Al filo de la navaja

Al filo de la navaja
Nuestro pasado no determina nuestro futuro, son nuestras decisiones y nuestras acciones las que lo hacen. Así como tampoco somos responsables por lo que nuestros antepasados hayan hecho o pretendido hacer de nosotros, pero sí lo somos de lo que decidamos hacer con ello. El pasado es un hecho, el presente lo construimos segundo a segundo, y el futuro es un lugar incierto que siempre nos mantendrá… Al Filo de la Navaja

sábado, 28 de junio de 2014

Cap. 04 Dudas



Varios sucesos tenían conmocionados tanto a los habitantes de Hogwarts, como a su director. Y Remus no escapaba a la preocupación, que en su caso estaba por aumentar de manera alarmante.

Un hecho de la mayor trascendencia había preocupado muchísimo a Remus, y lo había hecho replantearse sus ideas. La noche de Halloween, Sirius había  intentado entrar a la Torre de Gryffindor, y lo más insólito para Remus, no era que hubiese podido entrar al Castillo, ya que si alguien conocía de memoria todos los pasadizos que podían llevarlo a él, era Sirius, sino el despiadado ataque al retrato de la Señora Gorda.  Sin embargo, y como era de suponer, no pudieron dar con él. Snape se había puesto extraordinariamente pesado, con el asunto de que él estaría ayudando al “desgraciado Black”, pero Dumbledore desoyó sus protestas.

Otro asunto preocupante fue que durante un partido de Quidditch contra Hufflepuff, los Dementores habían aparecido sobre el campo, y esta súbita aparición había hecho que Harry perdiera nuevamente el sentido, cayendo peligrosamente desde las alturas. Afortunadamente, Dumbledore había detenido la fatal caída, y el chico no había recibido el daño que cabía esperar. Sin embargo, su escoba había quedado hecha pedazos, porque había volado justo hacia el Sauce Boxeador. Esto había conseguido que Remus se sintiese terriblemente mal, teniendo en cuenta que aquel peligroso árbol, había sido plantado allí poco antes de su llegada a Hogwarts en su época de estudiante, con el único fin de proteger el pasadizo que llevaba a la Casa de los Gritos.

Harry casi le había suplicado a Remus, que lo instruyera para defenderse de los Dementores. Varias razones lo habían hecho acceder a la petición. La primera, naturalmente que era el hijo de James quien se lo pedía. La segunda, que realmente le iba muy mal al pobre chico con aquellas odiosas criaturas. La tercera, que Harry estaba muy deprimido por esto, y por el hecho de que no podía acompañar a sus amigos cuando iban a Hogsmeade. Y la cuarta, que estaba seguro de que el chico podría con aquel difícil hechizo, que aún a magos experimentados, en muchas ocasiones les costaba.

Para lo que no estaba preparado, era para que lo consiguiera en un lapso de tiempo tan relativamente corto, por lo que no le quedó ninguna duda, de que Harry sería un mago extraordinariamente poderoso.

En navidad otro asunto del cual se enteró con posterioridad, pasó a formar parte de la ya larga lista de preocupaciones de Remus. Había visto con preocupación, que tanto Harry como Ron, estaban muy alejados de Hermione, lo que lo llevó a suponer que habían tenido algún disgusto. Esta suposición quedó confirmada, una noche cuando bajó a la Biblioteca en busca de un libro que necesitaba para su próxima clase y encontró a la chica sola, parapetada tras una descomunal montaña de libros.

-             Hola Hermione  -  la saludó

A pesar de que en nada había variado su tono natural, la chica pareció sobresaltarse mucho.

-             Lo siento, no quise asustarte  -  se disculpó apenado

-             No profesor  -  dijo ella  -  es solo que estaba concentrada y no lo sentí llegar

-             Comprendo. Veo que tienes una enorme cantidad de deberes  -  dijo señalando la montaña de libros y pergaminos

-             Sí, creo que voy algo atrasada

Remus la observó durante unos segundos, y llegó a dos conclusiones. La primera, que su distracción no estaba relacionada con la redacción que intentaba terminar. Y la segunda, que algo de seria naturaleza preocupaba a la chica.

-             Hermione  -  la llamó y ella volvió a sobresaltarse  -  ¿Estás bien?

Estaba consciente que era una pregunta en extremo tonta, ya que era evidente que no era así, pero no sabía de qué otra forma preguntarle. Pero más desconcertante aún, fue la reacción de ella.

-             Sí… yo no… bueno… no… es que…

Y sin previo aviso, y sin ninguna explicación, de pronto comenzó a llorar de forma descontrolada después de aquel incoherente intento de respuesta.  Remus era un excelente maestro y un gran amigo, pero la verdad era que no tenía ninguna experiencia, en cómo enfrentar las lágrimas femeninas. De modo que se acercó a ella, y sin saber qué decir, se limitó a colocarle la mano sobre el hombro. Pero aquello como que había sido peor, porque solo consiguió que la chica comenzara a llorar con mayor intensidad. Remus acercó una silla y se sentó a su lado.

-             Veamos Hermione  -  intentó  -  la mayor parte de los problemas tienen una solución, solo debemos tomarnos el tiempo de mirar con detenimiento

-             Estoy… tan abrumada…  -  dijo entre hipidos 

Remus miró de nuevo la torre de libros, y pensó que no era para menos. La profesora McGonagall ya le había comentado acerca de lo que le había costado conseguirle un Giratiempo, a Hermione, para que la chica pudiese tomar todas las asignaturas que quería, y el enorme esfuerzo que estaba haciendo. Solía hablar con mucho entusiasmo de Hermione, calificándola de una de “sus mejores alumnas”, dudaba que la chica lo supiese, pero conociendo a McGonagall, como la conocía él, aquello era un desmesurado cumplido. Sin embargo, y por alguna razón, no le parecía aquel un llanto producto del estrés por la cantidad de deberes. Pero trató de prestar atención porque ella en medio de los sollozos seguía intentando decir.

-             … tan confundida… sola…  -  estas palabras confirmaban sus sospechas  -  Harry…

En este punto, comenzó a llorar de modo que las palabras se perdieron. Remus arrugó el entrecejo y se preguntó si Harry habría heredado las mismas dotes de James, en cuanto a la facilidad con la que rompían los corazones de las chicas. Hasta ahora, no se lo había parecido, y…

-             … Ron tampoco  -  logró escuchar que decía Hermione

A estas alturas el confundido era él. De modo que llegó a la sana conclusión, de que lo mejor sería esperar a que ella se calmara un poco, y tratar de entender mejor todo aquel lío.

Pasados unos minutos, efectivamente Hermione se calmó, y le relató lo que estaba sucediendo. No solo esta abrumada con tanto trabajo, sino que también intentaba ayudar a Hagrid con la defensa del Hipogrifo que había atacado al hijo de Lucius Malfoy, cosa en la que Remus tenía serias dudas de que tuviesen algún éxito, tratándose de ese individuo. Además de esto, Ron parecía muy molesto con Hermione a causa de su gato, que según él intentaba comerse a su mascota, y para finalizar, Harry estaba molesto porque la culpaba de haber sido despojado de su nueva escoba. Esto último no le quedó muy claro, de modo que preguntó por los detalles.

-             En navidad, Harry recibió una Saeta de Fuego  -  le dijo ella  -  el paquete venía sin ninguna nota, ni carta, ni nada ¿Quién hace semejante regalo, sin identificarse? Lo que me llevó a sospechar que podía ser alguna trampa, ya sabe, de Sirius Black. Y la profesora McGonagall estuvo de acuerdo conmigo, de modo que se la llevó para revisarla, y ahora Harry está furioso por eso.

Remus sentía pena por la situación de Hermione, y ciertamente entendía el estado de ánimo de la chica. Pero la preocupación por Harry, se superpuso a  cualquier otro posible sentimiento. En realidad no le faltaba razón a Hermione, aquella era la clase de regalo que Sirius podía haberle hecho a Harry, la pregunta era… ¿con qué fin? Si la respuesta era, con el fin de que se rompiera el cuello volando en ella, distaba mucho de lo que Remus habría esperado, pero confirmaría las sospechas de todos en cuanto a las intenciones de Sirius. Y si la respuesta era, con el fin de agradarlo, esto echaba por tierra la hipótesis anterior. 

Con todo, y a pesar de que carecía de elementos de juicio para probarlo, estaba más de acuerdo con Harry, en que no encontrarían nada en aquella escoba, que con Hermione pensando que lo hallarían, y a menos que Sirius estuviese absolutamente demente, no habría cometido una estupidez semejante, era demasiado inteligente como para planear algo tan ridículo y fácil de descubrir.  Pero si no había sido Sirius, entonces quién podía permitirse el lujo de hacerle aquel “desinteresado” regalo a Harry.

Aquella conversación tal vez había servido para que Hermione se desahogara un poco, pero había aumentado de forma considerable, las preocupaciones de Remus. Sin embargo, y a partir de aquel día, comenzó a desarrollarse una relación especial entre ellos. A ella le hacía bien tener con quien hablar, y a él le hacía bien su compañía, porque no solo era una niña dulce y educada, sino que como había notado desde el primer día, tenía una mente brillante y despierta, sedienta de conocimientos y siempre dispuesta a recibirlos.

El día del partido de Gryffindor contra Ravenclaw, Malfoy hizo una estupidez de pronóstico. Intentó sabotear a Harry disfrazándose de Dementor, con la ayuda de dos de sus amigos, y terminó arrollado por el Patronus que Harry había convocado de forma perfecta, para sorpresa y regocijo de Lupin. Pero lo que había comenzado como un día grandioso por la victoria obtenida, estuvo a punto de terminar en tragedia, y aún no encontraba una explicación coherente a ello.

Sirius había entrado en le Torre de Gryffindor y había estado a unos pocos metros de la cama de Harry, y sin embrago  no le había hecho absolutamente nada. Esto era sin duda una buena noticia, pero no lo suficiente como para despejar la enorme cantidad de dudas que tenía Remus, y ciertamente no modificaba en nada la opinión general de que Sirius iba por Harry.

Lo que molestaba enormemente a Remus, era que él conocía mejor que nadie a Sirius, o al menos creyó conocerlo, y aquel comportamiento si se quiere errático, no era propio de él. Habiendo tenido a su hipotético objetivo al alcance, el Sirius que Remus conocía, no se habría detenido por el grito de un chico asustado, y ciertamente tenía muchas formas de callarlo, y una de ellas, según la versión contada por Ron, era “un enorme cuchillo”. De modo que algo seguía faltando en aquel rompecabezas.

Hermione seguía muy triste y preocupada, después que a Harry le habían devuelto su Saeta de Fuego en perfecto estado, como Remus estaba seguro que sería, la mascota de Ron, Scabbers, había desaparecido misteriosamente dejando un rastro de sangre, por lo que el chico culpaba a Crookshanks, el gato de Hermione, de habérsela comido finalmente. De modo que Remus seguía sirviéndole de confidente a la chica, por lo que pasaban gran cantidad de tiempo juntos. Aprendió a conocerla y a apreciarla, no solo por su inteligencia, sino por esa capacidad que poseía de amar a sus amigos, aún  por encima de sus necedades.

Solo una cosa lo intrigaba, a pesar de que la confianza entre ellos se había incrementado mucho, Hermione nunca le preguntó por sus ausencias, ni indagó acerca de “su enfermedad”, y eso, no encajaba para nada en su forma de ser. Sin embargo, y como a él le convenía que fuese así, relegó ese asunto a un rincón de sus pensamientos.

Cerca de semana santa, otro hecho vino a sumarse a la lista de incongruencias que llevaba Lupin. A Harry le fue confiscado el Mapa del Merodeador, artículo de cuya existencia solo estaban enterados sus creadores, según la información que él manejaba, y que ahora inexplicablemente estaba en poder de Harry. Y aunque el chico no le dijo cómo lo había obtenido, a Remus le cabían pocas dudas acerca de ello. Ese mapa era creación de James, Peter, Sirius y él mismo, y estando los dos primeros muertos, y no siendo él quien se lo había dado, solo quedaba una posibilidad. El cómo, no era lo realmente importante, sino el para qué.  

No teniendo ninguna respuesta satisfactoria a la pregunta que seguía martirizándolo, Remus decidió guardar el mapa en lugar seguro. Pero luego comenzó a sacarlo, y se distraía viendo el ir y venir de los habitantes del Castillo, y recordando viejos tiempos.


Para lo que ciertamente no estaba preparado,  ni habría podido imaginar aunque hubiese empeñado toda su inventiva, era para lo que vería aquella noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario