Al filo de la navaja

Al filo de la navaja
Nuestro pasado no determina nuestro futuro, son nuestras decisiones y nuestras acciones las que lo hacen. Así como tampoco somos responsables por lo que nuestros antepasados hayan hecho o pretendido hacer de nosotros, pero sí lo somos de lo que decidamos hacer con ello. El pasado es un hecho, el presente lo construimos segundo a segundo, y el futuro es un lugar incierto que siempre nos mantendrá… Al Filo de la Navaja

lunes, 21 de julio de 2014

Cap. 37 Boda secreta…Y algo más…



Remus se abalanzó hacia el interior de la habitación medio destruida y en un vistazo rápido captó que Bill tenía a su hija en brazos, de modo que fue directo hacia Hermione y se agachó junto a ella.

-         Nadie la atacó, solo está desmayada  --  dijo Bill

En efecto Remus comprobó que respiraba con normalidad y no tenía ninguna herida, de modo que la apuntó con su varita.

-         ¡ENNERVATE!

Hermione abrió los ojos lentamente, pero unos segundos después se levantó con brusquedad y casi choca contra la cabeza de Remus.

-         ¡Lyra!  --  pero enseguida Bill se la acercó

-         Aquí  --  le dijo  --  a salvo.

La chica recibió a la niña en brazos y la apretó contra su pecho, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

Entre tanto, Sirius y Jason examinaban a los mortífagos que estaban tirados en el piso, dos de ellos estaban muertos, mientras que los otros sólo inconscientes. De manera que los ataron firmemente. Cuando se detuvieron junto al cuerpo de Bellatrix, la miraron un minuto y luego se miraron ellos.

-         Buen trabajo niño  --  le dijo Sirius mientras hacía que unos pesados grilletes se cerraran en las muñecas y tobillos de la bruja  --  Tuvo suerte de que fueses tú quien la atacara, porque yo la habría matado.

-         Aun puede sernos de utilidad  --  dijo Jason lacónicamente

-         Es posible pero conociéndola, primero se dejará matar antes que traicionar a ese bastardo  --  dijo Sirius  --  Fue una de las pocas que permaneció inconmovible aún después de la caída de Voldemort.

Entre todos reunieron los cuerpos y bajaron. Mientras lo hacían Bill manifestó su curiosidad.

-         ¿Qué fue esa explosión?  --  preguntó refiriéndose al ruido ensordecedor que habían escuchado un momento antes de que ellos aparecieran  --  Parecía que la casa estaba a punto de derrumbarse

-         Fueron los gemelos  --  dijo Ron, y luego agregó al ver la expresión de susto de Hermione  --  No te preocupes, la casa está en perfectas condiciones, algo desordenada diría yo, pero por lo demás sin mayores daños. Solo se trató de uno de sus trucos para desorientar.

En efecto cuando llegaron a la planta baja, vieron que reinaba un caos total, pero tanto las paredes como el techo estaban en sus lugares, y con la posible excepción del estropicio hecho por Sirius y Jason al irrumpir a través de los ventanales, los maleficios no habían causado mayores daños en la estructura.

Los restantes miembros de la Orden estaban reuniendo a los mortífagos y separando los cadáveres. Jason vio que en ese momento colocaban al individuo que había insultado a Hermione y al que él había matado sin contemplaciones.

-         Es Jugson  -- dijo Bill que estaba a su lado

-         Me trae sin cuidado quién haya sido y en cualquier caso este desgraciado me la debía  --  dijo Jason recordando al verlo bien, que había sido uno de los que lo había atacado en el Ministerio y por cuya culpa él casi muere

Ojo Loco, Kingsley, Arthur y Bill, se encargaron de llevar a los prisioneros y a los cadáveres al Ministerio. Mientras que los demás a pesar del cansancio, se quedaron a reparar la casa y dejarla en su estado original.

Los padres de Hermione estaban en estado de shock, aparte de tener algunas heridas leves. De manera que fueron atendidos por Jason, que luego les administró un calmante y los envió a la cama. Lyra se encontraba en perfecto estado, y solo habían tenido que restituirle la voz.

Una vez que todo estuvo concluido, activaron de nuevo los encantamientos protectores y se marcharon. Remus fue el único que se quedó pero no durmió en toda la noche, y en realidad pensó que no volvería a hacerlo hasta varios días después, cuando hubiese sacado a Hermione y a Lyra de allí.

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Jason había terminado de chequear a Lyra, y ahora se volvió y observó a Hermione. Estaba nerviosa y él quería saber por qué. Sin embargo, no fue necesario que se esforzara.

-          Jason  --  comenzó ella  --  a partir de mañana ya no estaremos aquí.

-          ¿Cómo dices?

-          Dentro de dos horas me caso

Para Jason el mundo dejó de girar en ese preciso instante, la sangre pareció haber huido de su rostro, estaba seguro de que su corazón se había detenido y sentía que una mano helada apretaba su garganta. Aquello no podía estar ocurriendo, se dijo. Ni siquiera cuando comprobó que Hermione estaba embarazada había sentido algo parecido. No obstante, si en aquella oportunidad se había graduado en el arte del autocontrol, en esta ocasión estaba obteniendo una maestría en lo mismo, y con las más altas calificaciones.

-          ¿Dónde tendré que ir a ver Lyra a partir de ahora?  --  preguntó, como si solo le hubiese dicho que cambiaba de casa

-          Eso tendrá que decírtelo Remus  --  dijo ella  --  él es el guardián secreto.

-          Bien  --  contestó él y dándole la espalda se acercó de nuevo a la cuna  --  hasta mañana nena  --  dijo haciéndole una caricia en la mejilla a la niña lo que hacía aparecer una sonrisa en el pequeño rostro y luego se volvió de nuevo hacia Hermione  --  Que tengas buen día  --  y sin más abandonó la habitación

Si bien Hermione no esperaba que la felicitara ni nada parecido, aquella actitud de fría indiferencia le resultó mucho más aplastante, porque sabía que detrás de ella se ocultaba el dolor que acababa de causarle. Era cierto que Jason no había vuelto a mencionarle sus sentimientos nunca más, pero no era menos cierto que todos, ella incluida, sabían que seguía amándola. Sin embargo, lo único que podría haber hecho para aliviar su pena, era lo único que no podía hacer.


Faltaba solo media hora para la boda y Remus estaba fuera de sí. Había recorrido la casa varias docenas de veces, y otras tantas se había preguntado si estaba haciendo lo correcto.

-          ¿Quieres estarte quieto de una maldita vez?  --  vociferó Sirius ya harto

-          Es que tú no entiendes, no…

-          ¡Oh sí!  --  lo interrumpió el animago  --  En eso tienes toda la razón, jamás entenderé por qué alguien desee cometer semejante atrocidad, pero en fin, es tu asunto.

Remus estaba a punto de lanzarle una maldición, pero se quedó paralizado al escuchar que llamaban a la puerta.

-          ¡Por las barbas de Merlín, ya están aquí!

-          Eso supongo, y a menos que hayas reconsiderado tu decisión, te sugiero abrirles la puerta, es descortés tenerlos allí afuera  --  se burló Sirius

Remus fue a abrir la puerta y los hizo pasar. Los Granger no habían tenido oportunidad de compartir nunca con Sirius, aunque habían escuchado hablar mucho de él. Por supuesto, Sirius desplegó todo su encanto distrayendo al matrimonio que quedó encantado con aquel simpático individuo. Jugó un rato con Lyra y aún la tenía en brazos cuando llegó el funcionario que oficiaría la ceremonia. Esta fue rápida y sumamente sencilla. Solo estaban presentes los contrayentes, los padres de Hermione, Lyra y Sirius.

Lo único que podía haberse considerado un tanto extraño, fue la parte final de los votos de Remus, pero en las presentes circunstancias de peligro en las que estaban, a nadie le extrañó.

-          … y juro amarte y tratar de hacerte feliz todos y cada uno de los días que me queden de vida  --  decía mientras deslizaba la alianza en el dedo de Hermione  --  pero quiero que me prometas, que si yo llegase a faltar, tú vas a rehacer tu vida por tu propio bien y por el de nuestra hija.

El respeto y aprecio de los Granger por Remus, creció en aquel momento, ya que lo hallaron un acto muy noble de su parte decirle aquello, considerando que su hija era apenas algo más que una niña, y sabiendo como sabían que todos corrían un gran peligro.

Una vez finalizada la boda, Sirius convocó unas cuantas botellas y copas, porque aunque no tendrían una fiesta, en su opinión al menos debían brindar por la “estupidez” de su amigo. El funcionario del Ministerio había declinado cortésmente la invitación argumentando que tenía otros asuntos pendientes, pero ellos sabían que solo quería irse lo antes posible.

Después del brindis, de un rato de charla intrascendente y muchas payasadas de Sirius, Hermione lo llamó a la cocina.

-          Llegó el momento  --  le dijo la chica con los ojos vidriosos

-          ¿Estás segura de que quieres hacer esto?

-          Sí.

Hermione había solicitado la ayuda de Sirius para lo que iba a hacer con sus padres. Estaba razonablemente segura de poder con el hechizo desmemorizante, pero también tendrían que implantar algunos “recuerdos” fabricados, acerca de la nueva vida que llevarían los Granger a partir de aquel momento, y para ello necesitaba ayuda. Aparte de eso, Sirius sería el encargado de sacarlos del país.

-          De acuerdo  --  dijo él con un suspiro  --  hagámoslo entonces.

La chica tomó aire y salió de nuevo al salón. En cuanto Remus la vio, supo que había llegado el momento. Sirius se quedó atrás con la varita en la mano, esperando la señal de Hermione.

-          Mamá, papá  --  comenzó ella  --  quiero que sepan que han sido los mejores padres del mundo, y espero haber sido la hija que esperaban, así como deseo poder llegar a ser la misma clase de madre para Lyra, y que algún día ella se sienta tan orgullosa de mí, como yo lo estoy de ustedes.

Los Granger miraban a su hija con algo de asombro, ya que aunque los hacía muy felices lo que les estaba diciendo, no entendían por qué ella parecía tan triste. Hermione se acercó a su madre y le dio un fuerte abrazo, e hizo lo mismo con su padre. En ese momento ya no pudo contener las lágrimas. Pero a pesar de su asombro, los Granger no tuvieron ocasión de decir o hacer nada.

-          Los amo  --  dijo finalmente la chica y miró a Sirius

-          ¡DESMAIUS!  --  susurró él apuntando al matrimonio que cayó sin conocimiento en el sofá

Después de esto procedieron a borrar las memorias de los Granger, y a implantar los nuevos recuerdos. Hermione les dio un beso final y le hizo un gesto de asentimiento a Sirius, con lo cual él sujetó firmemente al matrimonio y se desapareció con ellos.

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A unos pocos kilómetros de lo que fuese el monasterio de Glastonbury, se levanta una imponente construcción que data de varios siglos atrás. Un muro de sólida piedra gris rodea la propiedad excepto en su parte frontal, donde el muro fue sustituido por una ornamentada reja, y el foso que lo circunda fue a su vez transformado en estanque donde flotaban ahora hermosos lirios de agua. Estas modificaciones sin duda habían sido hechas en una época muy posterior a su construcción, cuando los dueños de grandes propiedades se veían obligados a protegerlas de invasiones y ataques enemigos.

Una alfombra de verde césped tapiza todo el jardín donde pueden apreciarse varias estatuas bordeando el empedrado que conduce a las escaleras de la entrada principal. El jardín está sembrado de una gran cantidad de árboles grandes y pequeños, entre los que destacan los robles y los sauces. Pero en cuanto la construcción queda a la vista, los escasos visitantes del lugar suelen perder el aliento, ya que se trata de un imponente castillo de piedra gris con las puntas de sus cuatro torres apuntando desafiantes hacia el cielo. Era conocido como Inverness Castle y había sido la residencia de los Campbell,  Duques de Somerled,  desde el siglo V.

El lugar siempre estuvo rodeado de cierta aura de misterio, básicamente porque los Campbell siendo escoceses, en la época  previa y posterior a María Estuardo, se mantuvieron fieles a la corona inglesa, razón por la cual la mayoría de sus miembros murieron de forma violenta. A eso había que sumarle el hecho de que siendo de tierra escocesa y siendo hijos de las Tierras Altas, se les consideraba doblemente traidores. De modo que se vieron obligados a emigrar hacia tierras inglesas, pero todos conocían perfectamente su historia y aunque habían pasado cuatro siglos de aquellos sucesos, sobre el lugar seguía flotando la misma sombra misteriosa quizá ayudada por la negativa de sus dueños a abrir algunas áreas del castillo a las visitas turísticas como habían hecho con tantas otras construcciones de tan vieja data.

Hacía unos años los gobernantes de turno, durante un breve lapso de tiempo tuvieron la certeza de que la propiedad pasaría a sus manos cuando el último Duque de Somerled falleció. Este anciano caballero había sobrevivido a sus dos hijos, herederos naturales de las vastas propiedades y del título, ya que los jóvenes Campbell al parecer continuando con la larga tradición de muertes violentas, habían fallecido uno en un accidente automovilístico sin dejar descendencia,  y el otro en uno aeronáutico junto con su esposa y sus dos hijos.  Sin embargo, la anticipada alegría de los funcionarios gubernamentales se desmoronó cuando los abogados de la familia Campbell les informaron que sí había un heredero.

Los miembros del gobierno maldijeron por lo bajo preguntándose cuál de los dos hijos del viejo había dejado un bastardo por allí. Mientras que los abogados comenzaron una desesperada búsqueda, porque la última localización que tenían de dicho heredero parecía haber variado. Sabían además que una vez que lo hallaran, les tocaba el trabajo de convencer a los interesados y debían hacerlo en un tiempo determinado o el plazo para reclamar lo que por derecho le pertenecía vencería, pasando todo a manos de la corona.

El ruido de la puerta al cerrarse con estrépito resonó en el vacío vestíbulo como un disparo de cañón.  Y ahora no estaba seguro de si el ensordecedor golpeteo que sentía en sus oídos era producto del ruido que hacían sus botas sobre los pulidos pisos de la mansión, o si se trataba del frenético palpitar de su corazón.

A pesar de que se habían trasladado a vivir a este lugar cuando su abuelo falleció, él nunca había sentido especial apego por aquella propiedad. En principio porque lo encontraba demasiado grande, demasiado frío y demasiado vacío.

Sintió pasos y automáticamente se llevó la mano al bolsillo para sujetar su varita, pero recordando donde estaba se tranquilizó y siguió caminando sabiendo ya de quién se trataba.

-         Bienvenido milord  --  lo saludó una voz conocida

-         Miles   --  dijo él a modo de saludo sin detenerse en su camino hacia las escaleras  --  ¡Y no me llames así!  --  agregó con exasperación, aunque sabía la inutilidad de aquello, ya que llevaba cerca de doce años diciéndole lo mismo

-         ¿Desea que le suba una bandeja con la cena a su habitación, o la tomará en el comedor?  --  preguntó el mayordomo con la misma naturalidad que si lo viera todos los días, a pesar de que hacía mucho que no portaba por allí

-         No, no voy a comer  --  le contestó cuando ya iba por la mitad de la escalera

Todo lo que  quería era estar solo y sin que nadie lo molestase, de modo que al llegar a su habitación, aseguró la puerta y se tiró en la cama.

Cerró los ojos y las muchas historias que le había contado su madre en aquella habitación con la intención de que se sintiese orgulloso de su sangre, comenzaron a desfilar por su mente.  Algunas narraban valientes gestas heroicas llevadas a cabo por sus antepasados, otras peligrosas misiones en favor de la corona inglesa y otras de sangrientas venganzas perpetradas en contra los miembros de su familia.

Esa habitación también fue testigo de la historia de cómo su madre se había enamorado de su padre y cómo había decidido renunciar a todo por ese amor. Su madre Caroline Campbell, se había visto obligada a huir de su casa al enamorarse de un “don nadie” en opinión de su padre, por lo que la desheredó y no quiso saber más de ella.  

También recordó las muchas veces que su madre le pidió perdón por haberle ocultado todo aquello. Y por último, la historia de cómo todo había llegado finalmente a sus manos, aunque eso más que todo lo sabía por los abogados.

Todos sabían que el viejo Duque tenía una hija, pero las mujeres de la familia si bien podían heredar algunas propiedades, no sucedía lo mismo con los títulos y las propiedades asociadas a estos, razón por la cual ya los miembros del gobierno se veían como propietarios de aquella maravilla histórica.

Pero como le dijeron estos sujetos, su abuelo había cometido el pequeñísimo error de no especificar que no solo desheredaba a su hija sino también a su descendencia, lo que en este caso resultó providencial y de lo que los astutos abogados de la familia hicieron perfecto uso legal.

Hacía dos años que había estado  aquí por última vez. Después de la muerte de su madre, había dejado todo lo concerniente al manejo de su herencia en manos de los abogados muggles y aunque estos le enviaban informes regularmente, él rara vez se había molestado en verlos.

Y en resumen, fue de esa forma como a los doce años de edad y sin tener idea de lo que ello podía significar, Jason se encontró como el heredero universal de todos los bienes de los Campbell y del título de vigesimoséptimo Duque de Somerled.

Abrió los ojos, miró a su alrededor y se preguntó de qué demonios le servía todo aquello que nunca había querido tener, y en cambio la vida le negaba lo único que amaba.

Miró el reloj y supo con toda certeza que a esa hora ya la había perdido para siempre. Toda la arrogancia de su sangre se vino abajo y un grito ronco lleno de dolor, impotencia y desesperación escapó de su destrozado corazón.

Jason pasó los próximos días encerrado en aquella habitación deseando morir. Una ingente cantidad de patronus habían pasado por allí y él los había ignorado todos. Entre tanto Annie, quien se desempeñaba como cocinera y era la esposa de Miles, se lamentaba con los ojos llorosos.

-         Tenemos que hacer algo  --  le decía a su marido

-         No hay nada que podamos hacer mujer  --  le dijo con paciencia  --  Es fuerte, sea lo que sea, ya lo superará. Recuerda que ya estuvo así cuando murió su madre.

-         Pero solo fueron unas horas, ya lleva dos días y tres noches  --  seguía lamentándose la mujer  --  Ni siquiera una taza de té se ha tomado ¡Se está matando!

Después de un rato, Miles entró de nuevo a la cocina con la bandeja en idénticas condiciones. Annie lo miró y comenzó a llorar de nuevo.

-         Solía ser un niño tan simpático y alegre   --  dijo entre sollozos  --  ¿Por qué la vida se empeña en castigarlo de esta forma?

-         Es un Campbell  --  razonó el hombre  --  ¿Qué esperabas? Además, no hables de él como si ya hubiese muerto.

-         No tardará en hacerlo, y con esa vida que lleva…

Miles y Annie eran los dos únicos miembros del antiguo servicio de los Campbell que su madre había conservado, y la razón para ello era que confiaba ciegamente en el fiel matrimonio. Razón por la cual, ellos estaban perfectamente al tanto de la condición de Jason.  Miles encontraba el asunto “interesante”, mientras que su esposa pensaba que era una “abominación”, pero ambos habían amado a la “niña Caroline” y ese amor se había trasladado a su hijo, y aunque lo veían poco, le servían con el mismo entusiasmo.


Los Weasley estaban cada vez más preocupados por la prolongada ausencia de Jason y un silencio tan aplastante. Jason jamás faltaba a dormir a casa sin avisarle a su tía, de modo que a la mañana siguiente de la primera noche de ausencia, Molly le pidió a Bill que pasara por el Hospital. Por supuesto, allí nada sabían del sanador desde el mediodía anterior, de modo que aquella noche durante la cena, los Weasley estaban verdaderamente angustiados.

-         Yo sé por qué es todo esto  --  dijo Bill y poniéndose súbitamente de pie, cogió su capa y antes de salir se volvió hacia ellos  --  Y voy a intentar resolverlo

Pero nada pudo hacer. Miles lo recibió y tan cortésmente como le fue posible, le negó la entrada. Obviamente, esto no iba a detener al chico, pero no queriendo emplear la magia en contra del hombre, aceptó marcharse y una vez que el mayordomo abandonó la entrada, Bill volvió sobre sus pasos y entrando con el mayor sigilo, subió y comenzó a buscar a su primo. Pero una vez que lo encontró, aunque pidió, rogó y hasta amenazó con echar la puerta abajo, no obtuvo ninguna respuesta, de manera que regresó derrotado.

Faltando dos días para ir a buscar a Harry, Remus llegó a La Madriguera en compañía de Sirius y con cara de preocupación.

-         ¿Qué sucede?  --  preguntaron Molly y Arthur en cuanto los vieron llegar  --  ¿Lyra y Hermione están bien?  --  agregó Molly

-         Sí, ellas están bien, pero Hermione y yo también a decir verdad, estamos preocupados porque Jason no ha ido a ver a la niña en todos estos días  --  hizo una pausa y luego continuó  --  Hace dos días fui a buscarlo a San Mungo para decirle dónde tendría que ir para verla  y me dijeron que no se encontraba,  pero tampoco supieron decirme cuándo volvería, de modo que le dejé el mensaje de que se comunicara conmigo, pero hasta ahora no lo ha hecho.

-         Ya le dije a Lunático que deje al niño en paz  --  dijo Sirius a modo de disculpa  --  que seguramente está ocupado con una linda chica y…  --  pero se detuvo al ver que los Weasley intercambiaban miradas y ninguno estaba riendo  --  … y por alguna razón creo que me estoy equivocando  --  concluyó

Ginny y Molly intentaron esconder sus lágrimas, mientras que algo del viejo resentimiento asomaba a los ojos de Ron.

-         No, no por favor, díganme que no es lo que estoy imaginando  --  dijo Remus

Pero nadie dijo nada. Sirius los miró con curiosidad y le quedó claro que ellos sabían algo que él no.

-         ¿Son ideas mías, o hay algo que debería saber?

-         Pregúntale a tu amigo por qué razón mi primo quiere morir en este momento  --  dijo Ron y se levantó bruscamente

-         ¡Ron!  --  exclamó Molly, pero ya el chico había salido  --  Lo siento  --  se disculpó mirando a Remus

-         ¿Lunático?

-         Siéntate  --  le dijo él  --  esto no es sencillo.

Entre todos le refirieron los acontecimientos que habían precedido a la relación de Remus y Hermione. Sirius escuchó atentamente todo el relato sin interrumpir. En varias ocasiones por su mente pasaron imágenes como si se tratase de los cortes de una película, pero decidió ignorarlos por el momento. Cuando finalizaron contándoles la visita que le había hecho Bill recientemente, Sirius se puso de pie.

-         Bien  --  dijo mirando al chico  --  ¿Dónde dices que está?

-         En su casa.

-         Eso ya lo dijiste. Me refiero a ubicación geográfica genio  --  dijo con irritación

-         ¿Para qué quieres saberlo?  --  preguntó Bill mirándolo con desconfianza

-         Será porque me gusta llevar una agenda con las direcciones de mis amigos  --  dijo mirándolo con sorna  --  ¿Para qué va a ser? Voy a buscarlo

-         Sirius no creo que…  --  comenzó Remus

-         Tú quédate aquí o mejor aún, vuelve a tu casa

-         ¿No me escuchaste cuando dije que no…?

-         Amigo, no es por menospreciarte pero tú careces de mi encanto.

Aunque ciertamente la situación no era nada como para reír, Ginny no pudo evitarlo.

-         Eso es cierto  --  dijo la pequeña de los Weasley, más por molestar a su cuñada que porque pensara que su hermano no era encantador

-         Gracias preciosa  --  le dijo Sirius guiñándole un ojo  --  Y ahora ¿ubicación?  --  dijo mirando a Bill de nuevo

-         Glastonbury, en una propiedad llamada Inverness Castle

-         Espera, espera  -- dijo Sirius  --  ¿La propiedad de los Duques de Somerled?

-         El “es” el último Duque de Somerled  --  aclaró Bill y sonrió malignamente al ver el efecto que había causado esa información


Las caras de Sirius y de Remus eran dignas de una foto para el recuerdo, ya que ciertamente ambos conocían el nombre y el lugar, aunque por distintos motivos. 

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