Anne
Marie había estado muy nerviosa los últimos días. Sirius le había prometido
venir ese día y estaba feliz por eso, pero había algo que debía decirle y no
tenía ni la más mínima idea de cómo iba a tomárselo. Hasta la fecha habían sido
muy felices, pero nunca habían tocado ese tema, de modo que cuando lo escuchó
llamarla, su corazón comenzó a latir de forma desbocada.
La
abrazó y la besó como de costumbre, pero luego se le quedó mirando en forma
interrogativa.
-
¿Qué te sucede?
-
Nada
- se apresuró a contestar - Solo
estoy algo cansada porque estuve arreglando el desván
-
¿No hay suficientes personas aquí para
eso? -
preguntó él - ¿Por qué tienes que hacerlo tú?
-
Me gusta Sirius, además si no hago algo
me aburriría mucho.
El no
siguió discutiendo y pasaron al comedor. El resto del día había transcurrido
con normalidad, pero en la noche Anne Marie estaba emocionalmente agotada, ya
que había estado todo el día sosteniendo una batalla interna consigo misma.
-
Anne
- dijo Sirius mirándola - sea
lo que sea puedes decírmelo, no prometo que vaya a entenderlo porque no sé de
qué se trata, pero sí puedo prometer hacer mi mejor esfuerzo.
Anne
Marie ya había notado antes esa extraña capacidad que tenía Sirius para saber
algunas cosas aún antes de que sucedieran, o como en este caso, lo que ella
podía estar pensando. Pero de igual modo no dejó de sorprenderse.
Sirius
se había acercado a ella y le estaba levantando el rostro en ese momento. Sin
saber por qué, las lágrimas comenzaron a escapar de los ojos de la chica y él
se sintió verdaderamente alarmado. Durante todo el día había tenido la
sensación de que había algo que la preocupaba mucho, pero ciertamente no
esperaba esa reacción ante su declaración de estar dispuesto a escuchar con
tranquilidad. Al verla así, su imaginación se desbocó. Anne era una chica joven
y hermosa, de manera que existía la posibilidad de que ya no estuviese a gusto
con él ¿sería aquello? ¿Sería que no sabía cómo decirle que no lo amaba? ¿O
sería que se había enamorado de otro? Ante esta última posibilidad, una ira
sorda comenzó a crecer en su interior. Sin embargo, la chica lloraba con verdadero
desconsuelo, y esto hizo que se serenará un poco.
-
Anne…
-
Lo lamento Sirius, no sé qué me sucede,
supongo que aún estoy sensible por la muerte de mamá - se
disculpó
-
Lo entiendo, pero no estás así por tu
madre, algo te sucede o te preocupa y
quiero saber qué es.
Ella
lo miró y se dio cuenta que no podía seguir retrasándolo más, de modo que tomó
tanto aire como sus pulmones se lo permitieron antes de hablar de nuevo.
-
Primero quiero que sepas que yo no planee
esto -
comenzó - y estoy dispuesta a desaparecer si te produce
algún trastorno.
-
¿Desaparecer? -
preguntó alarmado - ¿De qué hablas?
-
Estoy embarazada - dijo
finalmente y cerró los ojos con fuerza
Sirius
podría haber estado preparado para muchas cosas, pero de ninguna manera para lo
que acababa de escuchar, y ni siquiera estaba muy seguro de haber escuchado
correctamente.
-
¿Cómo has dicho?
-
Comprendo si estás molesto, y como dije…
-
¡Anne!
- la interrumpió él aferrándola
por los hombros
Quizá
lo hizo con mayor fuerza de la necesaria, lo que hizo que la chica se asustara.
Sabía de forma instintiva que aquel hombre era violento, y aunque no lo hubiese
sabido, solo le bastaría recordar que a pesar de que no vio como sucedió, él
solo había acabado con una docena de individuos sin recibir ni un solo rasguño.
Pero detuvo sus alocados pensamientos, porque él nunca lo había sido con ella,
y prestó atención a lo que él intentaba decir.
-
¿Qué has dicho? -
preguntó él de nuevo
-
Que estoy embarazada -
repitió ella de la forma más pausada que pudo
Sirius
la miró y sus grises ojos casi se salían de las órbitas. La soltó y dio un par
de pasos hacia atrás cayendo sentado al borde de la cama. Su mente estaba en la
misma situación que si le hubiesen echado una maldición desmemorizante,
completamente en blanco. Sin embargo, esta situación no duró mucho porque casi
de inmediato ésta comenzó a llenarse de imágenes que le produjeron una variedad
de sentimientos que iban desde la más
inmensa alegría, hasta el terror más espantoso. Hundió la cara entre sus manos,
tratando de borrar las últimas imágenes y de recuperar las más alegres.
Anne
no estaba muy segura de qué hacer. Una vez que lo dijo, había cerrado los ojos
y esperó a que él dijera algo, pero el silencio la había obligado a abrirlos y
se dio cuenta que él estaba sentado en la cama con el rostro entre las manos.
Se sintió desconcertada, no sabía si estaba molesto, sorprendido, o sorprendido
y molesto. Pero no era usual que se quedara en silencio nunca. De modo que se
armó de valor y decidió acercarse con precaución. Pero no había dado dos pasos
cuando Sirius se puso de pie, estiró los brazos y la atrajo abrazándola con
fuerza.
-
¿Estás segura? -
preguntó ansioso
-
Pues… sí, pero… ¿no estás molesto?
-
¿Molesto?
-
Sé que nunca hemos hablado de esto, pero
si te causa algún trastorno…
-
¿Qué clase de hombre crees que soy mi
amor?
Ella
lo miró y por fin se permitió respirar. Se sentía tan aliviada que las lágrimas
volvieron a escaparse de sus ojos.
-
Anne no llores, es la mejor noticia que
me han dado en mucho tiempo - dijo sonriente
-
Tenía tanto miedo de que te enfadaras,
nunca hablamos de tener familia, y nunca me has hablado de tu familia tampoco,
y… -
hizo una pausa como decidiendo si seguir o no - … no
sé si tienes hijos o…
-
Anne, sé que te he hablado poco de mi
vida, pero te aseguro que no, no tengo ni más familia, ni he tenido hijos
nunca, lo más cercano a una familia que me queda es un ahijado - hizo
una pausa, y luego continuó - Hay cosas que de momento no puedo contarte, y
tengo buenas razones para ello, pero en cuanto pueda hacerlo lo haré. Sin
embargo, no hay nada que me impida estar junto a ti y junto a nuestro hijo.
-
No te estoy pidiendo explicaciones, es
solo…
-
Lo sé, y aunque tienes derecho a
pedirlas, te repito que de momento no puedo dártelas, pero eso no debe
preocuparte mi amor.
Ella
se tranquilizó y apoyó la cabeza en su pecho. Cualquier cosa que le depara el
futuro podría soportarla si él estaba junto a ella.
Ciertamente
aquella noticia había hecho extremadamente feliz a Sirius, pero lo obligaba a
modificar sus planes. En cuanto los chicos volvieron a la escuela y luego de un
desagradable enfrentamiento con Snape, tomó la decisión de hablar con Remus.
Abrió la puerta de la habitación y entró. Remus levantó la vista y suspirando
con resignación, dejó el libro a un lado. Sirius normalmente entraba de la
misma forma, jamás llamaba a una puerta, pero en aquel momento le bastó ver la
expresión de su rostro para saber que algo de seria naturaleza le preocupaba.
-
¿Y bien?
- preguntó ya que él solo se
paseaba de un lado a otro
-
Estoy en problemas Lunático
-
Lo extraño sería que no lo
estuvieras - pero se detuvo y lo miró - No
me dirás que fuiste a buscar a Snape ¿verdad?
-
¿Snape?
- preguntó con extrañeza
-
Bien,
no se trata de Snape - dijo Lupin
- entonces ¿qué es?
-
Estoy enamorado
Aquella
declaración era tan absurda en sí misma que Remus tuvo deseos de reír.
-
¿Y cuál es la novedad? -
preguntó - Ese ha sido tu estado natural desde que te
conozco.
-
No seas necio Lunático, estoy hablando en
serio -
dijo con ira
-
De acuerdo, te escucho - dijo
aun conteniendo la risa
Sirius
se llevó una mano a la cabeza y comenzó a pasearse de nuevo. No sabía cómo o
por dónde comenzar. Pero finalmente inició su historia desde el momento en el
que la había encontrado en aquel sucio callejón.
Si
Remus creía que nada podía asombrarlo ya en relación con aquel sujeto, no podía
estar más equivocado. Pero aun no había escuchado lo más asombroso.
-
Como comprenderás, no me he animado a
contarle “mi especial” condición, pero creo que ya no puedo retrasarlo más.
-
Veamos
- dijo Remus, tratando de
disimular su desconcierto - si la amas y estás razonablemente seguro de
que ella te ama ¿por qué no se lo has dicho?
-
En un principio pensé que esto no
llegaría muy lejos, pero luego no quise exponerla a los peligros que conocemos.
-
¿Y qué ha cambiado? ¿Por qué ahora te
planteas el decírselo entonces?
-
Buenoooo…
ç
-
¿Si…?
- preguntó viendo que no avanzaba
-
Voy a ser padre, Lunático - dijo
finalmente
Sin
darse cuenta Lupin se había puesto de pie con los ojos y la boca igualmente
abiertos. Habría podido esperar muchas cosas, y aún las no esperadas no le
habrían causado semejante shock. Después que salió de la conmoción y que su
cerebro logró asociar la palabra “padre” a Sirius, su reacción fue de verdadera
emoción. Caminó hacia él y le dio un fuerte abrazo.
-
¡Felicidades hermano!
-
Gracias
-
¿Y cuándo conoceré a la afortunada?
-
Primero tengo que ver cómo demonios se lo
digo.
-
Vamos hombre, eres el padre de la
elocuencia, entre otras cosas - dijo con
humor
Después
de ponerlo al tanto con respecto a todas las precauciones legales que había
tomado en relación a la seguridad de Anne Marie, acordaron que hablaría con
ella esa misma noche, y luego lo llevaría a conocerla.
Esa
noche después de la cena, Sirius y Anne se sentaron frente a la chimenea.
-
Anne, hay algo importante que debo
decirte - comenzó
- Mmm… yo no soy un hombre
ordinario.
Anne
Marie lo miró y sonrió.
-
Por supuesto que no eres un hombre
ordinario, pero eso ya lo sabía.
A la
chica le hacía gracia verlo tan nervioso, pero luego pensó en la posible
gravedad de lo que quería decirle y se preocupó. Nunca se había preguntado
seriamente, a qué se dedicaba Sirius, y por un momento se preguntó si lo que
quería decirle tenía que ver con ello, ya que apenas unos días antes le había
dicho que por su familia no debía preocuparse.
-
Prométeme escucharme, y que tratarás de
conservar la calma - le dijo él
-
De
acuerdo - aceptó mientras su preocupación aumentaba
-
Anne… yo soy un mago -
comenzó - y no uno de esos que sacan conejos de los
sombreros.
Anne
lo miraba con expresión de preocupación, no sabía si bromeaba o si había
perdido la razón. Sin embargo, decidió guardar prudente silencio, y esperar a
ver qué más iba a agregar a aquella insólita afirmación.
-
Sé que es difícil de creer, pero te estoy
diciendo la verdad - continuó
- pertenezco a un mundo muy
diferente al que conoces. Sin embargo, eso no nos hace tan diferentes, amamos,
odiamos, sufrimos y sangramos igual que cualquier mortal. La diferencia estriba
en que manejamos unos niveles de energía diferentes.
-
Ooook
- dijo ella
-
¿No me crees? -
preguntó él viendo el escepticismo de la chica
Ella
se limitó a mirarlo sin atreverse a decir nada. De modo que Sirius se puso de
pie y extendió su mano, ella dudó un momento no estando muy segura de qué
hacer.
-
No temas, no voy a hacerte ningún daño
Anne
puso su mano en la palma de él y se levantó. Sirius sacó su varita y se la
mostró.
-
Esto, como supondrás, es una varita
mágica
-
¿Disculpa? - preguntó sin saber si reír o correr,
mientras Sirius apuntaba al aparador
-
¡VOLAVI!
Anne
Marie ahogó un grito cuando un florero
comenzó a levitar hacia ella. Él volvió a apuntar.
-
¡DESIERE! - el
objeto se detuvo - ¡VERSUM! - y
el mismo volvió a su lugar
Ella
tenía los ojos muy abiertos, y afortunadamente Sirius era muy rápido porque
acto seguido, Anne perdió el sentido.
-
¡Maldición! -
exclamó - Sabía que esto no era buena idea
La
levantó y la colocó sobre el sillón, pensó por un momento y luego la apuntó con
su varita.
-
Qué demonios, ya llegué hasta aquí - dijo
para sí mismo - ¡REDIRE!
Anne
comenzó a abrir los ojos con lentitud y luego de mirar a su alrededor se
incorporó con mirada asustada.
-
Tranquila
- le dijo él
-
Sirius… acabas de…
-
Sí, no ha sido un sueño - dijo
mostrándole la varita
A
partir de ese momento, le hizo un relato más o menos detallado de sus orígenes
y de su vida hasta la presente fecha.
-
En la actualidad libramos una dura
batalla en contra de Voldemort, y aparte de intentar proteger nuestro mundo,
debemos asegurarnos de mantener a salvo a Harry
- concluyó
-
Tu ahijado ¿no? - dijo
ella que había seguido con el mayor interés todo el relato
-
Exacto.
-
No tengo muy claro por qué lo persigue
-
Según una profecía hecha poco antes de
que naciese Harry, se anunciaba la llegada del único que podría acabar con él.
Y aunque podría haberse tratado de cualquier otro, Voldemort mismo lo señaló a
él, y ahora está obligado a matarlo en la creencia de que es la única manera de
asegurar su propia vida.
-
¿Y el chico tiene alguna posibilidad?
-
No lo sé Anne, de momento hacemos todo lo
posible por mantenerlo a salvo - y agregó con tristeza - sus
padres dieron su vida para salvar la suya,
pero eventualmente supongo que será inevitable el enfrentamiento entre
ellos.
-
Lo quieres mucho ¿verdad?
-
Como si fuese mi propio hijo -
afirmó - James su padre, era como mi hermano, mucho
más que el que lo era de sangre.
-
Me gustaría mucho conocerlo - dijo
ella
-
A su debido tiempo, por ahora es mejor
por tu propia seguridad que sigas alejada de nuestro mundo
-
Pero yo quiero estar contigo -
insistió ella - nadie me conoce en tu mundo
-
Pero me conocen a mí amor - dijo
él -
Uno de los “pasatiempos” preferidos de Voldemort, es atacar a nuestros
seres queridos, y te aseguro que lo haría extraordinariamente dichoso
encontrarme un punto vulnerable.
-
¿Y por qué a ti especialmente?
-
Los miembros de la Orden somos pocos pero
muy conocidos y extremadamente ruidosos. En mi caso, soy un asesino convicto
como ya te expliqué, pero aunque la
comunidad mágica mantiene esa creencia, Voldemort está perfectamente al tanto
de que no es así, y que soy uno de sus peores enemigos. No solo porque es el
ser miserable que es, sino porque mató a mi mejor amigo y a su esposa, y ha
perseguido con saña a mi ahijado.
-
Entiendo
- dijo ella
-
Sin embargo, sí conocerás a Remus - le
dijo -
mi otro mejor amigo ¿recuerdas?
-
El…
- no se sentía muy cómoda con lo
que sabía
-
Sí, ese
- dijo él sonriendo - el
hombre lobo, pero no tienes nada que temer Anne, es la persona más agradable
que te puedas imaginar.
Un mes
después de aquella charla, y dando tiempo a que ella se habituara a la idea,
Sirius se presentó una noche en compañía de Lupin, como ya habían acordado.
Anne
Marie no sabía exactamente qué había esperado, pero ciertamente en ningún caso
lo que vio. Ante ella había un hombre perfectamente “normal”, de ojos
bondadosos, modales impecables, y una
suavidad en sus gestos que transmitían paz, confianza y seguridad.
La
cena transcurrió en un agradable ambiente de cordialidad, y llegados al postre,
ya Anne y Remus eran los mejores amigos, y Sirius se sentía enormemente
complacido por ello.
-
¿Cuándo sabrán el sexo del bebe? -
preguntó Remus
-
Pues el doctor que me está atendiendo me
había dicho que en la pasada consulta ya debíamos saberlo, pero el aparato de
ecografías se dañó justo cuando iba a practicarme el examen - dijo
ella con disgusto
-
Lo lamento mucho Anne - dijo
Sirius -
eso fue mi culpa.
-
¿Tu culpa? -
preguntó ella - ¿Por qué iba a ser tu culpa?
-
Mmm verás, hay algo que no te he
dicho -
dijo mientras Remus intentaba no reír al ver su embarazo - La
tecnología y la magia no se llevan bien. ¿Recuerdas cuando me hablaste de tener
un móvil? - y ella asintió sin comprender bien aún -
Pues a un móvil le sucedería lo mismo que le sucedió al aparato ese
-
¿Quieres decir que…?
-
¿Cuántas veces me has visto acercarme a
la T.V?
Ella
lo pensó un momento y se dio cuenta que nunca lo había hecho, pero ella no
había prestado mayor atención a ello, y más bien agradecía que le dedicase el
tiempo a ella y no a algún tonto deporte en la TV. De modo que aceptó aquellas
explicaciones, y pensó que si a cambio de que Sirius la acompañase a los
controles médicos, debía renunciar a saber el sexo del bebe hasta el momento de
su nacimiento, lo haría gustosa.
-
Pero aun así - dijo
Remus -
ya deben haber pensado en algún nombre ¿no?
-
Sí
- dijo ella emocionada - si es
niña se llamará Lyra, y si es chico su nombre será Anthar
-
¿Continúas la tradición familiar? -
preguntó Remus mirando con extrañeza a Sirius
-
Esa es la única tradición familiar que me
agrada -
le contestó
Todos
los Black, tradicionalmente tenían nombres de estrellas o constelaciones, y a
Sirius le agradaba la idea.
A
partir de aquel día, se hizo costumbre que al menos una vez cada quince días,
Remus los acompañase a cenar, con lo que se ganó el sincero cariño de Anne, y
el agradecimiento de Sirius.
Un día
Anne notó que Remus estaba particularmente triste y callado, y aunque no
esperaba obtener mucha información, ya que había notado lo reservado que era,
igual hizo el intento. Sin embargo, y para su sorpresa, Remus le contó lo que
estaba viviendo.
-
En tu mundo o en el mío, el amor no puede
estar limitado por la edad, y habría esperado que un hombre como tú lo tuviese
claro.
-
Es una niña - dijo
él con desesperación - Podría ser mi hija, Anne
-
Pero no lo es - dijo
ella -
No renuncies a la felicidad Remus, y menos por tontos prejuicios que al
final no llenaran el vacío que deje el amor al que tan neciamente estás
haciendo a un lado. La vida es demasiado corta y difícil, como para que
nosotros mismos nos impongamos más obstáculos.
No sabían
en ese momento, que la verdad de aquellas palabras los golpearía con la mayor
contundencia en breve.
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