Harry
había despertado con una desagradable sensación en el estómago, se movió hacia
un lado y estiró el brazo para coger sus gafas. Miró hacia la ventana y se dio
cuenta que aún no había amanecido, de modo que no hizo intento por levantarse.
Se preguntó si aquel malestar estaría relacionado con las actividades de
Voldemort, y sintió de nuevo el dolor por la pérdida de su padrino.
Aunque
todos se empeñaban en decirle que no era su culpa, él seguía pensando que sí lo
era. Si no hubiese sido lo bastante necio como para creer en lo que Voldemort
había querido que creyese, Sirius no se habría visto obligado a ir al
Ministerio y hoy estaría vivo.
Durante
los primeros días del verano, casi había logrado convencerse de que lo que le
había dicho Dumbledore era cierto, y que Sirius había muerto como le habría
gustado, pero cuando el director fue por él y después de la extraña visita a
Slughorn, el nuevo profesor que había contratado, éste había tenido una larga
conversación con Harry.
Antes
cuando había ido a buscarlo a Privet Drive, le había informado acerca del
testamento de Sirius, pero al chico le había parecido que el anciano quería
decirle algo más, sin embargo no lo había hecho hasta que llegaron a La
Madriguera.
Se
introdujeron al cobertizo y allí Dumbledore le contó la cosa más insólita que
Harry hubiese podido imaginar, y ello hizo que se sintiera aún peor y más
culpable de lo que ya sentía.
-
Harry, hay algo de suma importancia que
debes saber -- había dicho
-- Durante el último año, Sirius
estuvo manteniendo una relación con una mujer muggle, y ésta le dio un hijo.
Aquello
lo había cogido por completo desprevenido, y por más que intentó imaginárselo,
no lo logró. Sin embargo siguió prestando atención al relato y a medida que éste avanzaba, su corazón se iba
encogiendo. Sirius era feliz, amaba a una chica y tenía un hijo recién nacido.
Todo aquello penetró no sin dificultad en su cerebro y luego pisoteó su corazón
que ya estaba hecho pedazos, pero cuando Dumbledore le dijo que habían matado a
Anne Marie y se habían llevado al pequeño Anthar, no pudo evitar dejar salir
todo el dolor en un desgarrador grito que hendió el aire de la noche.
Harry
lloró como no recordaba haberlo hecho antes, y Dumbledore le permitió
desahogarse, porque sin duda era demasiado dolor para llevarlo encerrado
dentro. Pero poco a poco fue recuperando la calma, el dolor no se había ido y
él pensaba que no se iría nunca, pero debía afrontar un futuro lleno de
peligros, de modo que tenía que reponerse.
-
¿Y no han hallado ni el más mínimo
rastro? -- preguntó
-
No, hasta ahora no hemos encontrado nada,
ni una pista siquiera -- informó el anciano --
Pero aunque tengo pocas esperanzas de hallarlo, no he renunciado a ello.
-
Bien, porque yo no lo haré.
-
Harry, Sirius quería que tú fueses el
padrino de su hijo.
Aquella
información, solo reforzó su determinación de encontrarlo así tuviese que
emplear toda su vida en ello.
-
Lo encontraré --
dijo con seguridad -- Le juro por la memoria de mis padres y por la
de Sirius, que si Voldemort no me mata, después de matarlo yo a él me dedicaré
a buscar a ese niño y lo voy a
encontrar.
Harry
había notado que Dumbledore lo miraba con cierto orgullo en sus azules ojos,
pero en aquel momento a él no le interesaba que nadie se sintiese orgulloso de
él, porque él solo sentía desprecio por sí mismo, y se juró de nuevo que de un
modo u otro acabaría con aquella pesadilla.
Ahora
acostado en su cama, escuchando los ronquidos de Ron y mirando como la luz
comenzaba a colarse por la ventana, recordó que no les había contado a sus
amigos aquella parte de la conversación, porque Ginny había entrado en la
habitación cuando se disponía a hacerlo, y luego con lo de Hermione lo había
olvidado por completo. Dumbledore había hecho hincapié en que si bien podía
contárselo a sus amigos, era mejor mantener aquella información en secreto. De
modo que debía buscar un momento a solas con Ron y Hermione, y contarles
aquello.
Remus
estaba parado junto a la ventana y pensaba en su niña de cabellos enmarañados.
Prácticamente se había trasladado en forma permanente al Castillo, solo había
salido una vez y había sido para ver a Hermione. El resto del tiempo lo pasaba
allí, en ocasiones leía en voz alta, en otras le contaba como estaban las
cosas, y en otras que eran las más, le hablaba de Hermione. Porque si bien era
cierto que Jason no podía asegurar que lo escuchase, tampoco podía asegurar lo
contrario, de modo que él seguía intentándolo.
Aunque
deseaba mucho que pudiesen encontrar la forma de traerlo de vuelta, se había
preguntado muchas veces cómo le darían las terribles noticias que tenían que
darle una vez que despertase. Conociendo a Sirius, estaba seguro de que
preferiría estar muerto a tener que enfrentar la pérdida de su mujer y su hijo.
Pero aun así y sobreponiéndose al temor que le causaba el daño que iban a
causarle, no había nada que desease más que ver a su amigo despertar de ese
extraño sueño.
Dumbledore
se encontraba en su despacho y en ese momento Snape le revisaba la mano.
-
Te lo agradezco mucho Severus, pero no sé
para qué te sigues molestando y perdiendo tu tiempo --
estaba diciéndole al profesor de Pociones -- fuiste
muy claro cuando dijiste que no había nada que pudiera hacerse.
-
Es mi tiempo, de modo que me asiste el
derecho a perderlo como se me dé la gana
-- contestó Snape con su habitual
acidez
-
Naturalmente --
reconoció Dumbledore tratando de disimular una sonrisa
Severus
Snape era un enigma para muchos, pero no para él. Dumbledore era el único que
conocía su secreto, y había jurado guardarlo aunque le apenaba mucho que todos
lo consideraran un hombre sin corazón cuando él sabía muy bien que lo tenía y
lleno de un amor enorme que había sobrevivido a la muerte de la mujer que
amaba, y por la que había empeñado su vida y su futuro a riesgo de ser
descubierto en el peligroso juego que jugaba.
-
Supongo que por lo menos tendrás la
decencia de tomarte la poción que te envío todos los días --
dijo Snape
-
Sí Severus, muchas gracias
Antes
de que Snape pudiese decir nada más, las llamas de la chimenea adquirieron un
color verde esmeralda y unos segundos después Bill Weasley hacía acto de
presencia.
-
Buenos días --
saludó el chico
-
Buenos días Bill --
correspondió Dumbledore
-
Weasley
-- fue le seco saludo de Snape
-
Severus
-- y Dumbledore lo miró --
¿Podrías dejarnos solos, por favor?
Snape
elevó una ceja en forma interrogativa, pero sabía que él no le daría ninguna
información, de modo que dio la espalda y se marchó sin despedirse. Bill pensó
que aquel hombre era francamente insoportable.
-
No lo juzgues tan duramente Bill --
dijo Dumbledore -- es solo un poco áspero.
Bill
podría haber encontrado una cantidad enormemente grande de calificativos que
describieran con más justicia a Snape, pero decidió guardar silencio.
-
Te he hecho venir porque creo que ha
llegado el momento de que Jason y tú, realicen esa incursión.
-
Bien
-- dijo él --
¿Cuándo puede ser?
-
Esta misma noche -- le
informó -- llevo días estudiando las posibilidades y no
hay una forma realmente segura de que lo hagan. Desde que Voldemort y sus
mortífagos se introdujeron en el Ministerio, las medidas de seguridad se han
reforzado, y para más inconvenientes, sabemos que Voldemort está infiltrando a
sus seguidores en el Ministerio. Es muy difícil saber quiénes son, de modo que
eso no hace más fácil el asunto. Por mucho más que esperemos, no encontraremos
una mejor forma de hacerlo, así que solo contaran con su instinto para realizar
esto. Si aun así están dispuestos, lo más que puedo ofrecerles es acompañarlos.
-
Gracias
-- dijo Bill -- Hablaré con Jason y si no hay inconvenientes,
le enviaré una lechuza confirmándoselo.
-
De acuerdo.
-
Supongo que es inútil preguntar, pero
¿algún cambio?
-
No, ninguno.
Se
despidieron y Bill partió rumbo al Hospital. Dumbledore tenía razón sin duda,
seguir esperando no les haría las cosas más fáciles, de modo que si había que
hacerlo, mejor salir de ello de una buena vez.
Era
una mañana relativamente normal en San Mungo, sin embargo, cuando Bill pidió
ver a Jason le dijeron que debía esperar.
-
El sanador Prewet se encuentra ocupado en
este momento -- le dijo la recepcionista sin levantar la
vista de sus notas
-
¿Cree que se tarde mucho?
-
Eso no puedo saberlo señor, porque
como… --
se interrumpió cuando levantó la cabeza y miró a Bill
Inmediatamente
su expresión cambió, colgó una sonrisa en sus labios y su tono de voz se
suavizó.
-
Si es muy urgente… -- lo
miró evaluándolo antes de proseguir
-- podría indicarle otro sanador.
-
No gracias --
dijo él sonriéndole a la chica
-- se trata de un asunto familiar
señorita.
-
¡Oh!
-- exclamó la chica --
¿Son ustedes parientes?
-
Sí, así es --
reconoció él -- somos primos. Gracias de nuevo, lo esperaré
por acá.
La
chica lo siguió con una mirada que Fleur no habría aprobado, pero era algo
inevitable. De los Weasley, Bill era sin duda el más apuesto. La chica estuvo
lanzándole miradas cargadas de admiración durante todo el rato, cosa que a Bill
le hizo gracia teniendo en cuenta como lo había tratado al llegar.
Tuvo
que esperar a Jason cerca de una hora, ciertamente su primo era un individuo
muy ocupado, pero volvió a sonreír cuando lo vio acercarse en compañía de una
hermosa bruja.
-
Volveré la próxima semana --
estaba diciendo la mujer
-
Ya le he dicho que no es necesario --
dijo Jason -- todo marcha perfectamente y ya no necesita de
mis servicios.
-
Solo quiero estar segura --
insistió la mujer
Jason
se despidió con una sonrisa profesional y una vez que la bruja se hubo marchado
se volvió hacia Bill.
-
Solía sentir conmiseración por lo mucho
que trabajas -- dijo Bill
-- pero ya veo lo “duro” de tu trabajo.
-
¡Cállate necio! --
protestó Jason guiándolo hacia su consultorio -- Esa
mujer es una pesadilla.
-
¿Y qué tiene? Porque la verdad, se ve
perfectamente sana.
-
“Está” perfectamente sana --
dijo el chico con exasperación
-- pero se inventa enfermedades
una semana sí y otra también.
-
Creo que su enfermedad se llama “Jason
Prewet” -- y soltó una alegre carcajada
Varias
cabezas se giraron, pero ellos las ignoraron y entraron al cubículo.
-
¿Qué sucede? --
preguntó Jason -- Porque no viniste a inspeccionar mi trabajo
¿no?
-
Dumbledore me mandó a llamar --
dijo y su expresión se tornó seria
-- En su opinión no hay mucho más
que esperar y si aún quieres examinar ese arco, dice que podremos hacerlo esta
noche.
-
Bien, estás de acuerdo supongo.
-
Por mí no hay problema, pero si decides
hacerlo debo enviarle aviso a Dumbledore, porque ha decidido acompañarnos
-
¿Por qué?
-- preguntó sorprendido --
Había dicho que no debíamos ser más de dos.
-
No lo sé Jason, no te pones a discutir
con Dumbledore cuando decide hacer algo. Pero en cualquier caso, contar con su
ayuda siempre es una ventaja.
-
De acuerdo, lo haremos esta noche
entonces.
Se
dijeron un par de cosas más y Bill se despidió, pero antes de llegar a la
puerta Jason lo detuvo.
-
¿Cómo está?
Bill
no necesitaba que su primo fuese más específico para saber a quién se estaba
refiriendo.
-
Está bien
-- le dijo mirándolo con
fijeza -- pero creo que ya deberías dejar de
interesarte por ella, al fin y al…
-
Eso es algo que nunca sucederá --
aseguró Jason en forma terminante
Bill
suspiró pensando que su primo era muy necio torturándose de aquella manera por
Hermione cuando había cientos de mujeres que morirían por salir con él, pero no
dijo nada más y abandonó el lugar.
Tal y
como habían acordado, Bill envió la lechuza a Dumbledore y quedaron en
encontrarse a determinada hora en las cercanías del Ministerio. Bill también
dio aviso a su madre y a Fleur para que no lo esperasen para la cena, avisando
igualmente como ya era costumbre, que Jason tampoco volvería a casa aquella noche.
Una
vez que Jason terminó su jornada y estaba por cambiarse de ropa, entró una de
las ayudantes más antiguas.
-
Permiso
-- dijo la empleada --
venía a preguntarle si le preparaba la habitación para esta noche también,
pero veo que ha decidido salir -- y agregó con una sonrisa -- ya
era hora de que saliera y se divirtiera un poco.
-
No haré guardia esta noche --
dijo él -- pero es porque tengo trabajo en otro lugar.
La
mujer puso cara de decepción, realmente no entendía como un joven tan atractivo,
inteligente y simpático que había constituido las delicias de todo el personal
femenino desde su llegada a San Mungo, de la noche a la mañana se había vuelto
taciturno, reservado y había perdido su alegre sonrisa. No es que antes hablase
mucho de él pero hablaba, bromeaba y les seguía el juego a las chicas que
hacían cola para “atraparlo”. Sin embargo, de pronto todo eso había cambiado.
No había dejado de ser amable y aún las mujeres fuesen pacientes o miembros del
personal seguían persiguiéndolo, pero él parecía haberse aislado del mundo y en
su opinión se estaba matando a punta de trabajo. No obstante, solo asintió y se
retiró, pero seguía pensando que era una pena.
Jason
llegó al punto de reunión y ya se encontraban allí Bill y el director, saludó y
se pusieron en marcha.
-
¿Cómo ingresaremos? --
preguntó Bill
-
Como deben imaginar, después de cierta
hora nadie puede aparecerse dentro del Ministerio sin que se disparen las
alarmas -- informó Dumbledore --
Todas las chimeneas son selladas una vez que el personal abandona el
edificio, y hay varios guardias de seguridad patrullando los pasillos y en la
entrada de visitantes.
-
¡Demonios! --
exclamó Jason -- Eso no nos deja muchas opciones
-
Ninguna en realidad --
opinó Bill
-
Te equivocas, siempre hay una --
dijo Dumbledore -- Ser asiduo visitante del Ministerio y el
haber contado con la confianza de algunos ministros, tiene sus ventajas.
Los
chicos no ponían en duda ninguna de las dos cosas, de modo que no hicieron
preguntas necias y se limitaron a seguirlo. Se metieron por un callejón oscuro
lleno de botes de basura, varios gatos salieron despavoridos cuando las tres
figuras emergieron de la oscuridad.
-
Lindo lugar --
dijo Bill
-
No tiene el mejor aspecto --
reconoció Dumbledore -- pero te aseguro que puede resultar muy útil.
Se
detuvieron frente a una desvencijada puerta, detrás de la cual se percibía un
ruido ensordecedor.
-
Pero qué demonios… --
comenzó Jason, pero Dumbledore les indicó silencio
Empujó
la puerta y el escándalo procedente del interior casi hizo retroceder a los
chicos, mientras que Dumbledore siguió adelante como si no hubiese escuchado
nada. Aquello tenía toda la pinta de ser un local nocturno, porque la música
atronaba por todas partes y el olor a humo y a licor resultaba desagradable.
Pero si era así, los chicos consideraron que el aspecto general de Dumbledore
difícilmente podría pasar desapercibido en un lugar como aquel aunque sus
visitantes estuviesen ahogados en alcohol.
Al menos ellos iban vestidos con ropas muggles, pero el anciano director vestía como de costumbre. Sin
embargo, no se vieron en aquel aprieto porque no llegaron hasta el salón
principal de aquel antro, sino que se introdujeron por un oscuro pasillo hasta
detenerse frente a otra puerta que era apenas visible. Del mismo modo que había
abierto la anterior lo hizo con esta,
los muchachos entraron tras él y una vez dentro el ruido despareció.
Caminaron por un cortísimo pasillo y Dumbledore se detuvo.
-
Tengan cuidado -- les
advirtió -- tendremos que descender por unas largas
escaleras en forma de caracol.
Dumbledore
encendió su varita y ellos lo imitaron comenzando el largo descenso. Aunque les
había parecido interminable, finalmente parecían haber llegado.
-
Nox --
murmuró el director y ellos lo imitaron nuevamente -- No
sabemos con qué vamos a encontrarnos al otro lado -- les
dijo --
esta puerta da directamente a la oficina del Ministro.
Ni
Jason ni Bill dieron muestras de su sorpresa, a pesar de que ciertamente
estaban sorprendidos. Dumbledore abrió con precaución, murmuró algo y luego
avanzó. La oficina estaba tenuemente
iluminada pero vacía, avanzaron hacia la puerta y del mismo modo salieron al
pasillo. Caminaron hasta las escaleras y descendieron hasta el piso del
Departamento de Misterios sin encontrarse a nadie.
-
Bien
-- dijo Dumbledore
deteniéndose -- Yo aguardaré aquí afuera mientras ustedes
revisan el arco.
-
Pero señor --
dijo Bill -- aquí cualquiera puede verlo, no sería mejor…
-
Descuida Bill, nadie me verá te lo aseguro.
Y como
no tenían motivos para dudar de él, asintieron y entraron a la Sala de la
Muerte. Solo entrar ya producía una desagradable sensación, pero eso no los
detuvo. Bajaron las gradas y se detuvieron frente al arco.
-
¿Y bien?
-- preguntó Bill
-
Intentaremos primero con varios hechizos
“reveladores”,
no supondrás que te traje de paseo ¿verdad? Esa es tu especialidad.
Bill
sonrió y asintió. Ciertamente se había pasado varios años desenterrando cosas y
abriendo lugares sellados, de modo que era justo el comentario de su primo.
Sacó su varita y se acercó con precaución al arco, recordando lo que les había
dicho Dumbledore. A continuación apuntó e intentó varios hechizos pero todos
parecían rebotar sin ningún efecto. Se acercó más y colocó la punta de su
varita sobre la piedra.
-
¡SECRETUM
NUNTIUS!
Cuando
estaba a punto de retirarse, unas letras comenzaron a dibujarse sobre la roca.
-
¡Jason de prisa, pluma y pergamino! --
urgió Bill mientras no despegaba los ojos de lo que estaba apareciendo
Jason
se acercó con lo que le pedía, Bill comenzó a copiar frenéticamente y Jason
intentó leer.
El que cruce
este arco deja atrás su vida, esto representa el olvido y la nada. Ninguna
magia te traerá de vuelta, ningún hechizo te devolverá lo perdido. Tienes una
oportunidad de retroceder, pero solo el muérdago blanco y el tiempo serán tus
aliados.
Pero luego de mirar atentamente, le
resultó simplemente incomprensible aquel conjunto de caracteres extraños,
aunque evidentemente para Bill no, porque seguía escribiendo a toda velocidad.
De modo que se inclinó sobre lo que su primo escribía pero después de unos
segundos lo miró con incredulidad, ya que lo que Bill estaba colocando sobre el
pergamino no tenía más sentido para Jason que lo que estaba en el arco. Sin
embargo, antes de que pudiese decir algo, Bill soltó una exclamación y Jason
vio la razón al seguir la dirección de su mirada. Los caracteres habían
comenzado a desaparecer, de modo que Bill repitió el hechizo y en cuanto
aparecieron de nuevo, prosiguió con la escritura. Después de unos minutos, Bill
sonrió y miró el pergamino.
Mae'r croesi hwn yn
gadael y tu ôl arc ei fywyd, mae hyn yn cael
eianghofio a dim byd. Ni fydd unrhyw hud dod â chi yn
ôl, ni fydd unrhywcyfnod dychwelyd hyn a gollwyd. Yn cael
cyfle i encilio, ond dim ond yr uchelwydd gwyn ac
amser yn eich cynghreiriaid.
-
Lo
tengo --
dijo extendiéndole el pergamino
-
Bien por ti
pero no tiene ningún sentido que me lo des
-- dijo Jason -- he
intentado leer mientras escribías y no he entendido nada ¿Qué condenado idioma
es ese?
-
El de la
piedra es Celta Antiguo -- le
informó Bill -- y éste
-- dijo señalando el
pergamino -- es Galés.
-
¿Y por qué
diablos no lo copiaste en nuestro idioma de una vez?
-
Luego te lo
explico -- le dijo
-- creo que ahora lo mejor es
salir de aquí -- y comenzó a moverse pero Jason lo detuvo
-
Espera,
quiero verificar algo -- se agachó frente al arco y miro a Bill -- si
esta cosa intenta absorberme, espero tengas la habilidad suficiente para
impedirlo.
-
¿Absorberte? --
preguntó el otro sorprendido
-- ¿Qué pretendes?
Pero ya Jason estaba dirigiendo su brazo
hacia el arco.
-
¡Jason
detente! -- exclamó Bill
-- Al menos usa el otro brazo
necio, eres zurdo.
Jason se detuvo bruscamente al darse
cuenta que Bill tenía razón, si le sucedía algo a su brazo, mejor que fuera el
otro, de modo que levantó el brazo derecho y lo introdujo con decisión. Al notar que no sucedía nada empezó a tantear
del otro lado, pero solo había vacío, de modo que Sirius no se había golpeado
con nada al caer hacia allí. Decepcionado retiró el brazo y se puso de pie,
pero al minuto siguiente:
-
¡Demonios! --
exclamó
-
¿Qué? --
preguntó Bill
Pero él no tuvo oportunidad de contestar,
porque un fénix plateado se posó ante ellos
-
Tenemos que salir de aquí ¡Ahora!
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