El primer
día de septiembre Remus llegó muy
temprano a la estación, mucho antes de que ningún estudiante se presentara.
Subió a la locomotora y estuvo conversando con el maquinista y con la vendedora
del carrito de golosinas.
Le había
pedido a Dumbledore el favor especial de viajar en el Expreso, por dos razones
de distinta naturaleza. La primera para tener oportunidad de ver a Harry en su
ambiente y con sus amigos. Y la segunda, por la noticia que había revolucionado
al mundo mágico, la fuga de Sirius.
A decir
verdad, a él no lo había sorprendido tanto, de hecho había estado esperando que
algo así sucediera. Él, mejor que nadie, al menos de las personas vivas y que
lo conocieron, sabía de las enormes y muchas habilidades que poseía Sirius
Black. Entre las que destacaba la facilidad para las transformaciones.
Después de
transcurridos los primeros años, llegó a convencerse de que ya no lo haría.
Remus pensaba que de haberlo intentado habría sido al inicio, porque si había
algo que Sirius no soportaba, era el encierro. Pero luego pensó que una vez que
todo había sucedido, Sirius tal vez había recuperado algo de razón y se había
resignado al justo castigo que estaba recibiendo por su traición.
En alguna
ocasión, sintió el incontenible deseo de hablar con él, de que le diera alguna
clase de explicación, pero terminó llagando a la conclusión de que la única
explicación residía en ese rasgo de locura que poseían los Black, porque sin
duda Sirius había perdido la razón.
No obstante,
una vocecita en su interior seguía diciéndole de forma insidiosa que algo no
estaba bien. Y aunque Remus pensaba, que solo era porque lo echaba de menos, al
igual que a James y al mismo Peter, aun cuando éste último no era tan
divertido, brillante o simpático como los demás, y se habría contentado con
tenerlo por lo menos a él; sabiendo que
tanto él como James estaban muertos, pensaba constantemente en el único que
estaba vivo, y a quien había querido como a un hermano, razón por la que el
recuerdo de la traición se hacía tan doloroso.
En cuanto se
enteró de la fuga, experimentó dos sentimientos que estaban en contraposición.
Por un lado, una especie de alegría, aunque no estaba seguro de si era por la
fuga en sí, o por haber tenido razón al pensar que lo haría. Y dos, una rabia
inmensa, porque no le parecía justo que evadiera un castigo que consideraba el
justo por sus actos. Sin embargo, cuando supo lo que el Ministro había
comentado, sobre el asunto de que repetía constantemente “Esta en Hogwarts”, despertó un enorme temor en él. Pero por alguna
razón se negaba a creer que Sirius estuviese obsesionado por matar a Harry.
De modo que para él, había solo dos
posibilidades, o bien realmente Sirius había perdido irremediablemente la
razón, o lo que había escuchado no se correspondía con la realidad. Así que de
cualquier modo, se alegró mucho de poder estar cerca de Harry, y en la
eventualidad de que Sirius intentase de verdad, hacerle algún daño a un chico
que había querido como si fuese su propio hijo, él estaría allí para defenderlo
con su vida, de ser necesario.
Había sido
tanta la emoción de estar próximo a ver a Harry, que la noche anterior no había
dormido nada, y bien mirado, aun no estaba lo bastante fuerte después de tan
largo período de calamidades. Por esta razón, al entrar en el compartimento, se
había quedado dormido prácticamente al recostar la cabeza de la butaca.
Sin embargo,
nunca esperó ninguna de las cosas que sucedieron. El súbito despertar producto
de la entrada del Dementor, había hecho que su corazón latiese a una velocidad
inusual, pero una vez que se deshizo de la abominable criatura, se concentró en
la situación a su alrededor.
Sintió
varias cosas al tiempo. Una emoción indescriptible al ver al hijo de James y
Lily, a quien recordaba como el gracioso bebe que disfrutaba de las bromas de
su padre, ahora convertido en un jovencito de trece años, que era el vivo
retrato de James, pero que al abrir los
ojos, se encontró con la mirada de Lily. Hizo un gran esfuerzo por controlarse
y asegurarse de que tanto Harry, como sus amigos, se encontraban bien. El chico
pelirrojo, sin duda hijo de Arthur y Molly Weasley, estaba asustado pero bien,
mientras que la linda jovencita de cabello enmarañado, más que asustada,
parecía muy preocupada por Harry.
A decir
verdad, él también lo estaba, pues el pequeño “James” había perdido el
conocimiento, pero en cuanto lo recuperó, Remus les ofreció un trozo de
chocolate a cada uno, y salió a averiguar qué demonios había sido todo aquello.
El
maquinista no pudo darle mayores detalles, solo que habían sido detenidos por
órdenes del Ministerio sin duda, y los Dementores habían subido en busca del
prófugo.
Cuando iba
de regreso al compartimiento, volvió a pensar en el desvanecimiento de Harry, y
llegó a la lógica conclusión que aquello se debía a los terribles recuerdos que
había en el pasado del chico. Como todos sabían, eso era lo que hacían los
Dementores, absorber toda la alegría a su alrededor para alimentarse de los
miedos, angustias, y terrores de los seres humanos, causándoles aquella
terrible sensación de desesperanza.
Llegó al
compartimiento y aún cuando los chicos estaban más tranquilos, Harry seguía muy
pálido y no se había comido el chocolate. De modo que lo instó a hacerlo
asegurándole que no tenía intenciones de envenenarlo.
Le bastaron
unos cuantos minutos de conversación, para darse cuenta que Harry era un
compendio bien equilibrado entre James y Lily. Su amigo Ronald, era una buena
persona pero algo inseguro, mientras que Hermione poseía una mente brillante,
pero era sumamente exigente.
Para Remus
la vuelta a Hogwarts, había significado
casi tanto como volver al hogar. Fue bien recibido por la mayoría del
cuerpo docente, y con especial agrado por parte de la Profesora McGonagall y de
madame Pomfrey. La única excepción la constituía Severus Snape, y dadas las
circunstancias, no había esperado que fuese de otra manera. Los años no habían
suavizado el carácter de aquel individuo, y si era posible, tal vez lo habían
vuelto aún más irascible. No era realmente apreciado por ninguno de sus
alumnos, y en el caso de Harry y compañía, la antipatía rayaba en el odio.
Aunque a Remus no le cabía ninguna duda, de que en el caso de Snape, sí era
odio, no hacia el chico en realidad, sino hacia lo que él le recordaba. Esto se
traducía en un trato especialmente desagradable hacia Harry y sus amigos, que a
fuerza, tenía que recordarle la amistad de James con los merodeadores. Remus
podía entender en cierta forma todo esto, aunque eso no significaba que
estuviese de acuerdo o justificase de ninguna manera, el comportamiento de
Snape con los chicos.
El objeto de
sus pensamientos, en ese momento llamó a la puerta y entró sin esperar
autorización. Durante el tiempo que llevaba allí, Severus le había estado
preparando la poción Mata Lobos, y realmente tenía que reconocer que aunque no
evitaba la transformación, la hacía mucho menos dolorosa, y suprimía el peligro
que representaba tanto para los demás, como para él mismo. Y aunque aun se veía
obligado a ausentarse de sus clases, y seguía teniendo secuelas, como la
palidez extrema y el cansancio, en conjunto podía decirse que le iba mucho
mejor.
-
Buenas noches Severus.
-
Aquí está
- se limitó a decir el hombre
-
Gracias
Remus fue
consciente de la atenta observación del profesor de pociones, y conociendo sus
“habilidades” se protegió contra ellas. Luego de un largo momento y cuando ya
casi había terminado con la poción, Snape se decidió a soltar su veneno.
-
Dumbledore es un cretino -
dijo - Es posible que al él lo engañes, pero no a
mí.
-
¿Y en qué se supone que lo estoy engañando? -
preguntó con tranquilidad
-
Estás aquí con el único propósito de ayudar a Black.
Remus lo
observó durante unos segundos y luego sonrió.
-
En primer lugar siento decirte que te equivocas tristemente,
jamás haría algo que dañase a Harry. En segundo, realmente no creo que Sirius
desee hacerlo, pero en caso de que fuese así, yo no lo permitiría. Y en
tercero, me alegra que te preocupes por el chico, eso demuestra que aún tienes
un corazón Severus.
-
¡No me preocupo por él! -
exclamó Snape furioso - Lo que me molesta es que te creas tan listo
como para pensar que puedes engañarme. En cuanto a ese mocoso del demonio,
Black puede hacer lo que le plazca con él, si es que logra ponerle las manos
encima. Es arrogante, impertinente y decididamente irritante. De modo que me
importa muy poco lo que suceda con él.
-
Claro - dijo Remus sonriendo - debe
ser por eso que pusiste tanto empeño en protegerlo cuando estaba en primero
¿no? -
y a pesar de que Snape lo miraba como si estuviese a punto de
asesinarlo, eso no lo hizo detenerse
- No tiene nada de malo amar
Severus. Harry es el hijo de Lily, y todos sabemos…
-
¡Vete al infierno Lupin! - le
gritó interrumpiéndolo
Le dio la
espalda y salió dando un estruendoso portazo. Remus lo siguió con la mirada.
-
Es allí donde he estado todos estos años,
Severus - pero era muy poco probable que él hubiese
escuchado.
Hermione
estaba en la biblioteca, y miraba los libros con cara de preocupación. Aquel
año estaba siendo especialmente difícil. Cursaba muchas más materias de las que
habría sido posible en condiciones normales, y si podía hacerlo era gracias a
la ayuda de la Profesora McGonagall, quien le había proporcionado un útil
“aparato” que le permitía estar presente en todas sus clases, aunque estas se
efectuaran a la misma hora. Se trataba de un Giratiempo, pero aunque le resultaba realmente eficaz, había días
que el cansancio en verdad la vencía. Estaba agobiada con tantos deberes, y por
el hecho de tener que ocultarles a sus amigos el asunto del Giratiempo, pero McGonagall había
sido específica en cuanto al hecho de
que debía mantenerlo en estricto secreto.
A pesar de
todo ello, Hermione había encontrado el tiempo suficiente, para llevar a cabo
una extensa investigación acerca de la Licantropía. Cuando el profesor Snape
había sustituido al profesor Lupin, les había dejado un trabajo al respecto. De
haberse tratado de otro profesor, Hermione tal vez habría realizado la
investigación sin mayores inconvenientes y sin cuestionamientos de ninguna
especie, pero tratándose de Snape, las cosas cambiaban. Si algo había aprendido
la chica en esos tres años, era que aquel individuo siempre tenía un motivo
oculto para todo, y generalmente malvado. De modo que luego de realizar la mencionada
investigación, se propuso averiguar cuál era el fin real de la misma,
especialmente porque si tenía que ver con el “adorable” profesor de DCAO,
estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para fastidiarlo.
El profesor
Lupin era con mucho, el mejor maestro que habían tenido. Quirrel había
resultado una gran decepción en todos
los sentidos, y Lockhart, un verdadero
inepto. De modo que no estaba dispuesta a permitir que Snape le hiciese la vida
miserable, al único que realmente valía la pena. Para todos era más que
evidente, que Snape odiaba de manera inusitada al profesor Lupin, pero aunque
para muchos, aquello obedecía a que él había obtenido el puesto que Snape
deseaba más que nada en el mundo, para ella, allí había algo más. Y su
deducción nacía del hecho cierto, que Snape miraba a Lupin de un modo muy
parecido al que miraba a Harry, y a ella le constaba, que aquella era una
mirada que en los últimos dos años, había estado reservada única y
exclusivamente para su amigo.
Sin embargo,
y a pesar de estar convencida de todo lo anterior, omitió decírselo a los
chicos. Primero, porque consideraba innecesario “echarle más leña a la lumbre”,
ya Harry sentía suficiente antipatía por Snape, sin necesidad de agregarle
esto. Y segundo, porque no había olvidado
las burlas de Ron el año
anterior, por la inmerecida admiración que ella había sentido en un inicio por
el estúpido de Lockhart. De modo que, por todo ello, había decidido llevar a
cabo la investigación en solitario.
El asunto
es, que dicha investigación la había llevado por caminos que no había esperado.
Y ahora sentada frente a un montón de pergaminos y algunos libros de texto, se
preguntaba qué hacer, con lo que había averiguado. Ya no le quedaba ninguna
duda, había leído y releído todo lo concerniente al tema, había comprobado
cuidadosamente las fechas, y todo indicaba que Remus Lupin era un licántropo.
Sin embargo, por alguna razón, se negaba a otorgarle las características de
salvaje crueldad con las que eran descritas aquellas criaturas. Ella lo
conocía, y él era un hombre bondadoso, paciente, ecuánime y muy dulce. Aparte
de que una vocecita en su interior, que ella trataba de ignorar, le decía
insistentemente “y muy guapo”.
Finalmente
tomó la decisión que le pareció más sabia. Si Dumbledore, que era el mago más
poderoso e inteligente que había conocido, confiaba en él, sabiendo cómo era
evidente para ella que debía saberlo, que Lupin era un hombre lobo, entonces
ella guardaría prudente silencio.
Lejos estaba
en ese momento, de saber los acontecimientos que se avecinaban, y que en un
momento determinado, la harían dudar de su buen juicio.
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