cap. 10 Sirius...



Sirius pensó que el verano estaba resultando muy problemático. No obstante, buscó consuelo en lo único que podía dárselo, y que últimamente se había convertido en un refugio. Anne Marie.

La había conocido de forma insólita y romántica a más no poder. A veces cuando a solas pensaba en el asunto, se reía de sí mismo al verse como un héroe de novela rosa, y habiendo despertado tan inmerecida admiración por parte de la chica.

En una de sus tantas y furtivas salidas, se encontró caminando por una calle solitaria cuando escuchó gritos de auxilio. Automáticamente se llevó la mano al bolsillo interior de su chaqueta y aferró su varita antes de correr en dirección a los gritos. Mientras lo hacía se obligó a recordar que estaba en zona muggle, así que el problema, fuese el que fuere, probablemente debía ser resuelto a golpes y no con magia. Sin embargo, la situación era bastante comprometida, porque al llegar a la boca de un callejón que se perdía entre dos edificaciones que parecían abandonadas, pudo ver a un grupo numeroso de individuos que concentraban su atención en algo que él no podía ver. Avanzó con  cautela y por un espacio entre dos de aquellos sujetos, pudo ver el bulto de lo que parecía una persona que se encogía contra la pared del fondo. Se acercó un poco más, teniendo cuidado de no evidenciar su presencia, y en ese momento la escuchó.

-             Por favor, no llevo nada de valor, déjenme ir  -  dijo la voz suplicante de una mujer

-             Te equivocas amor, llevas “algo” de mucho valor  -  dijo otra voz que a Sirius le resultó en extremo desagradable

-             Por favor… por favor  -  seguía suplicando la chica

-             Podemos hacer esto fácil o difícil  -  dijo otra voz  -  pero si te decides por la difícil te advierto que puede ser doloroso. Así que te aconsejo no ponerte estúpida, solo queremos divertirnos un poco, harías mejor disfrutándolo.

Mientras los demás reían, y la chica sollozaba, Sirius sintió una ira violenta y el indignante discurso de aquel individuo, le había producido un asco supremo. Sacó rápidas cuentas, en total eran once, y si bien era cierto que estaba seguro de poder con aquellos patéticos payasos, también era cierto que existía la posibilidad bastante segura también, de que fuesen armados, y aquella era un dificultad un poco más difícil de resolver. De modo que buscó la posición más ventajosa y que le proporcionase una visión completa de la escena.

-             Lamento interrumpir la “fiesta”  -  dijo en voz lo suficientemente alta como para que todos escucharan

Todas las cabezas se giraron en dirección a la voz, pero él estaba oculto entre las sombras.

-             ¿Quién anda ahí?  -  preguntó uno de los que había hablado antes

-             Me gustaría decir que tu consciencia, pero dudo que la tengas  -  le contestó

-             ¡Sal de las sombras, cobarde!

-             Es curioso que el sujeto que en compañía de otros diez, amenaza a una joven indefensa, utilice el término de “cobarde” en relación a alguien más -  y dejó escapar una risa maligna  -   No estoy muy seguro de que sepas el significado de esa palabra

-             Seas quien seas, esto no es asunto tuyo, así que lárgate de una vez.

-             Tengo un problema con eso  -  dijo Sirius  -  Verás, cuando once mal nacidos amenazan a una persona que no puede defenderse, eso lo convierte en “mi” problema.

-             ¿Quién te crees, Superman?  -  preguntó con sorna el otro

-             No, pero al menos no soy un payaso como tú. La verdad es que de haber sabido que el circo estaba en la ciudad, habría sacado entradas, pero veo que son tan patéticamente malos, que no me perdía de nada.

-             ¡Ya me hartaste!  -  chilló el hombre  -  Sales por tus propios pies o iremos por ti.

-             De acuerdo, pero te advierto que no me agradan las reuniones concurridas, y podrías lamentar lo que estás pidiendo.

Mientras hablaba, Sirius había deslizado su varita, por la manga de la chaqueta de modo que quedaba bien oculta, pero accesible. Caminó hacia el grupo, y como esperaba su aspecto general causó cierta sorpresa entre los delincuentes. Con su más de metro ochenta, anchos hombros, cabello largo y ojos que en aquel momento tenían el color y la dureza del acero, todo ello rematado con una vestimenta a la que estaban poco acostumbrados, desde sus botas altas hasta el largo abrigo negro, los dejó momentáneamente paralizados. Cosa con la que contaba Sirius. Miró a la chica y se aseguró que ella lo hubiese mirado bien, levantó imperceptiblemente la mano en dirección a ella y susurró un ¡DESMAIUS!  Mientras la chica perdía el conocimiento, viró un poco la mano hacia el grupo y ahora susurró: ¡DEPELLO!  Seguido de: ¡COLLISUM!  Los individuos salieron despedidos y luego colisionaron violentamente contra la pared. No por haber sido susurrados, aquellos hechizos habían resultado menos efectivos y fulminantes.

Los dos que quedaban de pie y que eran los que habían estado hablando, miraron a sus compinches y luego a Sirius. Sin duda alguna estaban confundidos y tal vez asustados, pero no perdieron tiempo en apuntarlo con un par de automáticas.

-             Muy impresionante  -  dijo uno de ellos  -  Y no me interesa cómo lo hayas hecho.

-             Pues debería  -  se limitó a decir Sirius  -  porque te lo advertí.

Fue perfectamente audible cómo sacaban el seguro a las armas y Sirius sonrió.

-             ¡EXCISUM!

Las manos de los hombres fueron limpiamente separadas de sus brazos y a continuación comenzaron a chillar sujetándose los muñones sangrantes y aún en estado de shock comenzaron a correr. Por un breve momento Sirius consideró detenerlos y borrarles la memoria, pero llegó a la conclusión de que no valía la pena, porque difícilmente alguien les creería. Se aseguró del estado de los otros que seguían sin sentido en el piso y luego se acercó a la chica. Lo primero era sacarla de allí, de modo que la alzó en brazos y se desapareció con ella hacia un lugar más seguro.

Aparecieron en una plaza muy poco concurrida a aquella hora y Sirius procedió a devolverle el sentido a la chica. Ella abrió con lentitud los ojos y los recuerdos volvieron de pronto. Con rapidez Sirius le tapó la boca al ver que ella comenzaría a gritar.

-             Tranquila  -  le dijo  -  No voy a hacerte ningún mal, si te fijas bien, soy el sujeto que intentaba sacarte de la situación en la que te encontrabas.

Ella aún tenía los ojos desorbitantemente abiertos, pero él vio que lo había reconocido.

-             ¿Prometes no gritar?  -  preguntó en tono divertido y ella asintió  -  Bien, voy a retirar la mano ahora

Después que lo hizo y mientras la chica lo miraba con una mezcla extraña  de incredulidad, miedo y agradecimiento, él se permitió examinar el aspecto de ella por primera vez. Era bastante joven, unos veinte o veinticinco años como mucho, cabello rubio, ojos azules (y asustados), y grácil figura. Luego de varios minutos, él elevó una ceja.

-             ¿Y bien?  -  preguntó  -  Me consta que no eres muda, así que me gustaría que me dijeras cómo te sientes y que me indiques un lugar seguro dónde pueda dejarte.

-             Estoy… bien… gracias  -  dijo en tono inseguro  -  y puedo llegar sola  a mi casa.

-             No lo dudo, pero no creo que sea prudente. Es tarde y las calles como acabas de comprobar, no son muy seguras para jóvenes solas. Así que dime dónde vives y te acompañaré hasta allá.

La chica le indicó una dirección y Sirius maldijo para sus adentros, estaban al otro de la ciudad, de modo que no podían ir andando y a menos que la aturdiera de nuevo, eso descartaba la posibilidad de desaparecer hacia allá. De modo que se puso de pie, le extendió la mano para ayudarla a levantarse y comenzaron a caminar hacia la calzada en busca de un taxi. Mientras caminaban, Sirius se preguntó qué demonios hacía esa niña tan lejos de su casa en un lugar tan poco recomendable y a esas horas. Y como no le gustaba quedarse sin respuestas comenzó el interrogatorio.

-             ¿Cómo te llamas?  -  pero como demoraba en contestar insistió  -  Supongo que tienes un nombre ¿no? Usualmente es lo primero que nuestros padres nos dan, aunque a veces no sean los más acertados  -  bromeó

-             Anne… Anne Marie  -  dijo finalmente

-             Bien Anne Marie, mi nombre es Sirius Black  -  dijo en una tardía presentación  -  Y dime Anne Marie ¿qué demonios hacías en aquel apestoso lugar?

-             Trabajo cerca de allí  -  dijo ella

Sirius abrió mucho lo ojos y la miró con detenimiento. Siendo como era, un incansable buscador de diversión, sabía que ninguno de los lugares en los que podría “trabajar” una chica en aquella zona, podrían llamarse apropiados. Y por mucho que lo intentó, no logró imaginársela en ninguno de ellos. Sin embargo, ya había llegado muy lejos como para detenerse.

-             Conozco bastante bien esa zona  -  le dijo  -  ¿Dónde exactamente?

Pero aquella jovencita para ser mujer, pensó Sirius, se mostraba muy poco comunicativa. En su experiencia y ésta era bastante nutrida, lograr que una mujer permaneciese mucho tiempo en silencio requería de varias cosas, y como no estaba empleando ninguna de ellas, le sorprendía mucho tan obstinado silencio.
  
-             Sigo esperando  -  le recordó, pero ella lo sorprendió con otra pregunta

-             ¿Por qué me ayudó?  -  le preguntó  -  No muchos lo habrían hecho

-             Ah no sé. Tal vez es mi insana manía de meterme donde no me llaman, pero me pareció que estabas en apuros ¿Acaso me equivoque?

-             No  -  dijo escuetamente
Llegaron a la parada de taxis, se subieron a uno y le indicaron la dirección, Sirius corrió la ventana y se volvió hacia Anne Marie.

-             ¿Y bien, me dirás o no, dónde trabajas?

-             ¿Para qué quiere saberlo?

-             No es muy inteligente contestar a una pregunta con otra  -  pero aquella criatura era obstinada  -  Tal vez vaya por allí algún día, o necesites ayuda nuevamente.

-             Puedo cuidarme sola señor Black, gracias

-             Oh sí, ya he comprobado tus capacidades al respecto. Así que tengo mi propia opinión en relación a tu éxito en esa área.

Detectó un fugaz brillo de ira en los ojos azules y se alegró al comprobar que estaba lo bastante viva como para molestarse. Finalmente y luego de mucho insistir, logró que le dijera dónde trabajaba y que era mesera en ese lugar. Aunque el local le seguía pareciendo poco recomendable, la información de que era mesera  no sabía por qué, lo tranquilizaba. Llegaron al lugar, bajaron del auto, Sirius pagó y despidió al taxista, y luego se volvió hacia la chica.

-             ¿Por qué lo despidió?  No le resultará sencillo encontrar otro a estas horas por aquí  -  dijo ella y lo miró con aprensión

A Sirius no le cabía ninguna duda de ello, pero aunque ella obviamente no lo sabía, no necesitaría de un taxi para regresar. Pero al darse cuenta del temor de la chica, casi estuvo a punto de soltarse a reír.

-             Descuida, encontraré el modo en cuanto me asegure de que entras sana y salva a tu casa  -  le aseguró

Echó un vistazo alrededor y se sintió deprimido. Todo allí era gris y sombrío. Ella caminó hacia la entrada de un pequeño edificio cuya pintura estaba descascarándose por diferentes áreas y no muy lejos un cubo de basura parecía ser el lugar de reunión de varios gatos. Ella introdujo una llave en la cerradura de la puerta y ésta chirrió de manera escandalosa.

-             No tengo modo de agradecer lo que ha hecho por mí, y siempre estaré en deuda con usted señor Black  -  le dijo

-             Descuida, solo cuídate  -  y después de mirarla un par de segundos  -  Adiós Anne Marie.

-             Adiós señor Black  -  le dio la espalda y entró dejando que la puerta se cerrara con su odioso chirrido.

Sirius permaneció aún un rato más parado allí y de pronto se sintió viejo, solo y vacío. Pero después de unos minutos desechó aquellos pensamientos.

-             ¡Al demonio con todo!  -  exclamó

Caminó unos cuantos metros y se desapareció. Pero a partir de aquel día, no dejó de acudir al lugar donde ella trabajaba cada vez que salía, así como no dejaba de acompañarla a su casa una vez que terminaba su turno. Al principio no conversaban mucho, pero poco a poco fue contándole fragmentos de su vida. Era hija única, su padre había muerto cuando ella tenía dieciséis años y su madre sufría de una enfermedad degenerativa que la había obligado a dejar de trabajar, obligándola a ella a hacerlo para poder comer. No le había resultado fácil encontrar un empleo siendo menor de edad, pero finalmente el dueño del lugar donde trabajaba, a quien calificaba de “un hombre bueno y comprensivo” le había dado una oportunidad y desde entonces trabajaba allí.  Su salario no era extraordinariamente bueno pero les permitía vivir más o menos al día.

Un día que ella no había ido a trabajar Sirius se preocupó y se presentó en su casa. Resultó que era su día libre pero lo invitó a pasar por primera vez al minúsculo departamento y Sirius pensó que se asfixiaría en aquel lugar. La sala, el comedor y la cocina estaban prácticamente uno encima de otro. Disponían según pudo notar, de una sola habitación, e imagina que de un solo cuarto de baño. Todo estaba limpio y en perfecto orden pero todo era viejo o de mala calidad. En algún lugar sonaba lo que identificó como un radio, pero la recepción era mala.

-             A mamá le gusta escuchar música  -  dijo  -  es lo único que parece recordar  -  agregó con tristeza

Sirius se tomó el café que ella le había ofrecido, pero no fue capaz de permanecer más tiempo. Salió de allí en un estado confuso de depresión, ira y frustración. Pasó los próximos dos días de un humor asesino. En Grimauld Place se preguntaban qué le sucedía, ya que pasaba más tiempo en compañía de Buckbeak que compartiendo con los demás miembros de la casa. Pero nadie logró averiguarlo, mientras Remus suponía que era por la próxima partida de Harry y los chicos, y lo pensaba porque él mismo no estaba mucho mejor.

Pero al tercer de día de estar sintiéndose miserable, Sirius salió a la insólita hora de las ocho de la mañana para gran consternación de Molly Weasley.

-             Remus  - le dijo a Lupin cuando este  apareció en la cocina  -  Hay que hacer algo con Sirius

-             ¿Qué hizo ahora?  -  preguntó Remus con resignación

-             Ha salido

-             Molly  -  dijo con paciencia  -  entiendo que te preocupes, pero Sirius no es un niño aunque se comporte como tal, y aparte de que habitualmente sabe cuidarse, en las noches no corre tanto peligro…

-             Remus  -  lo interrumpió ella  -  ha salido “ahora”

Por un momento él no entendió, pero cuando lo hizo sintió verdaderos deseos de matar a su amigo y tendría que contenerse mucho para no hacerlo cuando lo tuviese al frente.

Sirius había salido tan temprano con un propósito y no pensaba detenerse. Luego de conseguir lo que estaba buscando y que todo estuviese como él quería, decidió ir por Anne Marie. Sabía que su turno comenzaba a las cinco de la tarde, de modo que aún estaría en su casa y hacia allá se dirigió. Ella lo recibió con extrañeza y alegría, porque a raíz de su visita de hacía dos noches, había tenido la impresión de que no volvería a verlo.

-             Vengo a hacerte una propuesta  -  le dijo

-             ¿Una propuesta?  -  preguntó con suspicacia  -  ¿De qué clase?

-             Por favor, cualquiera que te escuchase pensaría que voy por allí haciendo propuestas indecentes a jovencitas inocentes

-             Lo siento  -  dijo ella

Realmente no había nada en aquel hombre, al menos para Anne Marie que desconocía del todo su vida,  que justificase su aprensión. Hasta ese momento Sirius se había portado con una corrección intachable, pero la fuerza de la costumbre de verse obligada a rechazar toda clase de “propuestas”, la había hecho reaccionar de ese modo.

-             Bien, es un asunto de trabajo, si te interesa claro está

-             ¿Un trabajo?  -  preguntó con incredulidad, pero luego lo pensó mejor  -  Sabes que no tengo preparación para…

-             No necesitas ninguna  -  la interrumpió él  -  Verás, tengo una propiedad de la que no puedo hacerme cargo, de modo que necesito de alguien que lo haga.

-             No entiendo  -  dijo  -  ¿Algo así como un ama de llaves tal vez?

-             No exactamente, más bien alguien que viva en ella y se haga cargo de que el servicio haga lo que debe y que la casa no se deteriore. Es una casa relativamente grande y está en una zona rural.

-             ¿Solo eso?
-             Sí, solo eso. Estoy dispuesto a pagar bien  -  él se había tomado la molestia de averiguar a cuánto ascendía su salario y lo triplicó de modo que no le resultase fácil rechazarlo, y luego preguntó conteniendo la respiración  -  ¿Te interesaría?

Ella aún lo estaba mirando con los ojos muy abiertos, pero unos segundos después se había lanzado irreflexivamente en sus brazos y dándole un beso en la mejilla le sonrió con verdadera alegría.

-             Claro que acepto  -  le dijo feliz 

Aunque él se sentía tan feliz como ella, se desembarazó del meloso agradecimiento.

-    Basta niña  -  dijo haciéndose el irritado

-    ¿Cuándo debería comenzar?
-             Ahora mismo

-             ¡Oh!  Pero debo avisar, no puedo irme así

Aunque Sirius tenía toda la intención de protestar, decidió prudentemente guardar silencio y se ofreció a acompañarla. Ella habló con el que hasta ese día sería su jefe, le agradeció por el tiempo que estuvo allí y luego salieron. Era temprano aún, de modo que ella se ofreció a prepararle una cena en agradecimiento, pero él se negó y luego de pensarlo un poco y calcular los posibles riesgos, la invitó él a ella.

-             Soy yo el que está agradecido, así que imagino no tendrás inconveniente en aceptar ir a cenar conmigo.

Ella aceptó y se dirigieron a un lugar que ofrecía servicio al aire libre. Una serie de mesas dispuestas en un jardín iluminado por lámparas chinas, le pareció a él un buen lugar, además de que estando en el mundo muggle, no corría tantos riesgos de ser visto por ningún mago. Aún así, si Remus o cualquiera de los miembros de la Orden se enteraba, se iba a ganar una buena bronca. Pero de momento decidió ignorarlo.

Cuando Sirius regresó a su casa aquella noche, se sentía feliz por primera vez. Las cosas habían salido tal y como las había planeado desde esa mañana cuando fue en busca de una propiedad en el campo que se ajustara a lo que necesitaba. Y ahora Anne Marie podría vivir allí tranquila con su madre y él volvería dormir tranquilo.

El asunto es que no estaba ni cerca de conseguir esa tranquilidad, porque la verdad era que Sirius Black había perdido la cabeza por aquella chica y ni cuenta se había dado.

Uno de esos tantos días en los que se sentía triste y abatido, y que no quería bajo ningún concepto estar en Grimauld Place, se fue a ver a Anne Marie.

La chica notó que algo le sucedía pero no logró que se lo dijera. Sin embargo, hizo cuanto estuvo en su mano por hacerlo sentir un poco más alegre. En un momento dado mientras paseaban por el jardín, por ir distraída contándole acerca de algo que necesitaba una reparación, tropezó y estuvo a punto de caer pero él la sujetó por la cintura y en ese momento el mundo cambió de color.

Sirius fue repentinamente consciente de que lo que más deseaba en el mundo era besar aquellos labios. Y Anne Marie, que desde hacía mucho tenía locos sueños en los que se veía en los brazos de aquel sujeto alto que había llegado de improviso a su vida, contuvo la respiración y se dijo que debía estar en uno de esos sueños. Pero cuando los labios de Sirius descendieron sin poder evitarlo sobre los de ella, la descarga eléctrica que se suscitó apagó todo pensamiento racional en ambas mentes. Pero lo que comenzó siendo una caricia inesperada, se convirtió en una necesidad desesperada. Las expertas manos de Sirius apartaron todo posible obstáculo que lo separase de lo que constituía en ese momento  lo único que le interesaba en el mundo. Recorrió cada centímetro de su piel y cada rincón de su cuerpo hasta hacerla gritar de deseo y sin consideración alguna, invadió su interior con la plena seguridad de que nadie más lograría nunca quitarle su posesión. Se elevaron a las alturas del placer para luego descender uno en brazos del otro y terminar apaciblemente mirándose a los ojos y sin necesidad alguna de decir lo que éstos ya se gritaban en silencio.


A partir de aquel día sus vidas cambiaron, pero no sabían cuánto más podían hacerlo todavía.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario