Al filo de la navaja

Al filo de la navaja
Nuestro pasado no determina nuestro futuro, son nuestras decisiones y nuestras acciones las que lo hacen. Así como tampoco somos responsables por lo que nuestros antepasados hayan hecho o pretendido hacer de nosotros, pero sí lo somos de lo que decidamos hacer con ello. El pasado es un hecho, el presente lo construimos segundo a segundo, y el futuro es un lugar incierto que siempre nos mantendrá… Al Filo de la Navaja

sábado, 28 de junio de 2014

CAP. 03 Regreso a Hogwarts…



El primer día de septiembre  Remus llegó muy temprano a la estación, mucho antes de que ningún estudiante se presentara. Subió a la locomotora y estuvo conversando con el maquinista y con la vendedora del carrito de golosinas.

Le había pedido a Dumbledore el favor especial de viajar en el Expreso, por dos razones de distinta naturaleza. La primera para tener oportunidad de ver a Harry en su ambiente y con sus amigos. Y la segunda, por la noticia que había revolucionado al mundo mágico, la fuga de Sirius.

A decir verdad, a él no lo había sorprendido tanto, de hecho había estado esperando que algo así sucediera. Él, mejor que nadie, al menos de las personas vivas y que lo conocieron, sabía de las enormes y muchas habilidades que poseía Sirius Black. Entre las que destacaba la facilidad para las transformaciones.

Después de transcurridos los primeros años, llegó a convencerse de que ya no lo haría. Remus pensaba que de haberlo intentado habría sido al inicio, porque si había algo que Sirius no soportaba, era el encierro. Pero luego pensó que una vez que todo había sucedido, Sirius tal vez había recuperado algo de razón y se había resignado al justo castigo que estaba recibiendo por su traición.

En alguna ocasión, sintió el incontenible deseo de hablar con él, de que le diera alguna clase de explicación, pero terminó llagando a la conclusión de que la única explicación residía en ese rasgo de locura que poseían los Black, porque sin duda Sirius había perdido la razón.

No obstante, una vocecita en su interior seguía diciéndole de forma insidiosa que algo no estaba bien. Y aunque Remus pensaba, que solo era porque lo echaba de menos, al igual que a James y al mismo Peter, aun cuando éste último no era tan divertido, brillante o simpático como los demás, y se habría contentado con tenerlo por lo menos a él;  sabiendo que tanto él como James estaban muertos, pensaba constantemente en el único que estaba vivo, y a quien había querido como a un hermano, razón por la que el recuerdo de la traición se hacía tan doloroso.

En cuanto se enteró de la fuga, experimentó dos sentimientos que estaban en contraposición. Por un lado, una especie de alegría, aunque no estaba seguro de si era por la fuga en sí, o por haber tenido razón al pensar que lo haría. Y dos, una rabia inmensa, porque no le parecía justo que evadiera un castigo que consideraba el justo por sus actos. Sin embargo, cuando supo lo que el Ministro había comentado, sobre el asunto de que repetía constantemente “Esta en Hogwarts”, despertó un enorme temor en él. Pero por alguna razón se negaba a creer que Sirius estuviese obsesionado por matar a Harry. De  modo que para él, había solo dos posibilidades, o bien realmente Sirius había perdido irremediablemente la razón, o lo que había escuchado no se correspondía con la realidad. Así que de cualquier modo, se alegró mucho de poder estar cerca de Harry, y en la eventualidad de que Sirius intentase de verdad, hacerle algún daño a un chico que había querido como si fuese su propio hijo, él estaría allí para defenderlo con su vida, de ser necesario.

Había sido tanta la emoción de estar próximo a ver a Harry, que la noche anterior no había dormido nada, y bien mirado, aun no estaba lo bastante fuerte después de tan largo período de calamidades. Por esta razón, al entrar en el compartimento, se había quedado dormido prácticamente al recostar la cabeza de la butaca.

Sin embargo, nunca esperó ninguna de las cosas que sucedieron. El súbito despertar producto de la entrada del Dementor, había hecho que su corazón latiese a una velocidad inusual, pero una vez que se deshizo de la abominable criatura, se concentró en la situación a su alrededor.

Sintió varias cosas al tiempo. Una emoción indescriptible al ver al hijo de James y Lily, a quien recordaba como el gracioso bebe que disfrutaba de las bromas de su padre, ahora convertido en un jovencito de trece años, que era el vivo retrato de James, pero que  al abrir los ojos, se encontró con la mirada de Lily. Hizo un gran esfuerzo por controlarse y asegurarse de que tanto Harry, como sus amigos, se encontraban bien. El chico pelirrojo, sin duda hijo de Arthur y Molly Weasley, estaba asustado pero bien, mientras que la linda jovencita de cabello enmarañado, más que asustada, parecía muy preocupada por Harry.

A decir verdad, él también lo estaba, pues el pequeño “James” había perdido el conocimiento, pero en cuanto lo recuperó, Remus les ofreció un trozo de chocolate a cada uno, y salió a averiguar qué demonios había sido todo aquello.

El maquinista no pudo darle mayores detalles, solo que habían sido detenidos por órdenes del Ministerio sin duda, y los Dementores habían subido en busca del prófugo.

Cuando iba de regreso al compartimiento, volvió a pensar en el desvanecimiento de Harry, y llegó a la lógica conclusión que aquello se debía a los terribles recuerdos que había en el pasado del chico. Como todos sabían, eso era lo que hacían los Dementores, absorber toda la alegría a su alrededor para alimentarse de los miedos, angustias, y terrores de los seres humanos, causándoles aquella terrible sensación de desesperanza.

Llegó al compartimiento y aún cuando los chicos estaban más tranquilos, Harry seguía muy pálido y no se había comido el chocolate. De modo que lo instó a hacerlo asegurándole que no tenía intenciones de envenenarlo.

Le bastaron unos cuantos minutos de conversación, para darse cuenta que Harry era un compendio bien equilibrado entre James y Lily. Su amigo Ronald, era una buena persona pero algo inseguro, mientras que Hermione poseía una mente brillante, pero era sumamente exigente.


Para Remus la vuelta a Hogwarts, había significado  casi tanto como volver al hogar. Fue bien recibido por la mayoría del cuerpo docente, y con especial agrado por parte de la Profesora McGonagall y de madame Pomfrey. La única excepción la constituía Severus Snape, y dadas las circunstancias, no había esperado que fuese de otra manera. Los años no habían suavizado el carácter de aquel individuo, y si era posible, tal vez lo habían vuelto aún más irascible. No era realmente apreciado por ninguno de sus alumnos, y en el caso de Harry y compañía, la antipatía rayaba en el odio. Aunque a Remus no le cabía ninguna duda, de que en el caso de Snape, sí era odio, no hacia el chico en realidad, sino hacia lo que él le recordaba. Esto se traducía en un trato especialmente desagradable hacia Harry y sus amigos, que a fuerza, tenía que recordarle la amistad de James con los merodeadores. Remus podía entender en cierta forma todo esto, aunque eso no significaba que estuviese de acuerdo o justificase de ninguna manera, el comportamiento de Snape con los chicos.

El objeto de sus pensamientos, en ese momento llamó a la puerta y entró sin esperar autorización. Durante el tiempo que llevaba allí, Severus le había estado preparando la poción Mata Lobos, y realmente tenía que reconocer que aunque no evitaba la transformación, la hacía mucho menos dolorosa, y suprimía el peligro que representaba tanto para los demás, como para él mismo. Y aunque aun se veía obligado a ausentarse de sus clases, y seguía teniendo secuelas, como la palidez extrema y el cansancio, en conjunto podía decirse que le iba mucho mejor.

-             Buenas noches Severus.

-             Aquí está  -  se limitó a decir el hombre

-             Gracias

Remus fue consciente de la atenta observación del profesor de pociones, y conociendo sus “habilidades” se protegió contra ellas. Luego de un largo momento y cuando ya casi había terminado con la poción, Snape se decidió a soltar su veneno.

-             Dumbledore es un cretino  -  dijo  -  Es posible que al él lo engañes, pero no a mí.

-             ¿Y en qué se supone que lo estoy engañando?  -  preguntó con tranquilidad

-             Estás aquí con el único propósito de ayudar a Black.

Remus lo observó durante unos segundos y luego sonrió.

-             En primer lugar siento decirte que te equivocas tristemente, jamás haría algo que dañase a Harry. En segundo, realmente no creo que Sirius desee hacerlo, pero en caso de que fuese así, yo no lo permitiría. Y en tercero, me alegra que te preocupes por el chico, eso demuestra que aún tienes un corazón Severus.

-             ¡No me preocupo por él!  -  exclamó Snape furioso   -  Lo que me molesta es que te creas tan listo como para pensar que puedes engañarme. En cuanto a ese mocoso del demonio, Black puede hacer lo que le plazca con él, si es que logra ponerle las manos encima. Es arrogante, impertinente y decididamente irritante. De modo que me importa muy poco lo que suceda con él.

-             Claro  -  dijo Remus sonriendo  -  debe ser por eso que pusiste tanto empeño en protegerlo cuando estaba en primero ¿no?  -   y a pesar de que Snape lo miraba como si estuviese a punto de asesinarlo, eso no lo hizo detenerse  -  No tiene nada de malo amar Severus. Harry es el hijo de Lily, y todos sabemos…

-             ¡Vete al infierno Lupin!  -  le gritó interrumpiéndolo

Le dio la espalda y salió dando un estruendoso portazo. Remus lo siguió con la mirada.

-             Es allí donde he estado todos estos años, Severus  -  pero era muy poco probable que él hubiese escuchado.



Hermione estaba en la biblioteca, y miraba los libros con cara de preocupación. Aquel año estaba siendo especialmente difícil. Cursaba muchas más materias de las que habría sido posible en condiciones normales, y si podía hacerlo era gracias a la ayuda de la Profesora McGonagall, quien le había proporcionado un útil “aparato” que le permitía estar presente en todas sus clases, aunque estas se efectuaran a la misma hora. Se trataba de un Giratiempo, pero aunque le resultaba realmente eficaz, había días que el cansancio en verdad la vencía. Estaba agobiada con tantos deberes, y por el hecho de tener que ocultarles a sus amigos el asunto del Giratiempo, pero McGonagall había sido  específica en cuanto al hecho de que debía mantenerlo en estricto secreto.

A pesar de todo ello, Hermione había encontrado el tiempo suficiente, para llevar a cabo una extensa investigación acerca de la Licantropía. Cuando el profesor Snape había sustituido al profesor Lupin, les había dejado un trabajo al respecto. De haberse tratado de otro profesor, Hermione tal vez habría realizado la investigación sin mayores inconvenientes y sin cuestionamientos de ninguna especie, pero tratándose de Snape, las cosas cambiaban. Si algo había aprendido la chica en esos tres años, era que aquel individuo siempre tenía un motivo oculto para todo, y generalmente malvado.   De modo que luego de realizar la mencionada investigación, se propuso averiguar cuál era el fin real de la misma, especialmente porque si tenía que ver con el “adorable” profesor de DCAO, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para fastidiarlo.

El profesor Lupin era con mucho, el mejor maestro que habían tenido. Quirrel había resultado una gran decepción en  todos los sentidos, y  Lockhart, un verdadero inepto. De modo que no estaba dispuesta a permitir que Snape le hiciese la vida miserable, al único que realmente valía la pena. Para todos era más que evidente, que Snape odiaba de manera inusitada al profesor Lupin, pero aunque para muchos, aquello obedecía a que él había obtenido el puesto que Snape deseaba más que nada en el mundo, para ella, allí había algo más. Y su deducción nacía del hecho cierto, que Snape miraba a Lupin de un modo muy parecido al que miraba a Harry, y a ella le constaba, que aquella era una mirada que en los últimos dos años, había estado reservada única y exclusivamente para su amigo.

Sin embargo, y a pesar de estar convencida de todo lo anterior, omitió decírselo a los chicos. Primero, porque consideraba innecesario “echarle más leña a la lumbre”, ya Harry sentía suficiente antipatía por Snape, sin necesidad de agregarle esto. Y segundo, porque no había olvidado  las burlas  de Ron el año anterior, por la inmerecida admiración que ella había sentido en un inicio por el estúpido de Lockhart. De modo que, por todo ello, había decidido llevar a cabo la investigación en solitario.

El asunto es, que dicha investigación la había llevado por caminos que no había esperado. Y ahora sentada frente a un montón de pergaminos y algunos libros de texto, se preguntaba qué hacer, con lo que había averiguado. Ya no le quedaba ninguna duda, había leído y releído todo lo concerniente al tema, había comprobado cuidadosamente las fechas, y todo indicaba que Remus Lupin era un licántropo. Sin embargo, por alguna razón, se negaba a otorgarle las características de salvaje crueldad con las que eran descritas aquellas criaturas. Ella lo conocía, y él era un hombre bondadoso, paciente, ecuánime y muy dulce. Aparte de que una vocecita en su interior, que ella trataba de ignorar, le decía insistentemente “y muy guapo”.  

Finalmente tomó la decisión que le pareció más sabia. Si Dumbledore, que era el mago más poderoso e inteligente que había conocido, confiaba en él, sabiendo cómo era evidente para ella que debía saberlo, que Lupin era un hombre lobo, entonces ella guardaría prudente  silencio.

Lejos estaba en ese momento, de saber los acontecimientos que se avecinaban, y que en un momento determinado, la harían dudar de su buen juicio.


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